Espacio de opinión de Canarias Ahora
Toma de tierra
Morir un millón de veces en un día
El ser humano disfraza de muchas formas las infinitas maneras en que habla de la muerte y de la vida. Y realmente es de lo único que habla en todo el día y lo que motiva todas sus decisiones, desde las más pequeñas hasta las más determinantes. Desde que nos despertamos y hasta que nos volvemos a dormir, podríamos llegar de un extremo de la ciudad a otro tan solo siguiendo el rastro de estos testimonios. El día de hoy, en el que en muchos informativos se explicó que en otoño caen las hojas, también se dieron partes de noticias de guerra y genocidio. La televisión pública española dedicó un bloque a la situación en la Franja de Gaza a día de hoy y quiso saber, lo cual me ha parecido un enfoque periodístico valiente e interesante, qué opinan los gazatíes con sus pertenencias a cuestas y de camino a ninguna parte segura, de que diferentes países del mundo estén reconociendo el estado palestino (en último lugar, Reino Unido, Australia, Canadá y Portugal).
Fue entre ese grupo de personas para las que no existe el lujo de pensar en el otoño en el que se encontraba un entrevistado sin nombre, sudando envuelto en polvo, entre camiones atestados de personas y objetos y dice a cámara que “vivir así es morir un millón de veces al día”. No esperaba el corresponsal encontrar de casualidad en medio del caos al poeta de este tiempo, al testigo presencial que explicó en una frase el titular que desvela a todos los enviados especiales.
Pensando en eso fui a coger la guagua rumiando la huelga de transporte en la Isla, que reivindican un convenio provincial, y en si quizá tuve poca previsión saliendo tarde de casa, pero gracias a todo ello, en un mes que no para de hablarse de salud mental con eslóganes muy simples para un problema estructural, conocí la historia de un hombre que le hablaba a la nada y le advertía: “Yo no soy como mi padre, soy otra persona y no me da miedo morir y cómo morir”. Y tras esa amenaza al viento, siguió su camino, más ligero de equipaje, por Guanarteme.
Ya en la guagua, el pasajero que viajaba a mi lado tenía la paciencia en servicios mínimos y suspiraba tras consultar su móvil una media de tres veces por minuto. Qué le preocupará, pensé, si no está muriendo un millón de veces en un día, y, cómo es la vida, continué diciéndome, que se adapta a su contexto como la plastilina y para un genocidio o un mal mensaje en el móvil tiene la misma respuesta; un suspiro o un poema.
Hay mucha esperanza depositada en el otoño que nos hemos dado los pueblos. Además de la presión que ejercen tímidamente los países occidentales, la sociedad civil continúa dando ejemplo y los vientos que soplan en las velas de la Sumud Global Flotilla son los de la esperanza de la gente que no aprueba la ruptura de todos los concensos humanitarios en la cada vez más estrecha Gaza. Más de 100.000 personas gritan No al genocidio en la Piazza de Roma, en Nápoles han bloqueado la Estación Central de tren al grito de Free free Palestine!, y más de cuatro mil estudiantes en el puerto de Génova. Un país que ha convocado una huelga general en solidaridad con Gaza...Avanti.
Y mucha otra gente, precarizada, preocupada en esto que se ha dado a llamar el primer mundo, que suspira en la guagua de camino al trabajo y no puede militar activamente, pero tiene la decencia de no entorpecer a quiénes ponen el cuerpo. Esa gente hace mucha falta también y quizás están leyendo esto y deben saber que hay mucha dignidad en lo que hacen porque hay muchos desgraciados, algunos con escaños en parlamentos y puestos de responsabilidad en grandes corporaciones, que reman a la contra y no hacen nada porque los niños no mueran y salten por los aires en pedazos.
También hay periodistas lo más cerca que les dejan del terreno para contar historias, llamadas humanas, (qué historia no lo es, me pregunto siempre), y no quieren alejarsee del peligro. Ellos ya han hecho testamento sin que sus madres lo sepan, y quieren acercarse a la gente, descubrir a esos poetas anónimos y las historias que están, como dijo un sabio de este oficio, “al final de la carretera de tierra”.
Y las hay devanándose los sesos como Olga Rodríguez, cada día, en contacto con colegas periodistas gazatíes, sin tiempo para llorar a aquellos que ha perdido, para explicarle al mundo nuevas herramientas que pueden usarse, nuevas formas de presión de legislación internacional, como evitar el derecho a veto en la ONU, un privilegio de los países ricos como Estados Unidos, mediante la fórmula de la Resolución Unidos por la Paz; utilizada cuando hay una gran potencia con derecho a veto y la usa de manera sistemática. “Esto podría hacerse, pero podría haberse hecho desde hace mucho tiempo”, cuenta Rodríguez.
Mucha gente poniendo lo mejor de sí dentro de las limitaciones que imprimen su contexto y coyuntura, para la vida, que es, en otoño y primavera, ese momento que nos reporta mayor bienestar, eso que somos cuando hacemos con amor lo mejor que sabemos hacer aunque caigan hojas, bombas o chuzos de punta.
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