Espacio de opinión de Canarias Ahora
Inmigrante amigo
España no es el milagro de Europa, pero sí un espejo de curiosidad donde se mira esta Europa que crece menos. Superamos la crisis de la deuda y luego la crisis de la Covid por pertenecer a Europa y al euro. Lo que pocos previeron es que íbamos a salir del pelotón casi en solitario y escalar como los mejores.
Exportaciones, energía y mano de obra son los factores explicativos de esa condición de país aventajado. Exportaciones, que es competitividad; energía, que es clima de sol y viento, y mano de obra, que son inmigrantes.
En España, el 22% de la población ocupada es extranjera. Cuatro millones de latinos totalmente legales ya trabajan en España. Un flujo de 600.000 cada año desde el fin de la pandemia, el 90% del empleo nuevo. Y Funcas afirma que la mitad del crecimiento español lo explica el crecimiento de la mano de obra extranjera. El factor diferencial español es la bolsa de trabajo latina, igual idioma y fácil o total integración. Solución de éxito. Lo que no pasa en Francia o Alemania. Hemos tenido suerte.
Los emigrantes y no la población propia son los que nos aseguran crecimiento y presupuesto para las pensiones. Nuestra España envejecida se podría quedar colgada de la brocha sin ese flujo de inmigrantes. Claro que hay límites a esta receta porque esa nueva población solo se integra de forma sostenible con los adecuados servicios sociales y con vivienda. Esto es así y hay gente a la que no hace falta explicarle nada y gente a la que nada se puede explicar. Inmigrante amigo.
Y al frente del buque, un gobierno de izquierdas y una oposición apocalíptica. Ya mostraron los siete sellos del Apocalipsis cuando los indultos e hicieron sonar las siete trompetas cuando la amnistía. Tocada la última trompeta del Apocalipsis se derramó una copa del apocalipsis, la primera de las siete que anuncia el fin de todo y la nueva venida de Cristo. España se rompe y está gobernada por una mafia. Ábalos y Koldo y las saunas derramaron una copa sin pensar que Montoro iba a derramar la siguiente copa del Apocalipsis.
Y ya tenemos una España que coquetea con la mentira. Solo hay visión periférica y solo nos falta un payaso color zanahoria que haga campaña con el terrible y ominoso lema de Trump; yo soy tu venganza.
Alguien puede pensar que esto de los populismos es cosa de buena gente, pero poco inteligente. Pues no. La ultraderecha te roba la almohada sin rozarte la cabeza y por eso es ahora el momento cuando la democracia necesita disponer de todas sus fuerzas con una fortaleza de carácter que nos procure superar debilidades repentinas. Si te niegas a pensar en ello, otros pensarán por ti y te harán un reglamento.
Los populistas no quieren a los inmigrantes, luego nos quieren retirar el crecimiento y el futuro de las pensiones, y Sánchez es el hombre dique. Un dique no rígido en el mar ante un ataque de la ola no colapsa, sólo cambia de forma para mejor resistir el siguiente embate. Esto es lo que él llama resistencia y otros lo llaman ausencia de escrúpulos.
Sánchez tiene notable alto en política social y suspenso en política territorial. Porque es cierto que este gobierno se ocupa de la gente y que muchos pasamos por la amnistía para sustituir la política por los juzgados. Los ciudadanos utilizamos el puntito en el corazón, concepto cabalístico que inspira un deseo singular que conduce a una persona a una percepción de satisfacción. Y nosotros con la financiación singular catalana pensamos que ni con eso se rompe España, pero Pedro e Illa, no les toquen los huevos a España. Tenemos una percepción de profunda insatisfacción ante ese arrebato insolidario de los catalanes.
Si le hacemos una sección transversal a esa financiación, veremos un hígado catalán muy sano y un corazón partío español. Y lo digo como canario que, al cabo, jugamos en otra liga con nuestras singularidades fiscales, pero también lo digo sintiéndome de Castilla o santanderino, que a veces no conocen otra suerte que su mala suerte.
En el Congreso unos envían a otros a Siberia sin derecho a correspondencia, ya saben que eso correspondía en el estalinismo a la muerte. Les gusta España convertida en una guardería. O eso creen ellos.
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