“La Bajada es y debe ser una fiesta viva, no un museo etnográfico que sale a la calle cada cinco años”: Antonio Tabares y Carlos De León hablan del Carro
Joya del teatro áureo español, el carro alegórico y triunfal, representado cada cinco años en el contexto de la Bajada de la Virgen de las Nieves (Santa Cruz de La Palma), constituye una de las más singulares muestras de espectáculo teatral y una de las más antiguas de Canarias. Prácticamente desaparecido del panorama hispánico, el teatro móvil sigue vitalizado en La Palma gracias al trabajo conjunto de dramaturgos, actores y directores de escena.
Híbrido teatral-musical, desde 1995 no se había vuelto a estrenar un libreto (en aquella ocasión, fue Cubierta con su sombra de Luis Cobiella). Las experiencias de Antonio Tabares, como aficionado a este género, dramaturgo y autor de un guion próximo a estrenarse en 2025, y de Carlos De León, como actor en la Bajada de 2010 y director en la de 2015, son compartidas con el espectador-lector en un encuentro que se celebrará el próximo miércoles, 2 de abril de 2025, en el atrio del Ayuntamiento de la capital palmera.
Como no podía de otro modo, coincidiendo con un nuevo año lustral, la Feria del Libro de Santa Cruz de La Palma acoge en su programa el coloquio titulado El Carro de la Bajada: vestigio vivo del teatro de los Siglos de Oro. Con él, la Biblioteca de Teatro «Antonio Abdo» pretende arrojar luz sobre un espectáculo histórico que las generaciones más jóvenes en parte han repudiado por su anacronismo intrínseco, por el uso del verso y de un estilo lingüístico ampuloso y retórico y por una más que evidente descoordinación de sensibilidades.
Por otro lado, no puede negarse que, en gran medida, esta desconexión entre el mensaje del carro y el receptor indiferente responde al cada vez mayor laicismo que impera en nuestra contemporaneidad. Se contradice, así, la celebración de una fiesta eminentemente religiosa con una recepción poco o nada interesada por indagar en el espíritu desde la óptica católica y mariológica, desde cuyas perspectivas cobran sentido estos textos.
Víctor J. Hernández Correa. El corazón de María es tu primera incursión en la literatura de la Bajada de la Virgen y tu texto inaugural como dramaturgo en la temática religiosa. ¿Cómo se gestó tu inquietud por acertarte a este género que, a excepción de La Palma en tiempo lustral, no ha vuelto a despertar el interés de los escritores en otras ciudades españolas?
Antonio Tabares Martín. No sé en qué momento me planteé la escritura de un Carro para la Bajada de la Virgen. En cualquier caso, creo que la idea me rondaba desde hacía mucho tiempo, aunque nunca me hubiera atrevido más que a apuntar algún esbozo. En el fondo, siempre tuve el convencimiento de que, tarde o temprano, habría de enfrentarme a ese reto. En parte, porque me resultaba enojoso que desde 1995 (desde Cubierta con su sombra) no se hubiera estrenado un texto de nueva creación y que, en cada lustro, se optase por desempolvar viejos carros de los años cuarenta y cincuenta, forzosamente desfasados.
De modo que cuando oía que el Carro de la Bajada era un número en decadencia, me acordaba de aquella respuesta de Harold Pinter ante la pregunta de si el teatro estaba condenado a desaparecer: «Mientras yo esté vivo, no», dijo. Guardando, por supuesto, todas las distancias, yo en mi fuero interno respondía del mismo modo: «Mientras yo pueda evitarlo, el Carro no desaparecerá». Me parecía muy triste que un acto que, como muchos han señalado, constituye una singularidad palmera de carácter extraordinario por su pervivencia barroca, se dejara perder o se estuviera convirtiendo en una pieza fosilizada (por emplear la conocida sentencia de D. José Pérez Vidal) por falta de nuevos impulsos creadores.
