Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

NIGHT VISIONS BACK TO BASIC: EL FESTIVAL Y ALGUNA COSA MÁS

Ya dije en mi anterior columna que los festivales de cine de género son los eventos cinematográficos que poseen un tempo personal, muy diferente al del resto de encuentros que tienen como eje central el séptimo arte. Si a todo esto se le suma la trasgresora e iconoclasta tendencia que adorna a los encargados de la programación de un festival como Night Visions, siempre empeñados en mezclar aquello que no debería ser mezclado… entenderán que mi primera afirmación logra una mayor carta de naturaleza, sin casi tener que despeinarse.

Acudir a Night Visions es emular a George Wells, personaje principal de la película de George Pal, The Time Machine (MGM 1960), dado que el espectador lo mismo puede disfrutar con un estreno en exclusiva, un remake “uncut”, o un clásico de cualquier parte del mundo, que, como suele ser habitual en el fantástico, ha permanecido oculto e ignorado durante décadas.

En esta ocasión, Night Visions nos ofreció la posibilidad de disfrutar con propuestas tan actuales como lo pueden ser The Raid 2, una suerte de continuación de su antecesora, The Raid pero con mayor profundidad y mucho más tiempo para contarnos lo que su director, Gareth Evans nos quiere contar.

Quien también se dio un paseo por el festival, y de qué forma, fue la segunda parte de Dead Snow, en este caso, teñida por un épico enfrentamiento entre los sanguinarios nazis y un pelotón de soldados soviéticos, recién llegados al tablero de juego. Tan desternillante y excesiva como la primera, pero mejor desarrollada, con mayores y mejores medios, y un vehículo acorazado Tiger 1 como punta del pelotón de soldados nazis zombificados, Dead Snow 2: Red vs Dead, confirma que Tommy Wirkola llegó para quedarse y que el éxito de su primera apuesta en el mundo de cine de género no fue una casualidad del destino, sino la consecución de un trabajo previo y mucho desparpajo. Por añadidura, ver películas como éstas, en un escenario como Night Visions, festival que también presentó Dead Snow en primicia mundial, resulta algo impagable.

Esto mismo se podría decir de excesos visuales tales como Why don´t you play in hell, del japonés Sion Sono; Nurse 3D, dirigida por Douglas Aarniokoski; o Raze, reinterpretación de las peleas clandestinas protagonizadas por presos en las cárceles de todo el mundo, pero cambiando el género de los contendientes. En Raze, dirigida por Josh C. Waller, el mito de la fémina débil y apocada se da de bruces con la sordidez, la violencia y el implacable y desenfrenado instinto de supervivencia que embarga a cualquier ser humano que no quiera perecer. “Pelea hasta la muerte, si no quieres que alguien inocente muera” sería la premisa de esta dura y sorprendente película protagonizada por Zoë Bell, Rachel Nichols, Tracie Thoms y Sherilyn Fenn.

Igualmente recomendable por la vuelta de tuerca a la que somete Olivier Beguina al mito del vampirismo es Chimeres, nueva reinterpretación del mito, pero queriendo buscar el aspecto más realista. Chimeres nos lleva hasta una situación en la que el vampiro es producto de una enfermedad trasmitida por la sangre, no a causa de un fortuito encuentro con una criatura de la noche. Alex, un prometedor fotógrafo, irá viendo cómo su vida va cambiando tras una transfusión de sangre, después de un accidente. Su metamorfosis, en parte real y en parte soñada, toca las mismas cuerdas que otras tantas películas que tienen a los chupasangres como hilo conductor de la historia, pero sin la fortaleza, la belleza o el ansia decimonónica de los personajes creados por Ann Rice.

En Chimeres la sangre es símbolo de vida, de muerte y de catarsis, algo que luego Livia, la pareja de Alex, entenderá sin casi tiempo para asimilarlo. Amor, muerte, sangre, renacimiento, pasión y dolor son algunas de las claves de esta brillante y nada pretenciosa propuesta, la cual cuenta con la presencia de la actriz Catriona MacColl, una de las musa del aun ignorado realizador italiano Lucio Fulci.

Termino esta segunda aproximación a la edición de primavera del festival Night Visions con una de esas películas de las que has oído hablar, pero nunca has tenido la oportunidad de ver. White of the eye, dirigida por el director escocés Donald Cammell –fallecido en 1996- nos presenta al psicópata asesino de una forma tan brutal y muy cercana al Giallo italiano, que uno piensa que está viendo una producción transalpina y no una película anglosajona.

Paul White (David Keith), un experto en insonorización y en acústica, es el personaje principal de una trama que va desde los crímenes más sórdidos, pasando por la disfuncionalidad de las relaciones humanas y terminando con la psicopatía, implacable y diaria, que azota a buena parte del mundo, sobre todo en aquellos lugares en los que tener un arma de fuego es más sencillo que ir a comprar chucherías a la tienda de la esquina.

Sus personajes, tanto Paul, al igual que su pareja Joan (Cathy Moriarty) o el no menos radical Mike DeSantos (Alan Rosenberg) recuerdan a un los ratones de un laboratorio, atrapados, éstos, en un laberinto perpetuo y sin salida.

Rodada en un ambiente árido, opresivo, agobiante, el desenlace de todo aquel esperpento es solamente el fruto de un desencuentro vital de unos personajes desubicados, acabados y vencidos por sus propios miedos y psicopatías.

Con White of the eye, Donald Cammel demostró que su talento iba un paso más allá y exploró nuevos territorios, normalmente asignados al ya mencionado Giallo, pero tamizados por la óptica de alguien nacido en otro país europeo. Su prematura muerte nos privó de la posibilidad de disfrutar de otros ejemplos tan válidos como lo fue, en su momento, su película.

Dentro de unos días, más cosas que contar.

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Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

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