La uva 'forastera', antigua y muy singular
La uva forastera, originaria de La Gomera, es una variedad cuyo origen se remonta a hace cuatro siglos y que reúne unas características que la hacen muy singular. Un estudio financiado por el Cabildo de La Gomera y encargado por el Consejo Regulador de Vinos al grupo de Investigación de Tecnología Enológica (Tenecnol) de la Universidad de Rovira il Virgili de Tarragona, ratifica lo que hasta ahora era una hipótesis: la conocida variedad forastera blanca junoniense presenta un genoma especialmente particular, distante del resto de las que forman parte de la base de datos de este grupo de estudiosos. “Esta singularidad puede ser perfectamente aprovechable para vinificar caldos de gran calidad y tipicidad”.
El estudio ha sido presentado hoy martes, en el transcurso de un acto en el que estuvieron presentes el presidente del Cabildo, Casimiro Curbelo Curbelo, la consejera de Desarrollo del Territorio, Ventura del Carmen Rodríguez, la presidenta del Consejo Regulador, Armenia Mendoza Méndez, los redactores del estudio denominado Caracterización de los genotipos de vitis vinífera de la Isla de La Gomera y representantes del sector.
La causa de las particularidades de esta uva radicaría, según la investigación, no tanto en una acumulación de mutaciones desde el inicio de la viticultura en la Isla, sino por cruces o hibridaciones naturales en viñedos ancestrales. O tal vez ambos procesos a la vez. El trabajo resalta la especial singularidad y riqueza varietal que presentan las vides originales de Canarias, pero aún más particularmente de La Gomera. Además, de la forastera también se analizaron otras variedades como el listán blanco y negro, forastera negra, moscatel blanca o malvasía blanca.
La explicación a esta originalidad se encontraría en que la vid no fue expuesta a la plaga de la filoxera, a lo que se une la evolución aislada de estos cultivos en unas particulares y concretas condiciones geográficas y climáticas. “Por lo tanto los viñedos gomeros actuales son el resultado de la acumulación de mutaciones al azar más, la hibridación natural y humana, más la introducción de nuevas variedades” a lo largo de cuatro siglos.
La insularidad dio lugar a que las vides canarias quedaran libres de la enfermedad de la filoxera que en el siglo XIX arrasó Europa. Por ello, en Canarias se han mantenido, los que probablemente, sean los viñedos más antiguos del Viejo Continente. Pero además, al ser las islas un punto de paso hacia América se produjo en los siglos XV y XVI la introducción de nuevas variedades llegadas de otros lugares. Todo ello ha dado lugar a una realidad compleja, rica y de gran diversidad hasta el punto de que tal vez existan tipos de vid que no han acabado de ser identificados aún.
En La Gomera se calcula que el auge de este cultivo se produjo a partir del siglo XVII, momento en el que se derrumba la plantación y comercio de la caña de azúcar, y se localizó sobre todo en el norte de la Isla. Al no haberse detectado ningún proceso volcánico, se calcula que las vides actuales datan del año 1450, momento en el que llegaron a la Isla. Durante este tiempo las cepas han estado expuesta a múltiples fenómenos y evolucionado de forma “lenta pero persistente”, lo que las ha convertido en únicas.
La causa de esta originalidad sería el cruce entre hermanos con una carga genética muy similar, pero con ciertas y mínimas diferencias. La segunda es la derivada de la necesidad de adaptación a las diferentes condiciones, lo que ha implicado procesos de selección natural a lo largo de siglos. La tercera es una mutación que da lugar a nuevas formas varietales dentro de la misma variedad, pero que difieren claramente del original. Y la cuarta y última se debe a la acción directa del hombre que ha actuado como un mejorador entre individuos de la misma o entre distintas especies.
Pero a la vez también se produce el fenómeno opuesto, conocido como erosión genética que da lugar a una pérdida de formas silvestres, de calidad y de recursos fitogenéticos. En este contexto sólo la utilización de variedades autóctonas o minoritarias puede dotar a los vinos de más tipicidad y características únicas que los hagan más especiales y apreciados al gusto del consumidor.