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Machado, el 'ménage à trois' ultra y sus banderas  

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera, en el estrado en la manifestación en Colón contra Pedro Sánchez.

José A. Alemán

“Si ellos lo guisan, que ellos se lo coman”. La frase, escuchada por ahí, se refiere a la concentración en la plaza madrileña de Colón con un bosque de banderas de España usadas de nuevo con la idea de “ellos”, los infames vendepatrias como Sánchez y “nosotros”, los auténticos españoles que amamos con orgullo la bandera nacional. Todo un recordatorio de las “dos Españas”, concepto acuñado por Antonio Machado y considerado alusión a la guerra civil española con la que nada tiene que ver en realidad: los versos de referencia son de su libro Campos de Castilla, publicado en 1912, o sea, 24 años antes del “alzamiento” de Franco. Una atribución errónea pero comprensible pues entre las preocupaciones del poeta figura la histórica que refleja, por ejemplo, cuando dice que las de Castilla “son tierras para el águila, un trozo de planeta/ por donde cruza errante la sangre de Caín”. Machado, en fin, es de los personajes que personifican, por así decir, el drama del exilio, a pesar de que pasó la guerra en Valencia y se expatrió en 1939, huyendo del avance del ejército franquista: pasó la frontera francesa en pleno invierno en condiciones muy penosas para morir poco después, en Colliure, el 22 de febrero del mismo 1939, de modo que el viernes pasado se cumplieron 80 años de su fallecimiento.

Como digo, se trata de un error comprensible porque esas “dos Españas” realmente existen. Como acaba de evidenciar la coyunda PP-Cs-Vox de la que Casado y Rivera no ahorran los insultos, cuajados de tremendas mentiras y de medias verdades, siempre urdiendo sospechas y juicios de intenciones con frecuencia tan burdos que más parecen desprecio a la capacidad de discernimiento del electorado. Acusan a Sánchez de “vender a España” para satisfacer la insaciable ambición que le atribuyen; como si ellos no tuvieran las mismas ambiciones al punto de montarse un ménage à trois de aquí te espero con la ultraderecha y en el que, por cierto, ya están Casado y Rivera dándose de leches a ver a quien le toca ahora cambiar el colchón de la alcoba presidencial monclovita. Y no les digo de Abascal y Vox para los que no pasa el tiempo pues siguen en los años 40 adonde quieren llevarnos.

Banderita tú eres roja/ banderita tú eres gualda

La frase con que abrí esta columna se relaciona, como ya indiqué, con la concentración convocada en la plaza de Colón por PP-Cs-Vox. Una nueva ocasión en que la derecha utilizó símbolos nacionales, que pertenecen a todos los ciudadanos, con fines partidistas. Un comportamiento que obedece a que se consideran dueños del país, creencia que se le nota demasiado concretamente al PP, cuando es derrotado en las urnas. Las victorias electorales de Felipe González, por ejemplo, le supieron a cuerno quemado pero las dos de Zapatero sobre Rajoy, después de la etapa de Aznar, sacaron a los peperos tan de quicio que segregaron mala baba en cantidades industriales sin importarles lo más mínimo el daño que causaban a las instituciones del Estado que ya no pudieron impedir que la vieja cuestión catalana reapareciera con la mayor virulencia agravada por la judicialización del conflicto y la creciente incapacidad de ambas partes para abordar el problema en el terreno de la política, el que le corresponde. O le correspondía, que es difícil saber si es ya posible reconducir el problema o hacernos a la idea de que Cataluña está perdida. Si Rajoy se equivocó en el tratamiento del problema, como se advierte al repasar su trayectoria de líder del PP y de presidente del Gobierno, no puede decirse que su sucesor, Pablo Casado, haya corregido nada: más bien parece creer que la solución reside en mayor intransigencia, exprimiendo las posibilidades del artículo 155 y más allá. Una actitud que viene a ser la misma que la de Ciudadanos que no se oculta para anunciar su disposición a aplicar a tope el dichoso 155 en la madrugada del día siguiente de las votaciones, si las urnas les dan la victoria. Después vendrán las demás autonomías y los intentos recentralizadores y ya tenemos el lío formado. Tanto han galleado unos y otros que la inesperada intrusión de Pedro Sánchez y su propósito de dialogar con los separatistas catalanes en busca de un terreno de entendimiento, o sea, de llevar el conflicto al campo de la política, ha alarmado tanto a Casado como a Rivera, temerosos los dos de que Sánchez tenga éxito en su intento y los deje sin escalera y cogidos de la brocha. De ahí que lo tilden de traidor a España y consideren que su tiempo en La Moncloa se ha agotado tras el anuncio de elecciones anticipadas. Han conseguidos que Sánchez pueda parecer el estadista que no es. Mucho me temo, que unos por otros no están en condiciones para gobernar con unos mínimos de credibilidad. Uno tiene la impresión de que la cuestión catalana tiene ya poco arreglo. Sobre todo cuando un personaje tan burdo y cortito como Quim Torra parece llevar la voz cantante, aunque sea por cuenta de Puigdemont, que tampoco es una maravilla.

