No nos representan
Esta frase la he oído un sinfín de veces esta semana, en distintos ámbitos y momentos. Diferentes personas y colectivos que van formando un tremor de protesta. El murmullo de protesta siempre está ahí, pero se amortigua en tiempos de bonanza y suena más alto en tiempos de crisis. Ahora, además del runrún del volcán, se oye el murmullo del desasosiego. Runrún porque no llegan las ayudas, runrún porque las que llegan son pocas. Runrún porque no hay casas, runrún porque las que hay o van a construirse, no son como era la mía. Runrún porque no dormimos, runrún porque si nos dormimos no salimos de ésta. Runrún por la crisis que se avecina, pero el peor runrún ¿cuál es? Pues el de tristeza, de desasosiego, por no saber... por un futuro desconocido.
Nos falta información clara de los planes de futuro que queremos sea el nuestro. A muchos se nos ha ido al traste nuestro plan de vida y necesitamos recuperarlo. O sea, en realidad el runrún es de incertidumbre. Y manejamos muy mal la incertidumbre. Y es que después de casi dos años de desasosiego por el devenir del covid, se nos suma el devenir del volcán y, por si fuera poco, no tenemos ni idea de lo que va a pasar después de que la erupción termine. Así que tanta incertidumbre, está incrementado el tremor de protesta entre la población palmera.
¿Qué haremos con la ceniza? ¿Cuántas casas se construirán y cómo? ¿Cómo van a ser las carreteras? ¿De qué vamos a vivir? ¿Cómo nos afectará la crisis? ¿Cuál es la hoja de ruta para la reconstrucción? ¿quién decide y la gestionará? ¿cómo va a ser? ¿se tiene en cuenta que la isla es una Reserva de la Biosfera y los objetivos de una transición ecológica más que necesaria? En realidad, ¿sabemos el cuándo, cómo, por qué, quién y dónde?
Está claro que absolutamente ninguna persona va a quedar satisfecha a corto-medio plazo por las consecuencias de esta erupción volcánica, desde las personas que han perdido sus viviendas, sus trabajos, hasta los perjudicados económicamente, que, salvo excepciones, somos todos los palmeros. Así que seguirá el runrún de “así no lo quiero, así no me gusta, los que deciden no saben, los políticos no me representan, de esa asociación tampoco me representa, de no tengo ni idea de qué hacer para sobrevivir... ¿se oiría otro tremor de tener información clara? ¿Del saber cuál es la hoja de ruta, con unos objetivos claros? Saber los plazos para la reconstrucción de viviendas, saber en cuánto se estima lo que se tardará en reconstruir la red viaria o en qué proyectos van a tratar los planes de empleo y si van a ser útiles, qué organismo va a dirigir la reconstrucción y con qué criterios, ¿cuál será el modelo económico futuro?
Y, por otro lado, está claro que la percepción del tiempo es distinta para el que tiene un sueldo a final de mes, pase lo que pase, que para la persona que no lo tiene. Y 20 meses de covid o dos meses sin casa, son una eternidad si tienes pocas opciones. En realidad, el tiempo se eterniza cuando escasean las aspiraciones futuras.
¿Se oiría el mismo tremor si los afectados pudiesen participar en los procesos decisorios?
Porque los que deciden y negocian no son los afectados. Puede que tengan voz, pero no voto.
Así que el “No me representan” se podría cambiar por “Me represento” siempre que se creara un verdadero proceso participativo y de gestión conjunta público-privada que permitan la continuidad más allá de los vaivenes electorales, con unidad de acción, pero una acción democrática. Este Consorcio debería estar, además, asesorado por expertos en gestión de crisis similares, para elaborar una hoja de ruta que ordene por importancia y urgencia los distintos ejes de recuperación (vivienda, redes viarias y comunicaciones, empleo...) para la reconstrucción pero también la recuperación económica viable en el futuro que evite la emigración, que permita un modelo económico sostenible.
Sin duda, es hora de los valientes. Es hora de hacer verdadera política. Es hora de exigir, pero también de aportar. Es hora de mejorar la vida de las personas. Es hora de la responsabilidad de una refundación compartida que facilite un nuevo arraigo y nos permita visualizar un futuro digno. De lo contrario la reconstrucción será una decepción...A los gestores actuales les deberíamos recordar continuamente que los réditos políticos llegan del trabajo bien hecho, del liderazgo bien entendido, de visionarios que motivan y que a su vez facilitan la colaboración. Al fin y al cabo, nadie nace aprendido.
Y como pocas veces hacemos esto. Las decisiones las toman los gobiernos elegidos cada cuatro años, con suerte tomando en consideración las opiniones de patronales y federaciones, pero no estamos acostumbrados a procesos participativos reales. Pero a todas estas, ¿tenemos mecanismos útiles de participación? ¿tenemos mecanismos para que los ciudadanos participemos, fiscalicemos la gestión política y ejerzamos nuestra voz y voto?
Sí, imperfectos, pero sí existen. Insuficientes, pero sí existen. Y si no los hay, los inventamos. Aquí he encontrado uno que espero sea relevante. Espero que Nieves Rosa Arroyo, puesto que depende de su Consejería, le dé el apoyo que merece: https://participa.lapalma.es/ . Y nada más, solo añadir aquí una cita que leí hace tiempo: “Qué época tan terrible esta, en el que unos idiotas gobiernan a unos ciegos”, lo escribió Shakespeare en Rey Lear en 1603. Mucho ha llovido para que no cambiemos el sistema.
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