Unitarias, la visión de un padre

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Lo primero, presentarme: soy Jorge Hernández, padre que, junto a mi pareja, tuve el acierto de matricular a nuestro hijo primero e hija después en una unitaria de tantas que felizmente aún existen en nuestra isla de La Palma, a pesar de los esfuerzos por parte de la Inspección educativa para debilitarlas y al final cerrarlas, allí donde localice cualquier debilidad.

Personalmente, no sé si existe o no un acuerdo marco y tampoco he leído la Ley de Educación canaria, que, según tengo entendido, dice algo así como que todas las alumnas y alumnos de esta bendita región tienen el derecho a percibir educación en igualdad de condiciones y oportunidades, sin que el lugar donde se viva sea un factor limitante.

En este artículo, hago referencia al escrito que he podido leer en eldiario.es firmado por el señor inspector de Educación don José Francisco Leal Simón. Señor inspector, sobre alguien a quien se le supone un alto nivel de educación, formación, cultura y hasta empatía siempre me he preguntado el porqué de su odio a las escuelas unitarias. Quizá ello sea fruto de una mala experiencia de la niñez o posterior. Si hubiera sido así, sepa usted que lo siento mucho por el niño que fue y ahora le sugiero que se pregunte por qué tantas familias decidimos llevar a nuestras hijas e hijos a un centro que está a kilómetros de distancia o, tal como usted sostiene, al que no se halla en nuestra zona de influencia, con todo lo que ello supone. Algo habrá, algo hará a esos centros atractivos para que unas familias asuman el coste del desplazamiento a lo largo de Infantil y Primaria teniendo centros más cercanos a sus residencias.

Me permito darle unas pistas. Una unitaria no es buena o mala por ser unitaria; ni es atractiva por llamarse así y además a estas alturas ya no se justifican sólo por fijar población al medio donde se encuentran. Si las elegimos es por el alto compromiso de sus docentes (sin menoscabo de los que trabajan en otros centros, que seguramente también lo tendrán); por tratarse de otro modelo de educación, con valores más integradores; por fomentar la diversidad; por el aprendizaje pegado a la realidad, a la tierra, al medio, a la naturaleza, al aprendizaje empírico que sólo aporta el hecho de experimentar en tiempo real; por sus actividades orientadas al respeto de las personas, de la naturaleza, del medio; por un sistema didáctico desde el cariño y el respeto; por fomentar la participación de las familias activamente, pues todos somos comunidad educativa: madres, padres, abuelos, abuelas, tíos, tías, hermanos, hermanas…

Todas y todos activamente participan e influyen en la educación conjunta del alumnado, en un intento por hacer de la escuela un lugar de encuentro familiar, una extensión de nuestra casa, de nuestra familia, por ser algo más que un lugar donde dejas el paquetito a las ocho menos algo de la mañana para que te lo eduquen y luego lo recoges a las tres de la tarde, almorzado, a ser posible con una mochila llena de tarea para el día siguiente volver a empezar. No, esto último no son las unitarias: son mucho más, por fortuna y tal y como he intentado transmitir.

En todo caso, creo que poder elegir en igualdad de condiciones es un derecho que usted ha intentado cercenar en multitud de ocasiones. Sí, usted. Se lo recuerdo. Por ejemplo, cuando pone pegas para poner un comedor o cuando hace todo lo posible para que no se puedan aumentar los ciclos dentro de primaria. También cuando incumple la norma autorizando transportes o cuando elimina unidades de forma muy sencilla y pone numerosos obstáculos para aumentarlas.

Quiero recordarle una vez más, a usted y a quien tenga un rato para leer estas líneas, que la educación es una inversión, no un gasto, y que ésta es además la mejor de las inversiones que se tienen que hacer en la sociedad. Mermar recursos u oportunidades es algo inexplicable e injusto, más si cabe en los tiempos en que vivimos.

Ya nuestra etapa de unitarias ha terminado. Ahora afrontamos otros retos con ilusión y en otros lugares, y ojalá éstos se puedan impregnar del espíritu de las unitarias dentro de las posibilidades existentes y con la enorme limitación que impone la Covid-19. Pese a ello, lo seguiremos intentando.

Este artículo sólo pretende aportar el testimonio de una familia de tantas que se sienten agradecidas eternamente por lo mucho y bien que han recibido en una unitaria. No pretendo entrar en disputa con nadie. Quedo amable y servicialmente a disposición del señor inspector o de quien quiera dar testimonio y apoyo al tesoro que las unitarias suponen para nuestra sociedad.

Las personas pasamos y nuestro propósito ha de ser dejar las cosas igual o mejor que como las encontramos, siempre creando oportunidades para los que vengan detrás. Este es nuestro deber y el mejor legado que se puede dejar a las nuevas generaciones. 

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