Espacio de opinión de Canarias Ahora
El eco de mi origen, lo que mi cumpleaños despierta
Cada año cuando se acerca la fecha de mi cumpleaños, el 2 de octubre, algo se remueve dentro de mí. No es una tristeza concreta ni una nostalgia definida, sino un movimiento interno, una especie de eco que me devuelve a los primeros días de mi vida, a ese punto de partida del que durante años solo tuve fragmentos. Mi cumpleaños no es solo una celebración: es también un recordatorio. Un recordatorio de lo que conozco, de lo que tuve que buscar, y de aquello que quizá nunca sabré.
Mi búsqueda de orígenes comenzó en los años noventa, mucho antes de que se hablara abiertamente de estos temas, cuando todavía pesaban el silencio, la desinformación y el miedo. Fue un proceso largo, lleno de idas y venidas, de puertas que se abrían y otras que se cerraban sin explicación. No fue hasta 2011 cuando pude decir que la había culminado, que por fin tenía acceso a la mayor parte de la información que me concernía. Saber quiénes fueron mis padres biológicos, en qué circunstancias se produjo mi nacimiento, y por qué se tomaron determinadas decisiones, me permitió dotar de coherencia a mi propia historia.
A menudo se tiende a pensar que cuando una persona adoptada inicia la búsqueda de sus orígenes lo hace porque le falta algo o porque necesita encontrar otra familia. Pero quienes hemos vivido este proceso sabemos que no se trata de eso. Yo no buscaba sustituir vínculos, ni llenar un vacío afectivo. Buscaba verdad. Quería entender, poner nombre y contexto a una historia que me había sido contada de forma incompleta. La búsqueda de orígenes es, en esencia, una búsqueda de información y de sentido. No pretende deshacer lo que existe, sino completarlo.
En mi caso, acceder a esa verdad fue tan reparador como desafiante. Supuso poner orden en mis recuerdos y en mis emociones, pero también asumir realidades complejas y aceptar silencios que forman parte de la historia adoptiva. Esa verdad no vino envuelta en idealizaciones ni en reencuentros de película; vino acompañada de humanidad, de límites y, sobre todo, de dignidad. Saber no siempre cura, pero sí ubica.
Lo he contado en distintas ocasiones y espacios públicos —entre ellos, en ElDiario.es y en el ámbito asociativo de La Voz de los Adoptados—, porque creo firmemente que hablar de esto contribuye a que la sociedad comprenda que buscar no es traicionar. Todavía hoy, demasiadas personas interpretan la búsqueda de orígenes como un acto de deslealtad hacia la familia adoptiva, como si el amor recibido tuviera que ser suficiente para acallar cualquier pregunta. Pero el amor no compite con la verdad; la sostiene. Conocer los orígenes no borra los vínculos creados, los refuerza. Quien busca su historia no rechaza a quienes le criaron, simplemente intenta reconciliar todas las partes de su identidad.
A pesar del tiempo transcurrido desde que concluí mi búsqueda, el cumpleaños sigue siendo una fecha cargada de significado. Es el día en que me permito mirar atrás, no con tristeza, sino con respeto. Me pregunto quién me sostuvo por primera vez, cómo fueron aquellas horas, quién supo de mi llegada y quién tuvo que despedirse. No son preguntas que busquen culpables; son formas de reconocer la existencia de quienes formaron parte de mi inicio. En ese sentido, mi cumpleaños tiene una dimensión doble: celebra la vida que tengo y honra el misterio de la que comenzó antes de que pudiera recordarla.
Cada año, al soplar las velas, siento que también celebro el coraje de haberme buscado. De no haber aceptado el silencio como respuesta, ni el olvido como destino. Porque la identidad no se construye solo con lo que se vive, sino también con lo que se comprende. Tener información no significa haber cerrado el proceso, pero sí haber conquistado un lugar propio dentro de la propia historia.
Hoy puedo decir que conocer mis orígenes no me ha hecho menos hija ni menos familia. Me ha hecho más consciente, más libre y más entera. Mi cumpleaños me recuerda que la verdad, incluso cuando duele, siempre dignifica. Que toda persona adoptada tiene derecho a saber, a conocer su historia y a darle sentido.
El eco de mi origen sigue sonando cada año, cada cumpleaños. Ya no duele: acompaña. Es la voz de la verdad que me habita, la que me dice que conocer de dónde vengo no me aleja de quien soy, sino que me acerca, por fin, a mí misma.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0