Y el corazón de María nos fue revelado
Con un lustro de demora nos llega El corazón de María, el carro alegórico y triunfal que Tony Tabares escribiera para la aplazada Bajada de la Virgen del 2020. Expectativas y muchas ganas de verlo flotaba en el ambiente y prueba de ello fue el lleno total de las tres funciones en la noche del 11 y la madrugada del 12 de julio de este año en el que llegamos a un cuarto de siglo XXI. Lo han dicho por diferentes medios: su carro es el primero que se estrena en los últimos 30 años, y chapó que fuera el de Tony, el dramaturgo palmero de mayor proyección nacional e internacional y dueño de una obra sólida y madura, amplia y diversa… lo que le acreditaba para incurrir en esta aventura de escribir un auto mariano en forma de carro alegórico y triunfal, en alusión explícita a esta forma de representación teatral, vinculada a las celebraciones de la Bajada de la Virgen desde sus orígenes.
No obstante, como sabemos, el carro itinerante por las calles de Santa Cruz de La Palma tirado por bueyes u otros medios, fue sustituido hace unos cuantos años por el denominado “carro fijo” y las representaciones se han concentrado en determinados espacios, generalmente abiertos, como el claustro del Real Convento de la Inmaculada Concepción, el propio recinto ferial o la Plaza de Santo Domingo, que en esta ocasión sirvió de escenario al carro de Tony Tabares con música de Gonzalo Cabrera y puesta en escena de Carlos de León. Se mantiene, empero, una suerte de reminiscencia en forma de carro-pregón que, horas antes de la función, recorrió las calles de la ciudad anunciando la celebración de la función principal y su sentido litúrgico, como ya lo hiciera Luis Cobiella en La otra Virgen.
No tuvimos la ocasión de presenciar el carro-pregón pero los comentarios que llegaron a nuestros oídos fueron elogiosos, y no me extraña nada, leyendo el texto publicado recientemente por Cartas Diferentes Editores en la colección Terpsícore y Melpómene, y en el que apreciamos que intervienen cinco personajes: Ciudad, Ángel, Tiempo, Memoria y Niño que interactúan con breves y dinámicos parlamentos para cumplir su misión de anunciar y, de paso, crear expectativa y cierto halo de misterio.
Pero centrémonos en lo que vivimos la noche del viernes 11 de julio en la Plaza de Santo Domingo, El corazón de María, definido por el propio dramaturgo como “auto mariano” con la clara intención de distinguirlo del auto sacramental tradicional centrado en el misterio de la eucaristía, en tanto que los marianos exploran los misterios relacionados con la Virgen María, como en nuestro caso, que la aparición/revelación de la Virgen es lo que mueve la acción de la obra y el mismo Tabares, en el prólogo del mencionado libro, cita dos autos marianos, el de Tirso de Molina, La madrina del cielo, y de Calderón de la Barca, La hidalga del Valle, que le sirven de referencia, así como el de Poggio y Cobiella.
La acción es dinamizada por dos personajes humanos, El Caballero y Sombrilla, quienes se interrelacionan con una serie de figuras alegóricas tras regresar a la isla después de un lustro de ausencia y emprenden un itinerario errático y/o confuso para cumplir con la misión que le encomienda la Ciudad de buscar y traer a la Virgen de vuelta. Llenos de dudas e incertidumbre, El Caballero y Sombrilla, deambulan por un espacio que no reconocen y en el que se enfrentarán dos fuerzas: la del Ángel protector que procurará que el Caballero se reencuentre consigo mismo y sus orígenes, y por otro lado la poderosa figura de La Muerte que impedirá que el Caballero complete su misión, aliada con el Tiempo, que todo lo desvanece y pierde sentido, pero al final, en la Ciudad, que ha sentenciado una y otra vez que nadie escapa a su destino, el Ángel que no ha desistido en su empeño de que el Caballero cumpla su cometido, recurre a la Memoria que conecta al Caballero con su pasado, con su infancia, por lo que surgen dos personajes humanos más, estos del pasado: la Madre y el Niño, que es el propio Caballero que se reencuentra consigo mismo y los valores que albergó en su infancia: la ilusión, la alegría y el amor que encierra su corazón hacia la Virgen, la que se revela y renace en el corazón de los palmeros cada cinco años… y es el mensaje que nos transmite el carro alegórico y triunfal, con la imagen de los ojos de la virgen que nos mira, regocijada, proyectados desde la cumbre.
