Muere Mstislav Rostropóvich, el mejor violonchelista del siglo XX
El gran músico ruso Mstislav Rostropóvich, considerado el mejor violonchelista del siglo XX, falleció este viernes en Moscú, un mes después de celebrar por todo lo alto su 80 cumpleaños.
Igual que hace dos días en los funerales del primer presidente de Rusia, Borís Yeltsin, la Catedral de Cristo Salvador será el escenario de una misa de cuerpo presente por Rostropóvich, que recibirá sepultura en el cementerio Novodévichie, donde descansan los rusos ilustres.
Pero antes tendrá lugar el velatorio en el Conservatorio de Moscú, donde inició sus estudios a los ocho años y se forjó su genio musical y donde hace tan sólo un mes 100 violonchelos sonaron en su honor en el día de su cumpleaños, en alusión a los 100 años que vida que le deseaban sus discípulos y admiradores.
Ya entonces, en el concierto de gala y luego en la recepción ofrecida en el Kremlin en honor al maestro octogenario, Rostropóvich apareció desmejorado, pálido y delgado.
Acababa de salir del Centro Oncológico de Moscú, al que volvería el pasado 12 de abril para una operación quirúrgica de urgencia y donde este viernes falleció.
“La operación era inminente, pues sobre el trasfondo de la grave enfermedad al maestro le han surgido serios problemas en el hígado y el intestino”, indicaron entonces los médicos, citados por el diario Komsomolskaya Pravda.
Para llevar a cabo la intervención fue invitado el médico alemán Hans Schmoll, quien desde el aeropuerto acudió directamente al concilio de especialistas, donde acordó con sus colegas rusos que el paciente debía ser operado con urgencia.
La operación, según los médicos, fue un éxito, pero también destacaron las dificultades de la convalecencia debido a la gran debilidad del paciente.
Justo hace un mes, el día del cumpleaños, el presidente ruso, Vladímir Putin, añadió a la larga lista de condecoraciones y premios de Rostropóvich la Orden al Mérito “por su contribución al desarrollo de las artes musicales en todo el mundo y sus muchos años de actividad creativa”.
Para Rostropóvich, hijo y sobrino de violonchelistas y continuador de la escuela de Pau Casals, de quien fue discípulo su padre, escribieron obras compositores como Shostakovitsch, quien además fue su amigo, Prokófiev, Jrénnikov, Luyoslawski, Boulez, Cinestera, Halffter o Britten.
Los premios Stalin en 1951 y 1953, y Lenin en 1964, marcaron su brillante carrera en la música soviética, iniciada en 1940 con su primer concierto, el Nº1 de Saint Sans, y que terminó abruptamente en 1974, cuando marchó al exilio.
No fue su genialidad musical la culpable, sino su amor por la justicia y la libertad lo que le llevó a defender al acosado Alexandr Solzhenitsin, futuro premio Nobel de Literatura, en una desafiante carta abierta al líder soviético Leonid Brezhnev enviada al diario “Pravda”.
“Lo mejor que he hecho en esta vida es, tal vez, no la música, sino la carta al 'Pravda', ya que a partir de aquel momento mi conciencia está limpia”, escribió el músico en sus memorias.
Y es que a diferencia de muchos artistas, Rostropóvich nunca se limitó a la música.
Amigo personal de monarcas y estadistas, pero también convencido valedor de la gente sin voz, Rostropóvich era capaz de dejarlo todo y volar al lugar donde consideraba que su presencia era imprescindible, como ocurrió durante la caída del muro de Berlín en 1989.
Entonces, Rostropóvich atrapó la imaginación del mundo entero cuando ofreció un recital improvisado de violonchelo en medio de las ruinas del símbolo de la Guerra Fría.
Dos años después, sin siquiera avisar a su familia, aterrizó en Moscú en pleno golpe de estado en agosto de 1991 para defender la incipiente democracia frente a la asonada involucionista de la cúpula soviética.
Declarado ciudadano del mundo, embajador de buena voluntad de la UNESCO y, desde 2006, representante especial del programa ONUSIDA, Rostropóvich confesaba, con todo, que “no hay otro país que quiera más que a Rusia”.