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El Pote, 50 años cocinando para Las Palmas de Gran Canaria

F Santana y Kessomal, propietarios de El Pote

Javier Suárez

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En este año 2022 es Adal Santana quien lleva los mandos de la gestión de El Pote. Se desvive por atender a todas las personas que cruzan la puerta de su casa de la misma forma que hacía su padre, Aníbal, cuando entraron en este negocio en el año 1999. Hablar de El Pote es hacerlo de uno de esos locales que ya forman parte de la historia gastronómica de nuestra ciudad, Las Palmas de Gran Canaria. Es por eso que en este mes de octubre, El Pote celebra un cumpleaños muy especial, “50 años cocinando para ti”.

Este sábado 15 de octubre Aníbal Santana y su socio, Murli Kessomal, quisieron levantar las copas acompañados de clientes que ya son familia para conmemorar un momento de los que no se conocen muchos en esta isla como cumplir unas Bodas de Oro dando de comer a los habitantes y visitantes de una ciudad. 

Aníbal recuerda con nitidez cuando entraron en El Pote. Abierto desde 1972 por otros propietarios, “nosotros entramos en 1999 y a partir de 2007 ha sido nuestro en propiedad total. La crisis de 2008 arrasó con todo y sufrimos un bache importante del que logramos salir. En 2020 hemos sobrevivido a la COVID pero también hemos logrado salir gracias a nuestra capacidad de adaptarnos en cada momento a lo que iba viniendo. Si nos prohibían fumar en los locales, nos adaptábamos; que ahora toca delivery, nos adaptamos; que tenemos que abrir con la mitad de comensales, nos adaptamos. En resumen, de eso se trata la vida y, nuestro negocio, de adaptarnos a cada momento, eso sí y déjalo muy claro, sin sacrificar ni un ápice nuestra calidad tanto de producto, como de cocina, bodega y sala. Aquí todo es importante para que nuestro cliente se encuentre como en casa”. 

Al hilo de la conversación le pregunto a Aníbal cómo ve estos meses próximos y no se esconde: “Va a ser un año muy largo pero confío en que esta crisis que también se ve venir llegar a causa de la guerra de Ucrania y los incrementos de costes, tampoco va a poder con nosotros. El recibo de la luz se nos ha multiplicado por tres, los costes de los productos ni te cuento, pero tenemos claro que aquí se trata ahora de afrontar estos duros momentos y no repercutirlo todo en el comensal, porque eso sí que sería echar el cierre al local ya que somos conscientes de que nosotros lo estamos pasando mal, pero nuestra clientela, el principal tesoro de nuestra casa, también”.  

Aníbal Santana sentenciaba de manera rotunda su apuesta por “la calidad de la materia prima que trabajamos en El Pote, mirando primero al producto local y cuando no encontramos lo que necesitamos, importar lo mejor de fuera como son los mariscos gallegos o la carne de León, entre otras cosas, unido a que hemos mantenido la plantilla como señal de calidad en el servicio. Creo que son cosas que la gente valorará en unos tiempos donde a la hora de elegir dónde ir a comer o cenar, la confianza del comensal será más determinante que nunca”.

Hoy es Adal Santana quien lidera esta casa. Es uno de esos sitios donde no hay una figura del cocinero/a al frente porque lo tienen claro en la casa, “Aquí no manda el ego de alguien en cocina, somos todos una familia que va a una y el único dueño de los fogones es la historia de la propia casa y el comensal que ya nos reconoce por lo que somos”. 

En tiempos como los actuales también hay que poner en valor propuestas como estas, firmes y decididas en beneficio del equipo en su conjunto. Este detalle marca un poco todo lo comentado. “Si yo abriera hoy El Pote creo que no pondría jamón ibérico cortado a mano en el momento, aquí no puedo ni pensar en quitarlo; El Pote manda por sí mismo como casa en algunas decisiones y eso se lo ha ganado durante estos 50 años de vida”.

Reflexionando sobre lo que se ve venir desde ya en el aspecto económico para la hostelería de la ciudad, Adal se muestra cauto: “Lo veo con ilusión pero también con preocupación. Yo amo y adoro nuestra profesión pero también creo que hay que darle una vuelta de tuerca y adaptarnos a los nuevos tiempos que vienen en forma de horarios y días de aperturas que permitan una mayor conciliación laboral de nuestro personal, pero también una mayor optimización de la cuenta de resultados. Nosotros estamos cerrando domingo y lunes, y aparte dos noches entre semana como son las de los martes y miércoles, yo siempre he defendido que se puede ser feliz trabajando en la hostelería y en eso estamos”.

En un día de marcadas emociones, a Adal le brillan los ojos cuando le pido que se pare y piense en lo que significa este cumpleaños. “Uf, a mí se me hincha el pecho de orgullo porque no olvides que yo he vivido esta casa como el niño que venía a comer y como el profesional que a día de hoy la lidera. Pero déjame decirte algo muy alto y claro que mi padre ha dicho toda su vida y que yo suscribo, el mayor tesoro de El Pote y lo único que le ha llevado a cumplir estos primeros 50 años de vida ha sido, es y será, su clientela”.

No podía terminar la conversación atropellada con Adal en medio del trajín de un día como este preguntándole por la barra de El Pote, un sitio que tiene vida por sí misma y que si pudiera hablar, cuántas cosas no se sabrían. “En estos 50 años han pasado por aquí personas que en un momento u otro han tenido que trabajar en pequeñas o grandes reformas acometidas, cambios de decoración, etcétera, pero algo siempre les he dejado claro desde el primer minuto: la barra de El Pote no se toca, antes salgo yo que modificar la barra”.

Murli Kessomal, el socio en la sombra

Todos conocemos a la familia Santana, Aníbal antes y Adal ahora, como las caras visibles de El Pote, el propio Aníbal en el discurso de agradecimiento recalcaba que “aunque siempre he sido yo a quien han visto hablar, aquí hay dos familias: la mía y la de Murli Kessomai Kaknani, mi socio desde hace más de 40 años”. Y en un día como este, no podíamos dejar de hablar con el propio Murli, siempre en la sombra. “Aníbal y yo hemos entrado en El Pote desde 1999 y hoy, viendo el 50 aniversario y el cariño que recibimos de la gente, doy por bueno el sufrimiento que hemos pasado tanto como el que queda por venir”. 

Como cierre, Murli apostilla: “Siempre cuento la anécdota de que Aníbal y yo nos metimos en esto porque el día que lo compramos estábamos contentillos, porque si hubiéramos estado serenos igual no nos hubiéramos metido nunca”. 

Y así terminamos, con unas sonoras carcajadas que precedieron al gran éxito de convocatoria con casi 200 personas reunidas alrededor de un agradecimiento y una sensación de que “El Pote lleva 50 años cocinando para todos nosotros”, todos deseando que fuera así por muchos años más.

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