“Lest We Forget”: la odisea del Britannia en 1941 y la acogida de sus náufragos en Tenerife

Britannia, buque hundido por los alemanes.

Daniel García Pulido / Joaquín O. Reyes García / Francisco B. Cabrera Alonso

1 de julio de 2025 15:38 h

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Artículo redactado por Daniel García Pulido, Joaquín O. Reyes García y Francisco B. Cabrera Alonso.

El hecho de trabajar diariamente en una biblioteca, en un centro documental, en un archivo o en un museo, de cara a los investigadores y personas amantes de los entresijos de la Historia, puede deparar recompensas inesperadas... y eso precisamente ocurrió a finales del pasado mes de abril, en dos espacios que atesoran conocimiento, saber y, sobre todo, mucha historia. Nos referimos al Fondo de Canarias de la Biblioteca General y de Humanidades de la Universidad de La Laguna y al Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias. Ambos espacios recibieron una visita singular: Charles Anthony Sangster Paterson, quien acudía con la firme intención de donar un valioso documento, que escondía tras de sí un episodio de la historia de Santa Cruz de Tenerife.

Se trataba de un relato mecanografiado, escrito en inglés, de unas 40 páginas, en el que su padre, el teniente naval Anthony J.E.P. Sangster (1921–1992), relataba las duras circunstancias que vivió como náufrago tras el hundimiento del mercante Britannia en el que viajaba. Esta embarcación, de 8.800 toneladas, había zarpado de Liverpool con rumbo a La India, pero vio truncada su singladura al ser atacada el 25 de marzo de 1941 por el crucero auxiliar alemán Thor —bajo el mando del capitán Otto Kähler— a unas 750 millas al oeste de Sierra Leona. La nave británica, construida apenas quince años antes, en 1926, en los astilleros Stephen & Sons de Glasgow para la compañía Anchor Line, iba provista únicamente con un cañón defensivo en la popa, armamento claramente insuficiente ante el arsenal del Thor, que además engañó al Britannia enarbolando bandera japonesa para acercarse de forma furtiva a su víctima.

El hundimiento de la embarcación dejó un trágico balance: de los 484 pasajeros y tripulantes, 249 perecieron. Algunos botes salvavidas que pudieron huir del trágico escenario fueron rescatados en los días posteriores por barcos de distintas nacionalidades, dándose el caso de que una de las lanchas atravesase el Atlántico en una heroica travesía de veinte días arribando a Brasil sana y salva. Uno de los buques salvadores, el mercante español Cabo de Hornos, de la empresa Ibarra y en su itinerario desde Buenos Aires a la Península, pudo salvar a 77 náufragos que habían pasado cinco días a la deriva. Entre ellos se hallaba el teniente Sangster, cuya vida, junto a la de muchos otros, quedó en perpetua deuda a la intervención de una baronesa hispano-americana (de identidad hasta ahora no desvelada) embarcada en el mismo buque español. Fue ella quien convenció al capitán de seguir buscando supervivientes, tras avistar los primeros botes en alta mar, y la que se desvivió por brindar ropas de su marido para vestir a los desarrapados náufragos, con quienes se comunicaba en lengua francesa.

Supervivientes del Britannia en el patio del hotel Pino de Oro, Santa Cruz de Tenerife.

Este acontecimiento se enmarca en los sucesos de la II Guerra Mundial (1939-1945), de los cuales parece que Canarias quedó en un segundo plano, pero su ubicación estratégica en medio del Océano Atlántico, provocó que se relacionara con ambos bandos del conflicto armado. Cabe señalar que tanto la Alemania Nazi como la Italia Fascista, apoyaron activamente al general Franco, durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y ambos quisieron recuperar el favor, cuando Hitler se reunió con Franco en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, con el fin de que España se incorporase a la contienda militar en el bando de las Potencias del Eje. Algo que finalmente no sucedió principalmente por las altas pretensiones del general que quería para España una amplia lista de territorios en África, con el fin de recuperar el viejo imperio colonial y sobre todo por el estado en el que se encontraba España, devastada por 3 años de una cruenta guerra sin cuartel. Técnicamente, España seguía del lado de Alemania y de Italia, pero este hecho quizás pudo generar tensión entre estos países, puesto que al final, la isla de Tenerife dio socorro a los británicos, considerados como los enemigos número 1 en ese momento del conflicto, especialmente en el caso español por la influencia que ejercía el ministro Serrano Suñer, que más adelante trataremos.

Debemos tener en cuenta, el contexto en el que se encontraba la guerra, cuando los supervivientes del hundimiento del Britannia llegaron al puerto de Santa Cruz, en esos momentos, el conflicto ya empezaba a tornarse hacía el bando de los Aliados y esto se materializaba con la entrada a la guerra de los Estados Unidos, en diciembre de ese mismo año, los norteamericanos meditaron desde comienzo de año su entrada en el conflicto, pero el ataque a Pearl Harbor aceleró las cosas.