VJHC. Prácticamente al acabar tu carrera de Arte Dramático, una de tus primeras interpretaciones en los escenarios de La Palma fue, en 2010, tu papel de El Aire junto a Marcial Álvarez, Rosana González, Zoraida Batista y Quique Santa Cruz, entre quienes desempeñaron los demás personajes principales del carro Los Cuatro Elementos (1875), de Antonio Rodríguez López (Santa Cruz de La Palma, 1836-1901). ¿Qué supuso para ti este primer contacto directo con una obra teatral de características tan singulares (personajes simbólicos, conflictos dramáticos poco definidos, un lenguaje —digamos— anticuado, una disposición del texto en verso, etc.)?
Carlos de León García. Bueno, la verdad es que yo acabé la carrera en 2001, y, en 2010, ya había hecho el grueso de la primera parte de mi carrera teatral: obras como Jubileo, El apagón o Los mares habitados.
Los Cuatro Elementos fue mi primera experiencia en un espectáculo de estas características, ya que todos los montajes previos habían sido de teatro contemporáneo. El acercamiento a un texto como este no fue sencillo, dado que no presentaba un conflicto dramático muy definido ni una evolución en el arco de los personajes. Los carros escritos previamente a 1975 tenían esta estructura: poemas en honor a la Virgen, que se intercalaban con partes musicales, pero sin un argumento concreto. La evolución en estos aspectos, que son evidentes en los tres carros de Luis Cobiella que forman la trilogía Las orillas de Dios, fue lo que marcó un antes y un después en la imagen actual que tenemos del carro, de manera que estas obras supusieron un avance en las puestas en escena de las últimas Bajadas del siglo XX.
Esto se recupera con El corazón de María, de Antonio Tabares, en este 2025, primer estreno de un texto tras treinta años, durante los que se han representado reposiciones de carros representados anteriormente.
Gracias a mi participación en el carro de 2010, de mi relación con Paco Paredes, su director, y con Rafael Rodríguez, quien concluyó el montaje tras el fallecimiento de Paco a dos semanas de su estreno, tuve a qué agarrarme cuando en 2014 me llamaron para ofrecerme la dirección del carro en la Bajada del año siguiente. Sin esta experiencia previa, creo que no habría sabido ni por dónde empezar a trabajar.
VJHC. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de este carro? ¿Te resultó compleja la tarea de abordar un género histórico encajando inquietudes contemporáneas para actualizarlo a nuestra sensibilidad moderna?
ATM. Llegado el momento de sentarme a escribir fue cuando de verdad me asaltaron las dudas: ¿qué escribir? Y, sobre todo, ¿cómo escribirlo? Porque, en realidad, ¿qué es un Carro? En mi mente tenía esas dos joyas de Luis Cobiella, los dos primeros carros que vi en mi vida, La otra Virgen y Cubierta con su sombra, pero también era consciente de la ruptura formal (no me refiero aquí a su contenido teológico y filosófico) que esas dos obras supusieron no ya respecto a los otros carros del siglo XX (de una calidad literaria infinitamente menor), sino respecto a toda la tradición secular desde Poggio, es decir, desde la misma fundación de la Bajada, pasando por la impronta romántica de Rodríguez López. En todos ellos, el texto poético y la música —o, mejor dicho, el canto— están en un mismo plano de expresión. Incluso, en ocasiones, es la música la que tiene mayor protagonismo en detrimento de lo teatral, que apenas existe; en cambio, en Las orillas de Dios toda la fuerza recae en lo dramático y la música no deja de ser incidental: acompaña y refuerza las escenas, pero no participa de la acción.
Aunque no creo que pueda hablarse del Carro Alegórico como un género en sí mismo, mi preocupación ha sido cómo encajar un nuevo texto en esa larga tradición de tres siglos sin, por ello, renunciar a la ráfaga de aire fresco y renovación que supuso la aportación de Luis Cobiella en lo dramático, con la presencia de conflictos y tramas que en los carros anteriores rara vez pasaban de lo anecdótico o lo trivial. Lo que he tenido muy claro en todo momento es que yo no iba a inventarme una forma o un género nuevo.
De manera que a la hora de afrontar la escritura de El corazón de María, forzosamente he tenido que volver la vista hacia el legado de Luis Cobiella, pero también a todos los que escribieron en los lustros precedentes, así hasta remontarme a Poggio, que, a mi juicio, es, con mucho, el mejor autor que ha dado el ciclo lustral. En la medida en la que he podido, he tratado de tener en cuenta todo ese legado, sin renunciar por ello al grado de libertad que se le supone a todo acto creador.
