La Gomera: regreso a la vida borrada

Palmeral en el barranco de Santiago, en el sur de La Gomera.

Román Delgado

La isla de La Gomera desprende naturaleza por todos sus poros y es un espacio óptimo para la práctica del senderismo, para la realización de rutas que, bien programados, permiten conocer el espacio insular palmo a palmo y degustando todos sus ricos y variados paisajes.

La Gomera es mágica en muchos de sus rincones, uno de ellos el caserío de Benchijigua, adonde se puede llegar desde la zona conocida con el topónino de Las Toscas, a través de un paseo que no ofrece grandes dificultades y que, en ningún caso, se hace largo.

El recorrido se inicia en la cota de los 700 metros de altitud, más o menos, y la excursión, hasta llegar al caserío objetivo, siempre transcurre a ese nivel. Se trata de bordear, hasta llegar al centro de la cabecera, la ladera este del barranco de Benchijigua, una cuenca que confluye en el barranco de Santiago, en su tramo medio, y que es un ejemplo característico de los barrancos integrados en la red hidrográfica meridional de la isla de La Gomera.

El camino de ida, de unas dos horas, permite ver formas erosivas de inmenso valor: lechos profundos de barranco, laderas, lomadas, cabeceras de cuenca y los tramos altos y medios propios de este modelo hidrográfico. Y luego queda el paisaje y la vegetación singular del lugar, con palmerales, cedros, fayas, brezos, pinos canarios y algo de vegetación arbustiva en la parte alta de la cuenca, y con más verdor en el lecho, donde el agua hace florecer otro tipo de flora.

Como culminación de este primer tramo, queda la visión al detalle del caserío de Benchijigua, rehabilitado en parte y claro exponente de la arquitectura rural de La Gomera, del modelo antiguo de organización de estas pequeñas poblaciones y de la cultura y el modo de vida tradicionales en el campo. Todo un lujo.

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