De todo lo descrito, queremos destacar la preeminencia que adquiere la acción dramática en la obra de Tony Tabares, eso que lo entronca con los autos sacramentales de los autores del Siglo de Oro y, por supuesto, con los aportes que Luis Cobiella hiciera en su trilogía de Las orillas de Dios, alejándose de los autos recitativos, bastante pasivos, de la tradición previa, para arrastrarnos hacia una propuesta teatral mucho más contemporánea, más de nuestros días, pero sin dejar de integrar elementos de la tradición, como si setratara de una puesta al día, consumando con creces lo que Pérez Vidal apuntaba, esto es, de que el carro no es una pieza fosilizada, sino algo que se renueva y dialoga con el público actual.
Interesante la figura del coro que, infiero, el autor podría haber tomado más bien del teatro griego en tanto representación del pueblo, interactuando constantemente con los protagonistas humanos y alegóricos… Quizás debemos hacer, en este punto, una acotación, toda vez que, en realidad la obra incorpora dos coros, uno al que hemos hecho alusión y se desplaza en el escenario, y otro coro de voces mixtas integrado a la orquesta, y ambos construyen una unidad discursiva en dos planos complementarios, siempre apuntalando la acción. Después nos enteramos de que esto partió de un planteamiento que Carlos de León le hiciera al escritor para trabajar con un mayor número de personas en escena: los Ecos de la Ciudad y el Coro de Muertos, según confiesa en el prólogo del referido libro.
Y ya que hablamos de la música, quienes asistimos a la representación sentimos que el trabajo compositivo de Gonzalo Cabrera iba mucha más allá de crear una banda sonora o una música de acompañamiento para la pieza teatral, puesto que la música tiene una entidad propia, incardinada a la acción dramática, y no hablo solamente de la parte cantada por los solistas (El Tiempo y La Memoria, barítono y soprano, respectivamente) y el coro, sino también de las partes orquestales, a veces explorando lo operístico y otras lo sinfónico… y a todas estas, la labor conjunta de Tony Tabares y Gonzalo Cabrera reivindica y pone en valor uno de los elementos consustanciales a los carros alegóricos y triunfales de la tradición palmera, como lo es la presencia de la música en los mismos. Y no podemos dejar de lado el trabajo de Ángel Camacho, quien condujo con mano experta a los integrantes de la orquesta y del coro para que la partitura se tradujera en vibrantes y emotivas notas.
Recomiendo la lectura de la parte del prólogo a El corazón de Maria escrita por Gonzalo Cabrera para quienes quieran ahondar en todo lo que hay detrás de la música del carro, en particular los leitmotiv que compusiera para cada personaje/situación y, además, se nos brinda la posibilidad de acceder a las grabaciones a través de un código QR.
Pero de nada sirve un buen texto y una buena partitura sin una puesta en escena que lo vertebre todo y lo traduzca en voces, acciones, gestos e imágenes, y es lo que consiguió Carlos de León, es decir, hacernos visible y audible la trama de la obra para que todos podamos digerir y comprender de qué iba el cuento, algo que Carlos de León y su equipo de actores y actrices lograron, sí, lo lograron al envolvernos en el misterio y que acompañásemos acompañar en su aventura al Caballero y Sombrilla hasta alcanzar la misión que le encargara la Ciudad de encontrar a la Virgen.
Carlos ha optado por una escenografía, una iluminación, un vestuario y maquillaje que lo acerca a la estética expresionista (en el sentido de resaltar el mundo interior/subjetivo de los personajes), pero con un toque marcadamente postapocalíptico o, quizás, distópico, con lo cual el director hace una apuesta a tope para acercar una obra eminentemente religiosa -un auto mariano- a la sensibilidad de un público más habituado al lenguaje cinematográfico, a la televisión y otros medios (p. ej., los videojuegos) en los que hemos visto películas y/o series donde se emplea un vestuario y maquillaje similar, que no sé si clasificar como post-punk-gótico con algo de steampunk. Obviamente, en este particular tienen un mérito excepcional quienes se ocuparon del vestuario y el maquillaje.
No obstante, la escenografía tiende a ser más bien minimalista: un espacio circular en varios niveles superpuestos y un fondo plano que uno podría inferir que se trata de la silueta de la cumbre, todo reforzado y apoyado por un exquisito juego de luces y proyecciones para ambientar/recrear los diferentes espacios que recorre la obra.