VJHC. Los preparativos del carro de 2010 chocaron con el fallecimiento de su primer director, Paco Paredes (Murcia, 1955-Santa Cruz de La Palma, 2010). ¿Cómo afrontó el elenco este trauma y qué implicó el relevo directivo de Rafael Rodríguez, con quien ya habías trabajado antes?
CLG. Rafael Rodríguez había sido mi profesor de Escenografía y Espacio escénico en la Escuela de Actores de Canarias durante los años en los que estudié allí. También dirigió el taller de teatro contemporáneo que hicimos como montaje de fin de carrera, El Papa y la Bruja, de Darío Fo. Posteriormente, justo entre los años 2009 y 2010, había trabajado en su compañía 2RC Teatro, en el espectáculo Los mares habitados, en el que casualmente Antonio Tabares participaba como coautor, y que dirigía Carlos Alonso Callero. Así que ya nos conocíamos.
Su llegada al montaje, tras el fallecimiento de Paco, la recuerdo como algo esclarecedor. Por desgracia, el montaje de Los Cuatro Elementos, de Antonio Rodríguez López, fue la primera y la única vez que trabajé con Paco Paredes. El trabajo con él no estaba siendo sencillo. Su planteamiento para afrontar la puesta en escena era bastante arqueológico. Recuerdo escucharle decir algo así como que aquello que estábamos haciendo no lo iba a entender el público, dado que utilizaba una retórica enrevesada y no planteaba un conflicto definido. Y que, por ello, trataría de atrapar al espectador a través de la musicalidad del texto, de los movimientos, de la música y de la belleza de la puesta en escena.
Pero los actores no teníamos unas intenciones, ni unos objetivos a los que agarrarnos para defender nuestros personajes. Cuando Rafa llegó, nos puso sobre la mesa un planteamiento claro acerca de objetivos e intenciones que todos entendimos a la primera, y nos ayudó a darle sentido a nuestra presencia en el escenario. Eso hizo posible que termináramos de llevar el carro a buen puerto, con tan poco tiempo y a pesar de estar, evidentemente, afectados por los desgraciados acontecimientos que envolvieron aquel trabajo. El fallecimiento de Paco generó que hiciéramos piña y nos conjuráramos para sacar adelante el montaje en su memoria.
VJHC. Antes de este carro, ya habías tenido la experiencia de trabajar junto a un músico para crear una obra a dos manos entre el arte de la literatura y el arte musical. ¿Cómo funcionó ese tándem en la ópera María Liberata (2015) con Alberto Roque Santana (San Cristóbal de La Laguna, 1961) y cómo ha resultado ahora junto a Gonzalo Cabrera Guerra (Santa Cruz de La Palma, 1966)? En este carro, ¿la música es un mero adorno o aditivo o, por el contrario, cumple una función?
ATM. Han sido dos procesos completamente distintos. Alberto Roque vive en Budapest y hablamos mucho durante la escritura del libreto, que surge de un encargo suyo; pero una vez terminado este, la composición ya estuvo plenamente en sus manos. Con el Carro ha sido un proceso más cercano, no solo por la proximidad geográfica y por mi relación con Gonzalo, sino porque, conforme iba componiendo la partitura, la iba contrastando conmigo para ver cómo se ajustaba la música a lo que el texto demandaba.
A mí me interesaba contar con una partitura musical que, además de ilustrar determinados pasajes escénicos, fuera también parte integrante de la acción y no un mero elemento acompañante. Es así como dos personajes que tienen una intervención breve pero determinante para el desarrollo de la historia resultan ser personajes cantados —«a la manera operística», podríamos decir—. Lo mismo cabe afirmar del papel del Coro.
