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Espacio de opinión de La Palma Ahora

La escuela en tiempos del virus

Ana Belén García Sánchez

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En estos días hemos asistido a toda una cascada de nuevas situaciones y reacciones ante algo que hace tan solo tres meses hubiéramos catalogado como el guion de una película de ciencia ficción. Nos vemos inmersas en una situación de enorme incertidumbre, tanto en el período actual, como en el posterior, para el que ya se vaticina una gran crisis.

En medio del contexto caótico en el que vivimos, se encuentran también los niños y niñas, que se ven arrastrados/as sin poder entender bien qué pasa y sin consultarles sobre la ingente cantidad de tareas que ahora se les exige.

Si bien para las personas adultas este confinamiento está suponiendo un enorme sacrificio, también es cierto que nuestras niñas y niños están haciendo incluso un esfuerzo mayor. Tengamos en cuenta que nosotras, por nuestra propia madurez, formación o experiencia, contamos, en la mayoría de los casos, con herramientas psicológicas con las que afrontar esta terrible situación. Sin embargo, para la infancia, todo ha cambiado drásticamente. No podemos olvidar que por mucho que les expliquemos lo que sucede, son niños y niñas, no adultas en miniatura. Sus necesidades de actividad física se ven mucho más afectadas, puesto que ni van al supermercado, ni a la farmacia ni salen a pasear a sus animales, en el caso de que los tuvieran. Sus rutinas se han congelado. Han pasado de permanecer la mayor parte de su tiempo socializando con sus compañeros y moviéndose constantemente entre sus centros de enseñanza y actividades extraescolares, a verse sometidos/as a una lista inmensa de tareas, para las que  las horas del día se hacen pocas si pretenden acabarlas todas. 

Añadamos otro factor invisible pero tremendamente poderoso, la permeabilidad infantil al estrés familiar. Nuestras niñas y niños no son indiferentes a las situaciones que se viven en sus hogares, las viven y sufren cada día. Por desgracia, a las circunstancias propias de cada familia, derivadas de esta crisis, debemos sumar las exigencias de las tareas, proyectos, videoconferencias, actividades, grabaciones etc., que se piden desde diferentes plataformas y siguiendo distintos criterios, tantos como profesores y asignaturas tienen. Y esto está siendo una pesadilla para muchas familias.

¿Y qué decisiones se toman desde el sistema educativo español? Éste, seamos realistas, ha colapsado y huye hacia adelante tratando de no dejar ver sus deficiencias. Nos encontramos con una maquinaria obsoleta cuya capacidad de adaptación ha quedado en entredicho y que carga sus carencias en las partes más débiles de su engranaje a quienes no se les consulta, sino se les ordena. Esta situación está creando grietas cada vez más insalvables entre quienes deberían trabajar codo con codo: las familias y el profesorado.

La escuela no sólo está dando muestras de inflexibilidad, sino de una gran ceguera y sinsentido. ¿Son de verdad tan importantes en este momento de la historia de la humanidad los ejercicios 1, 2, 3, 4 y 5 de la página 37 de inglés? ¿Y el análisis morfológico de la oración: Adrián ha hecho estos ejercicios, Pablo terminará aquellos?    ¿Es adecuada la respuesta del sistema educativo que continúa hacia adelante siguiendo una inercia acrítica? Qué diferente sería una escuela que desde la asignatura de lengua  pidiera hacer un diario personal donde reflexionar y expresar lo que se siente en estos tiempos convulsos. O que desde la asignatura de historia plantearan ver una buena película en familia y hacer un video-fórum. O que se recomendaran buenas lecturas o buenos documentales.

Debemos reflexionar sobre esta rueda que no para de girar arrollando a quienes no se mueven a su velocidad. Debemos pensar qué pasa con nuestra escuela, cómo queremos que sea, qué queremos que enseñe. Si en un momento tan crucial como es éste para la humanidad, la escuela no es capaz de enseñarnos a mirar la realidad para desvelarla ¿es ésta la escuela que necesitamos? ¿Una escuela que corre hacia adelante sin mirar lo que hay a su alrededor y sin detenerse? ¿Una escuela que no tiene en su centralidad el bienestar emocional y social de las personas? 

Se cerraron los centros educativos y se trasladaron las actividades a las casas. A todo tipo de casas, las que tienen y las que no tienen medios. No hablo solo de medios tecnológicos. La diversidad de las familias es tan amplia como sus necesidades, circunstancias y problemáticas. Para que pareciera que nada estaba pasando, el sistema educativo se embarcó en una carrera loca en la que el profesorado, obedeciendo las órdenes dictadas, se esfuerza por continuar con las inercias de las clases y sus contenidos. Inercias que funcionaban antes del confinamiento, pero que ahora se hacen cada vez más visibles, estériles y absurdas. No se ha hecho una reflexión sobre las grandes preguntas a las que nos enfrentamos: ¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?  ¿Este modelo en el que vivimos es el adecuado para continuar? La escuela, en vez de apoyarnos, acompañarnos y ayudarnos a explicar la realidad, nos atosiga y estresa. Esto no es escuela, es otra cosa.

Ana Belén García Sánchez, pedagoga

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