Manuel Díaz Fernández: “Pintar es un juego mágico”
Salvador Dalí decía que hay otros mundos, pero que todos están en este; el arte, la magia, la fantasía, todos estos conceptos tienen un fin común, traspasar la realidad, nuestra mente no se conforma con lo que tiene delante, necesita ir más allá, crear nuevos mundos, nuevos seres y nuevos sonidos, está en la naturaleza humana; esto nos hace un poco más sutiles y nos permite viajar con la idea de infinito. Manuel Díaz, esto lo tiene claro desde hace mucho tiempo y por eso cree firmemente que “pintar es un juego mágico”. Recuerda de pequeño, ver a su padre (médico), pintar con entusiasmo cuadros al óleo; le llamaría poderosamente la atención los pinceles y los colores con sus matices variados y llamativos; aún tiene imágenes frescas de esos momentos.
El colegio le daría la primera pista en las clases de dibujo lineal y artístico, lo que luego se convertiría en su gran pasión, que el tiempo no ha conseguido bajar de intensidad. Gana el primer premio en un concurso de dibujo a plumilla lo que le reafirma algo que él ya sabía, que la pintura es su vida y su meta, lo cual le empuja a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de La Palma. Se gradúa en la especialidad de Corte y Confección; porque a Manuel Díaz lo que le atrae y le hace sentirse pleno es la “belleza”, todo lo que sea bello le cautiva y le hace ver que la vida también es sublime y grandiosa. Puede que hechizado por esa musa que todo lo engrandece y que tanto juego ha dado a infinidad de artistas a lo largo de la historia, decide ir a Roma (la Ciudad Eterna) con ansias de aprender, la convivencia con gentes de otras culturas y un cierto sentido de soledad, no le limitan para enriquecerse. Pasa por Milán e intenta aprender de un lugar privilegiado, lleno de arte, cultura y de esa belleza que tanto le motiva, esta experiencia para un joven isleño de 21 años es un impulso vital para seguir avanzando sin desfallecer.
Retorna a La Palma y se estabiliza profesionalmente trabajando en una compañía aérea; esto le aporta seguridad y orden en su vida, pero la pintura sigue presente, pasa al terreno de lo privado, pasa a ser más personal y emocional, se permite el lujo de pintar lo que quiere, sin limitaciones ni agobios bloqueantes. Crea su propio mundo iconográfico de plantas, animales variados y muchos híbridos de su propia invención, fusiona peces con flores, plantas con reptiles etc. En la obra de Manuel podemos ver coletazos de un surrealismo casi minimalista, realismo mágico y onírico, pero en realidad nos está mostrando su mundo personal y único el cual se encuentra seguro, son paisajes por los que viaja y se siente feliz. La acuarela es la técnica que le permite construir su planeta particular de colores vivos y montañas imposibles, se siente libre y orgulloso de sí mismo, según sus propias palabras, mira la naturaleza de la isla como una fuente de agua fresca para saciar su creatividad. Simplemente quiere disfrutar, jugar y además nos invita a entrar en su microparaíso.