''Nos podemos quedar sin arsenal''

Ni un paso en falso. Esa parece ser la consigna de los sindicatos frente a la reforma laboral que ha acometido el Gobierno del PP. Con la huelga general en el horizonte, las centrales sindicales han comenzado a perfilar su respuesta con la convocatoria de una serie de movilizaciones que servirán para tantear su capacidad para canalizar las protestas por la progresiva pérdida de derechos de los trabajadores y estrechar vínculos con una base social de la que parecen haberse distanciado.

Las organizaciones sindicales mayoritarias, CCOO y UGT, han convocado una manifestación en las capitales de provincia para este próximo domingo. Una movilización a la que se sumará, diez días después, la acción reivindicativa de la Confederación Europea de Sindicatos, a la que se han adherido. En el Archipiélago, Intersindical Canaria y FSOC han comenzado este viernes con una quema simbólica de la reforma laboral y continuarán, en compañía de otros sindicatos como Co.bas, EA Canarias o CNT, con la protesta de la Federación Sindical Mundial el 23 de febrero.

''Nos estamos jugando mucho como para hacer una respuesta que nos debilite más que nos fortalezca'', reconoce Juan Jesús Arteaga, secretario general de CCOO en Canarias, para quien la convocatoria inmediata de una huelga general hubiera supuesto “caer en la trampa” tendida por el presidente del Ejecutivo español, Mariano Rajoy. ''La situación actual no es nada propicia para la movilización, merece una respuesta contundente, pero diseñada con la cabeza y no con el corazón, hay mucho miedo y preocupación por lo que pueda pasar con los puestos de trabajo“, justifica Arteaga.

Un temor al que se unen las dudas sobre la capacidad de movilización de unas cúpulas sindicales a quienes se les acusa de haberse acomodado como una pieza más del engranaje del aparato del Estado.“Posiblemente hayamos fallado en muchas cosas y hacemos autocrítica de ello. La crisis nos pilló a pie cambiado, pero no tenemos una percepción negativa del trabajo que hacemos día a día en las empresas porque nuestra capacidad de representación sigue siendo la que es”, argumenta Gustavo Santana, secretario general de UGT en las Islas. “Por mucho que se diga, la huelga general del 29 de septiembre tiene indicadores claros que señalan que no fue un fracaso”, añade haciendo alusión a la caída en el consumo eléctrico, la ausencia de menores en las aulas y la afluencia a las manifestaciones.

La burocratización de las estructuras o las dificultades para adaptarse a las nuevas exigencias de los trabajadores siguen siendo algunas de las críticas a las que se enfrentan las organizaciones sindicales. Juan Jesús Arteaga admite que los mecanismos de CCOO “son muy rígidos” y emplaza a los congresos que el sindicato celebrará a principios de 2013 para acometer una reorganización. “Los cambios van a tal velocidad que cuesta adaptarse, pero tenemos que hacer una adaptación profunda de nuestro modelo organizativo y redefinir nuestras prioridades a los cambios profundos en el mercado de trabajo”, subraya.

En esta línea, remarca que formas de empleo como el teletrabajo o las subcontrataciones exigen “nuevos desafíos” frente al modelo clásico de un centro de trabajo localizado. Un sindicalismo de empresa o amarillo, como lo denomina Arteaga, que precisamente sale reforzado con la reforma laboral del PP, que prima los convenios de las compañías sobre los sectoriales.

Por su parte, Gustavo Santana también incide en la necesidad de modificar el modelo sindical. ''Tenemos que mirar a otros países para emularlos. Mucha gente mira hacia Europa y estoy dispuesto a pasar por el debate. Pero si miramos a Europa, lo cambiamos todo, por ejemplo el Salario Mínimo Interprofesional, que en España es el más bajo“, apunta. Los sindicatos mayoritarios temen que las respuestas a nivel nacional sean insuficientes ante la ”pérdida de soberanía“ frente al poder empresarial y los mercados. ”La clave es una respuesta a nivel europeo. En el escenario actual, puede que nos quedemos sin nuestras bombas atómicas, que son las huelgas generales, que nos quedemos sin arsenal“, asevera Arteaga.

“¿Qué nos queda? Movilizarnos, intentar que cambie alguna de las cuestiones que consideramos inconstitucionales. Si no, estaremos abocados a una espiral de conflictividad cada vez más acuciante. Hay trabajadores que se están dando cuenta de que esto se va a convertir en un sálvese quien pueda”, zanja Santana.

''Contrapartidas en la recámara''

El discurso de los dos sindicatos mayoritarios encuentra su réplica en la visión de Ignacio Rodríguez, secretario de Acción Sindical de IC, para quien la reforma solo debilita “parcialmente” a las grandes centrales, porque “restituye parte de su poder” en el ámbito de la empresa, donde tienen un protagonismo casi exclusivo. “Nosotros estamos representados en muchos órganos unitarios, pero esta reforma desplaza el sindicalismo combativo e impone la cultura del miedo”, recalca.

El representante de Intersindical Canaria considera que UGT y CCOO han ido “dejando de lado” el modelo sindical de raíz asamblearia y estructura democrática para convertirse en organizaciones “muy institucionalizadas” que valoran más “su supervivencia como aparato que recuperar su identidad”.

Para Rodríguez, las movilizaciones convocadas por estos sindicatos forman parte de una estrategia de “lavado de cara”. ''CCOO y UGT tienen en la recámara una serie de contrapartidas institucionales, en formación y participación en mutuas, y al final terminarán cediendo“, señala.

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