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Marian, ‘La gata sobre el teclado de marfil’

Miguel Jiménez Amaro

Es imposible olvidar a Marian, y el público, palmero y extranjero, así lo confirmó cuando Marian empezó a salir, un año después de su último concierto, al escenario del Teatro Circo de Marte. El público aplaudió con ganas, una tronada de aplausos en pie, nada más empezarse a divisar su pequeñito cuerpo en el horizonte negro del escenario, la aplaudió como si hubiese acabado de tocar el último tema del concierto del año anterior. Daba la impresión de que estábamos todavía en aquel otro concierto, de que no había pasado un año, o tiempo alguno. ¡El concierto tenía la pinta de que iba a ser muy intenso, y lo fue!

ambién podría pensarse que fuese imposible que Marian se acordase de nosotros, pero no es así, Marian se acuerda de nosotros. Quiere a La Palma, al Teatro Circo de Marte, a su público; y, al mismo tiempo, se siente querida, recibe muy buena energía, de La Palma, el Circo de Marte, y su público. Marian tiene la misma altura musical, artística, que es muchísima, que personal, sabe, como los auténticos genios, hacer convivir la gran artista con la gran persona.

Marian se mueve en el escenario con la elegancia de las gimnastas olímpicas. Ha tenido que trabajar con su cuerpo sobre el piano duramente, como ellas, desde la más tierna infancia, y lo tiene que seguir haciendo todos los días. En el trabajo con su cuerpo prevalecen sus manos, que desde el asiento en el que estábamos, por su ausencia, el de nuestro amigo Jerónimo Saavedra, no podíamos ver, al contrario que el año pasado. Marian no sale a ganar el oro, no compite, Marian ya lo tiene ganado. Marian trabaja su técnica como un samurái, con suma dedicación

Va vestida de negro impoluto, muy sencilla: su sencillez es muy sencilla, hasta en la ropa. Blusa, pantalón y zapato bajo de charol. Antes de la última pieza del programa, penúltima del concierto, entra un caballero, que después del concierto también estuvo con nosotros -¿quizás otro samurái?- por la parte derecha del negro escenario, con un traje de lino color perla, y un ramo de rosas blancas y rojas en la mano, se dirige hacia Marian, cuando llega a ella, entierra su rodilla derecha en el suelo del escenario, y le entrega, como si fuera Isis, con el ramo, toda su gratitud. Marian interpreta sus dos últimas canciones con las rosas sobre el piano. Marian se mueve con el ramo de rosas por el escenario como las gimnastas con la cinta, el aro, o la pelota

Marian, en la misma semana ha tocado cuatro conciertos en distintas ciudades del mundo: Sao Paulo, Nueva York, Santa Cruz de La Palma y Múnich. Esto lo podríamos leer como que Santa Cruz de La Palma estaría al nivel, en calidad de conciertos, que esas tres ciudades, y a un precio único en el mundo de doce euros. ¡Pues aún no entiendo que no se llene el Teatro Circo de Marte hasta El Gallinero! ¡Si no fuera por la asistencia de los extranjeros, pasaríamos vergüenza ante los artistas que vienen! Me da la impresión también de que el poner a nuestra ciudad, en calidad de conciertos, a la altura de aquellas otras ciudades, es algo que no se le agradece merecidamente a Jorge Perdigón, Dulce y a ACAPO.

El año pasado, Marian vino a Las Cosas Buenas de Miguel, con su madre, este año no, ¡Quizás por ello estuvo mucho más cercana¡ Su llegada a la tienda fue fresca, ni nada por aquí, ni nada por allá, del cansancio de la semana entera. Nos recuerda a Ángela, a mí, a la tienda, a lo que gira alrededor de ella. Tiene una memoria como la de Kasparov (todo lo que interpreta se lo sabe de memoria, no necesita partituras ), tanto para la música como para la vida. Lleva ocho meses siendo vegetariana (sigo creyendo, porque la llevé durante diez años, que es la mejor dieta), de entre los músicos del concierto pasado, habían dos que lo eran también. Nos abraza y besa, con calor, como lo hace siempre, y mientras hablamos, sonríe, siempre que habla sonríe

No le había visto, en este concierto, sus manos sobre el piano, en el escenario, pero tuve la suerte de que se juntaran las de los dos en distintas fotos que nos hace Wolfgang. La mayor parte de la vida de Marian ha discurrido y está en sus manos: mis manos, durante unos minutos, estuvieron entre las de ella ¡Se lo agradezco a la vida!

Wolfgang, nuestro amigo cineasta afincado en La Palma, profesor en la Universidad de Frankfurt, con su cámara, le hizo, con su maestría, una entrevista en alemán. Marian sabe estar ante la cámara, su voz está llena de musicalidad, y no cesa de reír mientras habla. Wolfgang, por medio de Jorge, le ha pedido permiso a Marian para publicarla, desde que lo tengamos, os la puedo enviar, o la podemos ver en la tienda

Marian tiene interés por las demás músicas, no solo por la clásica. Pericles, El Apóstol del Jazz, Anelio y Odi le dieron un cariñoso buen repaso de la de los años setenta y ochenta. Sentía sincera curiosidad por esa música, y por cualquier otra. Cuando El Ápostol tocó con la guitarra algunas canciones de Silvio Rodríguez, las grabó. Yo no sabía que a Jorge Perdigón le van los boleros, y vaya que le van, nos cantó dos, con la guitarra que le dio Pericles, que los grabó también Marian. No había escuchado, en mi vida, aquellos dos boleros que le escuché a Jorge ¡Y yo, que me creía haberlos escuchado todos!

Las noches tienen que acabar, para que empiece el día. Pero en verdad, no teníamos ganas de levantarnos e irnos ¡Aquello tenía toda la pinta de llegar hasta el amanecer! Ha sido la noche más tierna que hemos tenido después de los conciertos. Marian tenía que estar tocando el domingo en Múnich, pensando en ella, intentamos despegarnos de la silla. Marian lo hizo con la misma frescura que entró, nos abrazó a cada uno, con fuerza, como nos abrazamos los amigos. Cuando estábamos en nuestro abrazo, le digo al oído, de la misma manera que lo hago con mi hija: “I love you ”. Y ella me responde: “And I love you, Miguel. We shall see again, in the same place, on the next year”. Pues si no lo sabíais, os lo estoy diciendo yo ahora mismo, amigos míos, el próximo año tendremos nuevamente a Marian, como artista, como mujer, y como lo último que he descubierto en ella, como amiga.

Si el dramaturgo americano y universal, Tennesee Williams, del que se adaptaron al cine y teatro, casi todas sus novelas, una de ellas ‘La gata sobre el tejado de zinc’, con Elizabeth Taylor y Paul Newman de actores, aquel duelo reconciliable entra la Liz de los ojos malvas, y el Paul de los ojos azules, hubiese conocido una mujer como Marian, hubiese escrito su mejor novela inspirándose en ella.

No sé por qué, me da la impresión de que Marian vive fuera del tiempo convencional, y que en ese tiempo, enteramente suyo, reside todo su gran arte y humanidad.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior.

Las Cosas Buenas de Miguel

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