Y me gustaría apuntar algo más sobre la partitura de Gonzalo Cabrera. Cuando le propuse componer la música para el Carro, le planteé la posibilidad de que ajustara los intérpretes a un conjunto instrumental reducido —tal vez, una formación de cámara—, pensando en el estreno de la pieza desde un punto de vista práctico. En cambio, él, maestro de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, planteó una partitura para conjunto sinfónico, sabedor de las infinitas posibilidades musicales que proporciona una orquesta. Eso me hizo reflexionar: si teníamos la posibilidad de incorporar al corpus de la Bajada una obra de gran envergadura y de enorme calidad artística, ¿por qué renunciar a ella? ¿Por qué limitarnos a nosotros mismos, pudiendo aspirar a la máxima excelencia creativa? Estoy convencido de que la Bajada de la Virgen se va a enriquecer de manera exponencial con una música como la compuesta por Gonzalo Cabrera para El corazón de María.
VJHC. Tu primera aportación directiva en un carro arranca en 2014-2015 con la puesta en escena de La otra Virgen, de Luis Cobiella Cuevas (Santa Cruz de La Palma, 1925-2013), representado en el claustro mayor del antiguo Real Convento de la Inmaculada Concepción de esta ciudad. ¿Cuál fue tu primera reacción al enfrentarte a ese reto? ¿Cómo evolucionó tu posición (tanto la personal como la profesional) y qué proceso llevaste a cabo para conducir el proyecto? ¿Qué pesaba más en la lista de dificultades (el texto en sí mismo, por su singularidad temática, o la representación, en la que, por primera vez, tuviste que alternar como director un escenario al aire libre, la co-participación de una orquesta con su propio director, etc.)?
CLG. Traté de afrontar este reto desde el mayor respeto hacia la figura de Luis Cobiella. Precisamente, La otra Virgen es el primer recuerdo que tengo de haber visto un carro, en el año 1990, fecha en la que se estrenó. Así enfrentarme a este montaje estaba dotado de un afecto especial. Con el paso de los años, agradezco la experiencia de haber impartido clases en la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma desde 2010, porque, gracias a eso y a haber participado en el carro de ese año, tenía cierta habilidad y conocimiento que podía poner a disposición de este acto. He de decir que, bajo mi punto de vista, no hay una conciencia real de la dificultad que conlleva sacar adelante un montaje como el del carro, que, a niveles de producción y organización, es el más complejo de la Bajada ¡de lejos! Hay que trabajar con los actores en escena, más una orquesta y un coro, que en total suman casi doscientas personas. Hay que diseñar vestuarios, caracterizaciones, escenografía, iluminación… Durante las últimas Bajadas, el acto ha evolucionado hasta convertirse en un espectáculo total.
Después de realizar muchísimas lecturas y de presentarle el proyecto al equipo —tras la experiencia de la Bajada anterior y dada la complejidad del texto—, mi forma de acercarles la idea a los intérpretes fue la de plantearles una historia paralela que nos daba la oportunidad de jugar una acción, la cual debía ser muy clara, para que el espectador pudiera seguir una línea argumental, más allá de que no entendieran los versos recitados debido a su complejidad. La Mentira sometía al resto de personajes y, finalmente, la aparición de la Virgen acababa con ella y los liberaba.
Todo el proceso fue muy duro, ya que no se contó con un equipo de profesionales para hacer todo lo que queríamos. Así que tuvimos que ir rebajando nuestras expectativas iniciales para adaptarnos a la realidad de las fiestas. El aforo se fue reduciendo por distintas circunstancias hasta quedarse en menos de la mitad de lo que inicialmente esperábamos, el diseño escenográfico tuvo que simplificarse para poder realizarlo en tiempo y forma y también tuvimos problemas para colocar a la orquesta y al coro en ese espacio limitado.
El hecho de que el carro sea a la vez un acto teatral y musical genera que siempre haya tiras y aflojas con la orquesta, y aparece el conflicto que implica introducir un elemento tan organizado y profesional como es una orquesta en un entorno amateur como es el de los participantes de los actos.
Pero soy de la opinión de que dimos un primer paso hacia volver a conectar al público con el acto, algo que debía tener continuidad en la siguiente Bajada [2020] con el texto de Toni [Tabares], y que, desgraciadamente, no pudo ser. Espero que en este 2025 logremos escribir una nueva página del Carro Alegórico y Triunfal y haya un antes y un después de esta obra.