Carlos ha buscado expresamente alejar la puesta en escena de cualquier reminiscencia realista y, aún más, apartarse totalmente de las recurrentes y tradicionales representaciones de carros alegóricos y auto sacramentales de ecos decimonónicos, antes bien, su propuesta nos conduce a un espacio simbólico y atemporal, en sincronía con los personajes alegóricos y la propia historia o anécdota, lo que contribuye a centrarnos en la esencia del auto mariano, a lo que se suma el gran trabajo actoral, tanto de quienes encarnan los personajes principales como de quienes asumieron los roles secundarios y el coro, cuidando que los movimientos corporales y la gestual fueran los precisos, evitando lo superfluo o accesorio, centrándose en los rasgos que define a cada personaje, sea individual o coral-colectivo, y un excelente y exigente trabajo de dicción, clave en una obra en la que la palabra tiene tanta relevancia como la acción. En un espacio abierto como la Plaza de Santo Domingo, fueron de mucha ayuda los actuales sistemas de sonido para amplificar y proyectar las voces.
Creo que este acercamiento a El corazón de Maria que presenciamos la noche del 11 de julio de 2025, se queda corto y no le hace justicia, pues son muchas las aristas que se podrían explorar y, de hecho, entre las que aquí abordamos se podría decir mucho más… pero me atrevo a concluir que fuimos testigos de uno de los mayores logros de teatro total o integral que se ha visto en La Palma, en el que todos los ingredientes -texto, música y puesta en escena- encajaron a la perfección, en absoluto equilibrio, para restituir y actualizar el sentido de la tradición de los carros alegóricos y triunfales como prolegómenos o preludio anunciador de la Bajada de la Virgen a su santuario en la ciudad entre el sábado y domingo siguientes a la representación.
Finalmente, estimo que sería interesante abrir una reflexión acerca del proceso histórico que derivó del carro itinerante que se mantuvo durante siglos, al carro estático o “carro fijo” que se remonta a las postrimerías del siglo XX, y formularnos una pregunta: ¿tendría sentido a estas alturas retomar el carro itinerante o la única opción hoy por hoy es el carro fijo? Planteada así, pareciera que estamos forzando una especie de dicotomía que nos llevase a decantarnos por una opción u otra, con partidarios y detractores de una y otra. Pero lejos de cualquier maniqueísmo, queremos invitar a una reflexión en la que se podría tener como marco referencial las concepciones y tendencias que en el teatro se han sucedido desde los años sesenta del siglo XX hasta nuestros días, entre las cuales podríamos llamar la atención en torno a las propuestas de una serie de agrupaciones de vanguardia que quisieron romper con el teatro tradicional (o el modelo burgués occidental, como se le denominó) para recuperar su esencia y llevarlo a las calles, plazas, cualquier espacio abierto, principalmente en las urbes, para interactuar con públicos no habituados a visitar las salas teatrales, como lo fue la experiencia del Living Theatre o el Bread and Puppet y aquí, en suelo español, lo que hicieron los catalanes Comediants o la Fura dels Baus… por mencionar algunos ejemplos notorios, aunque bastante lejanas y ajenas a lo religioso, mucha más próxima a la Comedia del Arte… claro, hablamos de experiencias seculares muy distintas a nuestros carros itinerantes que era, básicamente, autos sacramentales, pero ¿podrían servir para reformular su puesta en escena?
Por otro lado, y en contraposición, sería interesante repasar las posiciones de quienes, desde la acera del frente, continuaron haciendo teatro en salas, convencionales o no, pero renovando los supuestos conceptuales y estéticos en puestas en escena de obras clásicas revisitadas y remozadas, fundamentalmente por directores que, muchos de los cuales, han sido englobados en lo que se ha denominado el teatro posdramático como Heiner Müller, Jean Fabre, Peter Stein, Robert (Bob) Wilson, Peter Brook o Jerzy Grotowski y su puesta en escena de La Vida es sueño de Calderón.
No creo que nada de lo que han hecho y hacen unos y otros, los partidarios del teatro de calle y los que aún siguen trabajando en espacios estáticos, sean visiones contrapuestas en sentido estricto y que no se puedan conjugar para aportarnos un camino propio… y pienso que algo de eso ya se materializó con la puesta en escena de El corazón de María que, seguramente abrirá nuevos caminos.
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