Sobre este blog

Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.

LA CALAVERA DEL SULTÁN MAKAWA

Uno de los primeros dictámenes difundidos por el ministerio de propaganda alemán tenía que ver con los libros que el nuevo gobierno consideraba “decadentes”, o que atentaban contra el espíritu de la nación alemana. Luego, solamente quedaba por organizar una faraónica concentración, llena de simbología, música y parafernalia nacionalsocialista, la cual serviría para purificar a la nación contra la mala influencia ejercida por todos aquellos escritores judíos, bolcheviques, pacifistas, anarquistas o, simplemente, liberales que atentaban contra la buena salud mental de los alemanes.

El acto final se celebró el 10 de mayo del año 1933, fecha en la que por todo el país, los jóvenes miembros de la unión de estudiantes alemanes, quemaron en las plazas de las ciudades, en los campus universitarios o en cualquier otra ubicación que se les atojara correcta, más de 25000 volúmenes escritos por autores tan importantes como Bertolt Brecht, Albert Einstein, Sigmund Freud, Rosa Luxemburg, Karl Marx, Erich Maria Remarque, Victor Hugo, Ernest Hemingway, Jack London, John Dos Passos, Joseph Conrad, D.H. Lawrence, H.G. Wells, Aldous Huxley, James Joyce, Fyodor Dostoyevsky, Maxim Gorki o Vladimir Nabokov, entre otros muchos.

Aquella noche fue el comienzo de una pesadilla que, tras contagiar de insomnio a toda Alemania, se terminó por convertir en una plaga que casi acaba con el mundo que conocemos, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Rudolf Frank fue uno de los autores que compartió un lugar en la pira de libros incinerados por los estudiantes alemanes, aquellos mismos a los que iba dirigido el libro La calavera del sultán Makawa, escrito por Frank dos años antes. El autor, veterano de la Gran Guerra, en la que combatió como artillero en el frente del Este, se decidió a escribir la novela para advertir a los más jóvenes sobre los verdaderos peligro que se esconden detrás de las soflamas propagandísticas que se llevan siglos utilizando para convencer a los hombres de que deben acudir a la llamada de las armas.

En su obra, Frank desnuda la realidad de una contienda, la Primera Guerra Mundial, aquélla que, se suponía, iba a terminar con todas las guerras y nos la muestra bajo el prisma de un joven polaco, Jan Kubitzki, quien tras cumplir 14 años ve cómo toda su vida desaparece y solamente queda el desolado panorama de la guerra, con sus ruinas, su desolación y su sinsentido.

Por “fortuna” para Jan, en vez de caer bajo los obuses de los cañones, éste caerá bajo la protección de un grupo de artilleros prusianos de su majestad, tal y como ellos mismo se definen, pasando a ser uno más del grupo, aunque las normas lo prohíban. A partir de entonces y a lo largo de las páginas de la novela escrita por Frank, el lector será testigo de los sufrimientos, la soledad, la fatiga, el sueño, el cansancio y las dudas que embargan a cualquier combatiente, lejos de su casa, su familia y su ambiente cotidiano.

Rudolf Frank, periodista, poeta y ensayista, no escatima en detalles y nos da una instantánea -como también hiciera el también escritor alemán Erich Maria Remarque en su obra Sin novedad en el frente (1929)- desnuda de todo argumento patriótico, lírico y sentimental de la locura que rodea a un conflicto bélico. Lo que diferencia ambas obras es que la obra de Frank está protagonizada por un joven que aún no está condicionado por la vida que ha llevado y su mirada está limpia de muchos de los prejuicios que luego los humanos arrastran cual el mitológico Sísifo.

Su obra debería haber sido de obligada lectura en las escuelas y en las universidades para prevenir al pueblo alemán de lo que le podría suponer declarar una nueva contienda contra el mundo exterior, pero, por desgracia, llegaron antes los fantoches que disfrutan desfilando con el paso de una oca...

La calavera del sultán Makawa –sultán que sí existió de verdad y cuya calavera fue requerida por los aliados, como parte del Tratado de Versalles- es, más que nunca, una obra de obligada lectura para los jóvenes del siglo XXI, todavía expuestos a los vaivenes sociopolíticos que acaban por degenerar en una contienda y por quienes tienen una memoria de corto recorrido y todavía les llena de orgullo recurrir a los ardores guerreros, cuando lo que se tendría que hacer sería borrar la palabra GUERRA del diccionario de cualquier persona con algo de raciocinio.

La Calavera del Sultán Makawa. Novela de la Gran Guerra.

Rudolf Frank

Encuadernación Rústica con solapas

Número de páginas 336

Traducción Miguel Jiménez Bravo

Precio: 18,95€

http://edicionesdelviento.es/libreria/es/

Agradezco a Eduardo Serradilla Sanchis el haberme cedido esta reseña para publicarla en la sección de literatura.

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Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.

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