Desembarco de los supervivientes en Tenerife

El Cabo de Hornos desembarcó a los rescatados en Santa Cruz de Tenerife el 3 de abril de 1941, tal y como recogió además puntualmente la prensa local (El Día, 4 de abril, p. 2). Debido a su delicado estado de salud fueron atendidos por la Cruz Roja en aquel puerto, siendo trasladados para su recuperación a la Clínica Zerolo, bajo la atención de los facultativos Manuel Fernández de Villalta y Tomás Zerolo Fuentes. Tras los primeros cuidados, en su mayor parte fueron alojados en los hoteles Spragg y Pino de Oro, ambos bajo titularidad inglesa, y donde también residía el personal del consulado británico. Su repatriación no fue inmediata y ello dio lugar a una estancia, casi en régimen de internamiento, en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, que se prolongará por espacio de cuatro meses. Bajo las pautas del cumplimiento de las leyes internacionales sobre personal militar en tiempos de guerra, y en gran parte debido a la delicada situación política de España en aquellos años, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer —de conocida simpatía por las potencias del Eje— mantenía tensas relaciones con el embajador británico en Madrid, sir Samuel Hoare, las circunstancias no fueron las más idóneas para la negociación. Únicamente el paso de los meses, con los acontecimientos nacionales que motivaron el creciente distanciamiento de Francisco Franco respecto a la línea germanófila de Serrano Suñer, propiciaron que finalmente llegase la autorización para el retorno de los náufragos a su patria.

Noticia en el periódico 'El Día' del 4 a de abril de 1941.

Durante su estancia en Tenerife, Sangster y el resto de supervivientes quedarían eternamente agradecidos por el trato recibido por las autoridades y por la población isleña. El testimonio que ha sido depositado en la Universidad de La Laguna se inscribe en la línea de los relatos ya conocidos sobre el fatal hundimiento, como los de Jack Arkinstall, Alfred Warren, Donald Brown o Spencer Mynott, quienes también recogen con detalle sus experiencias en la isla.

El relato de Sangster, además de documentar el naufragio, aporta entrañables anécdotas personales. En él cuenta, entre otros detalles, su paso por el hospital, los cuidados recibidos por las enfermeras Mrs. Carse y Mrs. Smith, y una curiosa amistad con una joven llamada Consuelo, vigilada de cerca por su estricta madre. Sangster intentó aprender español con ella, intercambiando poemas y piropos literarios. “Consuelo había dicho a sus padres que yo era un profesor de los piropos”, recordaba con humor. A través de sus páginas podemos conocer cómo siguieron su día a día de estancia en la capital, que arrancaba con una sencilla formación militar de recuento, con las consabidas palabras de ánimo y oraciones religiosas, seguida de actividades que podían incluir paseos por la ciudad, partidas de tenis o incluso bañarse en el mar. Según sus propias palabras, “fuimos tratados con mucha humanidad por los españoles”.

El título del manuscrito, Lest We Forget, alude a la célebre expresión del poema Recessional de Rudyard Kipling, también utilizada en la Ode of Remembrance, cargada de emotividad y memoria histórica en los ambientes bélicos. La historia del Britannia y sus supervivientes no es solo una muestra del drama de las contiendas navales sino también un capítulo poco conocido de las relaciones entre Canarias y la II Guerra Mundial. Llevados por nuestra imaginación, por momentos uno puede contemplar aquel Santa Cruz de Tenerife de 1941 como la Casablanca del inolvidable Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, donde ese espacio neutral propiciaba situaciones de bloqueo de viajeros a la espera de pasaportes, salvoconductos u otros permisos, en un ambiente complicado, de recelos, espionaje y tenso conflicto. Gracias a las generosas donaciones como la del Sr. Sangster Paterson, cargadas de emotividad, recuerdos y sensaciones insondables, estos episodios resurgen del olvido para enriquecer nuestro valioso patrimonio documental y ofrecer nuevas y enriquecedoras perspectivas para próximos estudios.

Finalmente con esta generosa donación realizada por Charles Anthony Sangster Paterson, podemos poner en valor esos relatos de vida, esas experiencias que parecen lejanas en el tiempo, pero que se encuentran cargadas de un claro componente emocional y simbólico. Algo que en otras fuentes que podríamos considerar como oficiales, no encontraríamos. Al final este testimonio, pone a Santa Cruz y en general a la isla de Tenerife, en la órbita de un conflicto triste y oscuro de la historia mundial que tuvo repercusión en todo el planeta.

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