VJHC. La escritura del carro está concluida. Ahora bien, ¿las aportaciones interpretativas del director escénico (en este caso, Carlos De León) pueden hacer variar el guion en algún aspecto? ¿Este carro está concebido sólo como auto en escenario fijo o has preparado también un carro propiamente dicho? Por cierto, en los últimos tiempos, el término ha perdido su sentido, en la medida en que el carro (móvil) se ha sustituido gradualmente por un auto, más largo y, por tanto, menos próximo a la loa antigua que conformaba el guion en su origen.
ATM. He escrito también un carro pregón con el objeto de que recorra la calle Real, y creo que es fundamental que se mantenga la tradición de que el Carro haga ese recorrido. Es más, mi amor por este número tiene mucho que ver con la fascinación que experimenté, el viernes de la Semana Grande de 1990, al encontrarme —para mí, fue toda una sorpresa— el carro pregón de La otra Virgen en la calle, que provocó que me animase a asistir a la función en la plaza de Santo Domingo. Me parece muy enriquecedor que ambas propuestas convivan, y no creo que el término carro haya perdido en absoluto su sentido; solo que su significación es ahora mucho mayor.
Con respecto a la primera pregunta, en todo proceso escénico las aportaciones, no solo del director sino de los intérpretes y de todo el equipo de trabajo alrededor de la producción, suelen enriquecer el texto original, que nunca puede verse como algo terminado, sino como un punto de partida para la representación.
CLG. No sé si Toni ha leído la versión definitiva con la que yo estoy trabajando (ja, ja, ja, ja…), pero, en su momento, yo le planteé la introducción de algunos personajes corales para trabajar con un grupo mayor de gente, los Ecos de la Ciudad y el Coro de Muertos. Estos personajes grupales recitan determinados textos escritos por el autor, pero no pensados inicialmente para ellos. Después de que Toni haya visto algunos ensayos, creo que aceptará la propuesta (ja, ja, ja, ja…).
En cuanto a que el término ha perdido su sentido, es una discusión que enfrenta dos posturas desde hace varios lustros. Los que defienden lo ultra-tradicional frente a los que la entendemos como una evolución lógica del acto. Bajo mi punto de vista, «nuestro» carro ha evolucionado como lo hicieron los carros medievales durante el Barroco. Al aparecer textos con un mayor calado dramático, que requerían de un mayor despliegue escenográfico, musical y dramatúrgico, pasaron de las plazas y las calles a los corrales de comedia. En La Palma, esta evolución aparece en la segunda mitad del siglo XX con los carros de Luis Cobiella. Lo que se ha intentado es no perder la tradición de que un carro itinerante recorra las calles de la ciudad, a pesar de que es mucho más sencillo en cuanto a ornamentación que los que se hacían anteriormente. Y, en la mayoría de los casos, se ha respetado que la representación del carro «fijo» se realice al aire libre y en horario nocturno, «como marca la tradición».
VJHC. ¿Sigue teniendo vigencia este género? ¿En qué medida?
ATM. Un Carro es una obra escrita absolutamente ad hoc, para ser representada en un momento único muy concreto (en la noche del viernes de la Semana Grande), en unas circunstancias muy precisas (de lugar, medios materiales y humanos, en el marco de las Fiestas Lustrales) y ante un determinado público. Y, sobre todo, con una finalidad determinante: la Virgen y su Bajada. En ningún otro contexto tendría sentido escribir un Carro. Ahora bien, como señalaba hace poco la periodista Raquel Vidales, el teatro —y, por tanto, el Carro— es «un arte que sucede en el presente y las aproximaciones arqueológicas no contribuyen a su supervivencia, más allá de que puedan ser correctas, contentar al público tradicional y satisfacer a los estudiosos». La Bajada es y debe ser una fiesta viva, no un museo etnográfico que sale a la calle cada cinco años. Lo que tenemos que lograr no es repetir sin más los mismos actos que vivieron nuestros antepasados, sino lograr sentir la misma emoción —la misma catarsis— que ellos sintieron al verlos. Y eso no se consigue por imitación, sino con una creación que nos hable a las personas de hoy. Si lo logramos, el Carro, por supuesto, tendrá vigencia.