Y vuelvo a las banderas de Colón como otro error de la derecha. Lo digo porque hay una generación, la de los hijos de quienes vivieron y sufrieron la guerra civil que acabó por identificar bandera, himno, escudo y demás símbolos nacionales con el franquismo y puedo asegurarles que quienes no se limitaron a pasar de ellos, los rechazaron de forma “militante”, por así decir, al identificarlos con dictadura. Realmente eran sus signos. “Esto tenían que haberlo convocado en la Plaza de Oriente”, fue otro comentario que no por sarcástico deja de dar idea de las vivencias de una buena parte de la ciudadanía que está ya de vuelta.

De Agaete al Faro de Maspalomas

Sigue Gran Canaria afligida por las ocurrencias. Que yo recuerde, al pobre Roque Nublo hace años alguien propuso en todo lo alto nada menos que un restaurante con su ascensor y su canesú que aquí son muy capaces. Yo era muy joven entonces y si les digo la verdad no me creí entonces el rumor. Sin embargo, después de viejo estoy por creer que sí, que a alguien debió ocurrírsele aquella barbaridad porque ha habido otras que me constan directamente..

Lo digo porque no hace sufrimos en Gran Canaria una epidemia de funiculares que me recordó la copla de Los Sabandeños cuando se instaló el del Teide: “En el tranvía del Teide/yo no me quiero montar/ porque el sexto mandamiento/ dice ”no funicular“. Pretendieron uno para el Nublo y como no cuajó, propusieron lanzarlo desde la Ciudad Alta hasta La Isleta por encima de los edificios de la ciudad con sus azoteas y demás. Ya por los días de la Transición le dieron un primer tiento a Las Nieves de Agaete y construyeron el actual dique. Dijeron que el dique ya construido impulsaría la economía del norte de la isla pero la verdad es que no se sabe qué beneficios hay y quien se ha beneficiado. Ahora vuelven a prometer lo mismo con las mismas palabras. Habrá que indagar qué intereses se mueven en este asunto, lo que no deja de ser molesto a estas edades. Lo cierto es que, de momento, el vecindario de Agaete se opone mayoritariamente a la ampliación por aquello de que una vez se dice que la calabaza es buena y no quiere que lo vuelvan a engañar. Hay una fuerte oposición al proyecto pero el Gobierno canario como quien oye llover sigue dispuesto a que se haga la ampliación. Es curioso que de repente muestre interés por una obra a realizar en la isla odiada. Business is business, ya saben.

Mejor suerte ha corrido el Faro de Maspalomas. Lo veíamos de niños dominando en solitario la playa no menos solitaria a la que íbamos después, de mayorcitos en las vacaciones de Semana Santa con nuestras tiendas de campaña. Por las noches nos acercábamos a una chabola-cantina en la recta de acceso a la playa iluminada con la luz prestada por la estación espacial de la NASA para enfriar la cerveza de los americanos allí destinados. Eran ellos quienes por las noches decidían el momento de irnos a dormir con solo bajar la palanca y como no teníamos por entonces una idea clara de lo que fuera eso del imperialismo, nos retirábamos a dormir sin rechistar ni go home alguno, aunque en las noches claras solíamos darnos un chapuzón en la charca para dejar claro que estaríamos sometidos, pero menos. Todo con la imponente silueta del Faro, la que pretenden menguar ahora colocándole un embarcadero o cosa parecida al pie. Menos mal que, por una vez, hubo en la administración alguien con la cabeza sobre los hombros que le parara los pies a los promotores. De momento, claro, porque seguro que habrá nuevas intentonas hasta que consigan acabar de machacar el entorno, dicho sea no porque quede algo de lo que fue sino para recordar que hubo un tiempo en que merecía la pena ir.

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