“Cuando enterré a mi hijo pensé que había que luchar por los vivos”
Le faltaban fuerzas para reconocer el cadáver de su hijo en la morgue, pero cuando lo enterró, pensó que “tenía que luchar por los vivos”. Alfamir Castillo Bermúdez, de 53 años, es una mujer colombiana afrodescendiente, defensora de los derechos humanos, que está amenazada de muerte por denunciar el asesinato de su hijo, Davey Mosquera Castillo, de 23 años, en un caso de los denominados en Colombia ‘falsos positivos’. Desde el pasado mes de mayo reside en Jaén acogida en el Programa de Protección Temporal de Defensores y Defensoras de Derechos Humanos de Amnistía Internacional (AI).
Almafir Castillo, miembro del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), se ha desplazado a La Palma invitada por el grupo local de Amnistía Internacional para visibilizar su caso y dar a conocer entre los estudiantes y la ciudadanía en general el drama de los ‘falsos positivos’, el asesinato de personas a las que se le acusa falsamente de pertenecer a la guerrilla colombiana.
El 7 de febrero de 2008, los jóvenes Davey Mosquera Castillo (hijo de Alfamir), Alex Hernando Ramírez Hurtado y José Didier Marín Camacho partieron desde Palmira hacia eje cafetero de Colombia “con la intención de trabajar en las tuberías de gas, un empleo que le fue ofrecido por un soldado”, cuenta esta defensora. “En el camino fueron sorprendidos por uniformados con pasamontañas que se identificaron como miembros del ejército de Colombia, más tarde separados y minutos después les dispararon”, asegura. Solo sobrevivió Didier, que pudo escapar ya que el arma que le apuntaba se engatilló. Por estos hechos recuerda Alfamir, “han sido ya condenados, en primera y segunda instancia, siete militares”.
Esta defensora ha denunciado públicamente el asesinato de su hijo, lo que le ha costado amenazas de muerte e intimidaciones. “Tuve que reconocer yo a mi hijo en la morgue, ocho días después de haberlo asesinado, porque mi esposo estaba en cama convaleciente de una operación y mis hijas tenían que cuidarlo”. “No me sentía con fuerzas, creía que me iba a volver loca cuando lo vi, pero cuando lo enterré, pensé que había que luchar por los vivos”, asegura con absoluto convencimiento. “A mi hijo le pasaron un carro por encima, y tenía seis disparos en la espalda; a su compañero le arrancaron las uñas”, detalla.
Alfamir se tragó su drama y guardó silencio durante un tiempo. “Cuando asesinaron a mi hijo me callé año y medio, hasta que me llamó la fiscal para informarme de que se iba a celebrar la audiencia por los asesinatos”, cuenta. “Un día antes de la celebración de la audiencia me llegó una amenaza al móvil en la que me dicen que si me presento voy a ser asesinada”.
Alfamir ha recibido 15 amenazas de muerte a través de su móvil y de su correo electrónico, y también mediante panfletos. “Ahora, en España, estoy disfrutando con mi esposo de una libertad con la que no contaba en Colombia; allí tenía que estar dentro de un piso como si me encontrara en la cárcel, y yo no tengo que estar encerrada porque no asesiné a mi hijo, me lo asesinaron”.