CLG. He de reconocer que yo no soy un amante del teatro en verso. Como espectador, no termino de conectar con ese uso del lenguaje y la mayoría de temas que se plantean en el teatro del Siglo de Oro me parece que ya no tienen mucho sentido hoy en día. En el caso de los autos sacramentales y de los carros, se pretendía aleccionar a un pueblo, mayormente inculto, sobre temas religiosos para así hacerles llegar el mensaje. Hoy en día, esto ya no es así. Por eso creo que para que siga sobreviviendo, el acto debe tener cierta evolución y, así, adecuarse al gusto del público del siglo XXI, que, mayoritariamente, ha ido perdiendo interés por uno de los números más importantes del programa de la Bajada de la Virgen en su origen. De otra manera, creo que es un número que corre serio riesgo de quedar relegado a un plano meramente testimonial dentro de nuestras fiestas e, incluso, de desaparecer.
VJHC. Un año lustral sin Antonio Abdo (Los Realejos, 1937-Santa Cruz de Tenerife, 2023) —quien desde 1985 hasta 2005 estuvo íntimamente vinculado al carro como director y actor— supone un motivo de pesadumbre colectiva, al igual que fue la Bajada de la Virgen de las Nieves de 2015 sin Luis Cobiella, autor fundamental en la actualización del carro, especialmente en 1975, cuando estrenó María en las orillas (Julio Marante Díaz lo explica con detalle en un artículo para Lustrum: gaceta de la Bajada de la Virgen [2021]). ¿Cómo valoras la aportación de Antonio Abdo a este género? ¿Y la de Luis Cobiella como autor?
ATM. Echaremos mucho de menos a los dos en la noche del Carro. Yo creo que, para Luis, fue una suerte contar con Antonio en la dirección de sus últimos carros, pero también para Antonio fue una suerte estrenar dos textos tan extraordinarios como los de Luis. Lo que ambos hicieron fue reescribir una nueva página en los tres siglos de historia de este acto. Me gusta citar un artículo de Manuel Henríquez Pérez (musicólogo y experto en el estudio, precisamente, del Carro) a raíz del estreno de María en las orillas, el Carro de 1975: «señala un hito señero dentro del contexto de este espectáculo tradicional de las fiestas. […] A lo lejos y en el fondo, como reliquias históricas para estudiosos o curiosos, quedan los carros clásicos, llenos, literariamente, de figuras y símbolos mitológicos o pseudo-filosóficos, de almibaradas flores a María y apoteosis iconográficas marianas». Y, en ese mismo artículo, recuerda que la obra «concitó tantos comentarios grises o adversos». Porque hay que recordar que Luis —ahora tan defendido a ultranza por tirios y troyanos— fue un gran incomprendido en su momento. Parece el sino de los grandes creadores, adelantados a su tiempo. Y Antonio Abdo estuvo a la altura de esa modernidad, no solo con la puesta en escena de los carros de Luis, sino al redimensionar, paralalemente, la obra de Poggio con varias representaciones.
CLG. «La aparición de la trilogía de Luis Cobiella, con el estreno de su texto María en las orillas, en 1975, dirigido por Ángel Férnandez Montesinos, supuso el punto de inflexión hacia la versión del acto que conocemos hoy en día, que vio su culminación con los estrenos de La otra Virgen, en 1990, y Cubierta con su sombra, en 1995, estos dos, ya bajo la dirección de Antonio Abdo. Supongo que ambos artistas tuvieron que ir de la mano para defender estas propuestas, a mí modo de ver, mucho más ricas a nivel literario, musical y dramático.
Vivir esta Bajada de la Virgen, tras la pérdida de ambos, nos pone a sus sucesores en el lugar de intentar estar a la altura de dos grandes de nuestra isla. Ambos nos dejaron un legado que será recordado en la historia de nuestras fiestas y, por tanto, constituyen dos pilares fundamentales de las mismas.
VJHC. ¿Cómo sientes la presión mediática y pública del estreno de un carro después de treinta años transcurridos de la representación de Cubierta con su sombra?
