Espacio de opinión de La Palma Ahora
Las mañanas de una pequeña eñe española
No entiendo bien dónde estoy. Salto de la cama y?
- ¡Dios mío, casi me descalabro! ? yo por un lado, mi pequeño sombrerito por otro? Me incorporo, me coloco el sombrero, sacudo mis curvas y analizo la situación. Arriba, unos metros sobre mi cabeza, está mi casa, mi ciudad, el lugar del que creo que vengo. Allí observo a otros signos como yo; bueno, no como yo, sólo de mi misma especie. Todo el mundo sabe que los signos somos único e irrepetibles porque así nos diseñó nuestro creador.
Pero yo he caído y ahora no encuentro mi lugar.
De pronto siento un estúpido complejo de inferioridad, estoy sola, aislada y los demás siguen estando allá arriba, por encima de mi cabeza. Recuerdo que cuando era pequeña, mi madre me contaba el cuento del “signito feo”; trataba de un signo al que nadie quería porque no se parecía a los demás. Así me siento yo.
De nuevo miro arriba buscando mi sitio y descubro una casa vacía, junto a? - ¡Vaya, parece mi hermana, se parece a mí! Ella no lleva sombrero, de lo contrario seríamos gemelas. Creo que ese era mi lugar, esa casa vacía entre mi hermana y la de un signo regordete, orondo y alegre que veo asomado a su panel. Él tampoco lleva sombrero. En mi mundo veo sólo otro signo con tocado. Es una joven muy fina que lleva sobre su cabeza un pequeño punto de decoración; pero a ella la miran con respeto, parece perfectamente integrada en su mundo y, en cambio a mí creo que me han empujado para que cayera. Les oigo reír y decir que no sirvo para nada, que no debo volver a mi casa porque soy “rarita”.
Intento por todos los medios llegar a casa, pero no logro subir. Pido ayuda a gritos, pero nadie me mira, nadie lanza una cuerda. Me ignoran.
Y entonces descubro que no existo, que no soy real, que seguramente pertenezco al sueño de esa que pensaba que era mi hermana. Quizá ella pensó que podría utilizar un sombrerito para asistir a la próxima reunión de la Academia, y me creó en sus sueños.
¡Triste decepción! ¡No existo, no soy nadie!
Me alejo lentamente, bajo la incesante lluvia que empapa el camino bajo mis pies. Sigo andando mientras el día avanza y la lluvia me empapa y? - ¡No entiendo, mi sombrero no está mojado! ¡Vaya, si no llueve!? ¿entonces?...
¡Y mis lágrimas siguen mojando el suelo bajo mis pies!
Y agotada, me dejo caer sobre el suelo mojado? y me duermo? y despierto?
Salto de la cama y ¡Zaz! Vuelta a empezar.
La misma situación, las mismas burlas, el mismo camino, las mismas lágrimas y?
Vuelta a empezar.
Cada mañana la misma terrible pesadilla me sacude el corazón, o lo que quiera que los signos llevemos en el pecho.
Cada mañana, descubro que es la misma mañana, que nada cambia, que soy solo mi hermana con sombrero.
Hoy, el día comienza con la misma caída, pero con otra luz. Siento mi sombrero bailar alegremente sobre mi cabeza, algo nuevo está por llegar. Hoy, sobre mi cabeza, descubro una escala bellamente trenzada. Me aferro a ella temiendo que desaparezca, que se trate solo de un espejismo y subo rápidamente. Al llegar arriba, encuentro enseguida mi lugar, mi hermana y mis otros vecinos me acogen con afecto, preparan para mí una bonita fiesta y alaban entusiasmados mi bonito sombrero.
Miro alrededor y comienzo a entender, soy una eñe, vivo en un alfabeto, pero no es uno cualquiera, es el mío. El mío pertenece a una gramática, y esa gramática pertenece a un idioma, y ese idioma es el castellano, quizá la lengua más rica del mundo. Los otros no me querían, pero ya no importa.
Vuelvo a recordar el cuento de mi niñez, el del “signito feo”, y por fin entiendo que el cuento terminaba bien, que aquel “signito” se convertía finalmente en un signo único, magnífico, que simplemente era otra su especie, su idioma.
Ahora vivo feliz en mi idioma, ya no me importa que otros no me quieran, es sólo porque no me necesitan.
¡Soy la eñe española por siempre!
0