100 gramos de más

'100 gramos de más', de Leandro Betancor Fajardo

Leandro Betancor Fajardo

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Tengo la rutina de pesarme antes y después de la ducha y siempre, desde hace 8 meses, esta báscula me suma 100 gramos de más cuando termino y, ya seco, sin poder contar los micro gramos pulverizados de desodorante o las gotas de colonia que me pongo, me añade ese peso. 

He investigado mucho. He podido conversar sobre esos 100 gramos de más con eminencias académicas, catedráticos de lo suyo y carniceros de toda la isla y hemos llegado, entre todos, a una única conclusión: la ducha fría (la que yo acostumbro), además de limpiar y refrescar, elimina el estrés, reactiva la circulación, baja la presión arterial, despeja la mente y activa la libido. Pero no suma 100 gramos a nadie. Acaso tendría más sentido la resta que la suma, pues suele decirse que se quita uno un peso de encima después de ducharse. 

Pero yo se, confieso, que la verdadera razón que explica esos 100 gramos de más está en la rutina anterior al segundo pesaje, frente a mí, en el espejo. La primera mirada que cruzo con él al abrir la mampara deja a la vista la cicatriz de mi costado. Es el único momento del día en que la veo y me recuerda aquella maldita noche que a mi sólo me costó dos meses de hospital y una cicatriz en el espejo, pero a ella le salió más caro. 

Es mi mala conciencia la que pesa 100 gramos. Es un número redondo que coincide con la velocidad a la que iba por una carretera con límite de 60. Y todos los días corro para eliminarlos pero a la mañana siguiente vuelven a estar ahí, esos 100 gramos de más, mirándome desde la pantalla de una báscula, que era la suya. 

Puta vida. 

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