ATM. De momento, las presiones tienen más que ver con los ensayos, con los ajustes de la música y el texto, con la puesta en escena… Y esos son aspectos que recaen más en Carlos De León, a quien no puedo dejar de agradecerle la enorme implicación personal que está teniendo en todo este proceso. Respecto a mí, supongo que los nervios irán creciendo según se acerquen las fechas de la Bajada. Pero ha pasado tanto tiempo, que ya el simple hecho de que se estrene un nuevo texto me parece que es un éxito colectivo del que todos podemos sentirnos por satisfechos. El corazón de María aspira a ser un digno continuador de la fructífera tradición iniciada por Poggio. Pero también aspira (y este es quizá el mayor de los retos) a que, en el futuro cercano, otras voces, venciendo las reticencias que han existido en el último cuarto de siglo, se sumen a la tarea de ofrecer nuevas aportaciones a ese número capital de la Bajada.
CLG. Lo cierto es que no creo que se le esté dando la relevancia que se merece a lo que este hecho supone. El carro es un número que, habiendo sido el más importante dentro del programa de actos de la Bajada durante lustros (incluyendo varios carros en distintos días, como vemos, por ejemplo, en las Bajadas de 1765 y 1790, cuyos guiones han llegado hasta nosotros), ha pasado a quedarse en un segundo o tercer plano de relevancia dentro de las fiestas. Por más que [José] Pérez Vidal [Santa Cruz de La Palma, 1907-1990] haya escrito que, a diferencia de otras representaciones similares como El misterio de Elche en Alicante y La vida y milagros de San Martín en Tarragona, nuestro Carro Alegórico y Triunfal no es una pieza fosilizada, creo que no es suficiente con que el texto y la música vayan cambiando cada cinco años para impedir que este acto se fosilice. Desde luego, creo que es irrebatible que es un número que, por diversas circunstancias, ha caído casi en el ostracismo en los últimos tiempos.
Me atrevería a citar algunas de las causas que creo que han influido en este descenso en el interés del espectador hacia el mismo. Para empezar: la aparición de los Enanos y el impacto que han tenido en el público. La danza de Enanos se ha convertido en el símbolo de nuestras fiestas casi desde su aparición a mediados del siglo XIX, quitándole ese privilegio al Carro. Que la representación de los Enanos tenga lugar el día previo al Carro y que esta se alargue durante toda la noche hasta el alba ha repercutido en que el Carro haya perdido foco mediático y haya quedado relegado a un público culto, perteneciente a una élite que cada vez se va envejeciendo más y tiende a desaparecer. Por otro lado, el carácter barroco de la pieza, el texto en verso y una temática totalmente alejada de nuestro contexto actual son factores que no ayudan a acercar el número a un público nuevo, que no entiende cuál es la finalidad del acto. Que requiera de un esfuerzo intelectual por parte del espectador para disfrutarlo en su totalidad tampoco ayuda entre un público poco acostumbrado a impulsos eruditos.
El estreno del texto de Toni [Tabares] debería ser un acontecimiento del que el Organismo Autónomo Local de la Bajada se sintiera muy orgulloso y del que podría estar sacando mucho más rédito publicitario. El hecho de que, tras treinta años, se estrene un texto nuevo del carro y que sea el primero del siglo XXI se tendría que estar anunciando a bombo y platillo desde el propio programa de fiestas. Además, es casi el único acto tradicional que, en cada Bajada, aporta alguna innovación. Esto podría generar expectativa, si supiese crearse.
Por otro lado, que en treinta años nadie haya escrito ningún carro nuevo debería alertarnos de la falta de interés que ha sacudido a este acto y del riesgo que esto supone para su supervivencia. O tratamos de adaptarnos a los nuevos tiempos y los nuevos lenguajes —como se ha hecho a lo largo de la historia en este y en otros ámbitos— o corremos el peligro de que este acto termine desapareciendo. Yo, desde la dirección escénica del Carro, estoy intentando plantear una puesta en escena atractiva, con recursos que resulten interesantes al espectador del siglo XXI. Y el texto de Toni es un punto de partida maravilloso para abordar este objetivo, ya que tanto la trama que plantea como el lenguaje que utiliza son claros e inteligibles para cualquier tipo de público, a pesar de mantener cierta musicalidad que nos recuerda al verso. Por eso, me encantaría que se le diera mayor importancia a este estreno y tratáramos de despertar el interés del público joven, que, al fin y al cabo, es el que debería darle continuidad en futuras Bajadas.
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