Operación ‘Salvar el hotelito’: la única casa modernista de Lanzarote se deteriora

'Hotelito' de Famara (DE LA CRUZ/DIARIO DE LANZAROTE)

M.J. Tabar

Arrecife —

Verano tras verano, los acuarelistas lo dibujan en sus cuadernos y la maresía lo devora sin prisa. El mismo aire salino que los médicos recetaron a su propietario en los años 20 del siglo pasado devora hoy la fachada de la única casa modernista de Lanzarote. Un particular ha planteado a la Diócesis de Canarias —actual dueña del edificio— y al ayuntamiento de Teguise un proyecto de restauración que ronda los 300.000 euros.

La primera vez que Arminda Arteta vio esta vivienda, de fachada semielíptica y fantasioso espíritu submarino, fue en una clase sobre patrimonio arquitectónico canario, en la Universidad de La Laguna. La diapositiva ubicaba la casa en Arrieta. En realidad está junto al muelle de Caleta de Famara, deshaciéndose como aspirina en vaso de agua desde que su propietario falleciera en 1950. “Soy de allí y no la conozco, qué vergüenza”, pensó la historiadora lanzaroteña.

La casa refleja buena parte del espíritu de Luis Ramirez (El Islote, 1884 - Barcelona, 1950), un hombre pudiente, que se crió en la casa que hoy es la bodega La Florida. Hijo de terratenientes, “siempre tuvo muchas inquietudes culturales” y ocupó varios cargos públicos (fue alcalde de San Bartolomé, consejero del Cabildo y juez de paz). “Tenía un gran interés en reforestar la isla y manejaba ideas muy avanzadas”, explica la historiadora en la bodeguita de la Casa Cerdeña.

Coleccionaba muebles, era un gran amante del arte y un católico muy devoto. Cuentan que en 1909, al percatarse de la columna de humo que había levantado el incendio de la iglesia de Guadalupe, emprendió con su caballo un galope desenfrenado para rescatar las figuras de los santos. En 1925 solicitó el usufructo del Castillo de Guanapay para embellecerlo. Así lo hizo, enterrando de paso a su perro Azabache en aquella montaña, como hizo con todos sus compañeros animales, a los que dedicó lápida y epitafio. También limpió y conservó la gran mareta de Teguise e intentó hacer lo propio con el castillo de Las Coloradas, pero no se lo permitieron. También promovió un albergue para romeros en Las Nieves, compró gran cantidad de objetos para el culto religioso, donó la casa de su abuelo al ayuntamiento de Arrecife (hoy, Casa Agustín de la Hoz) y destinó 1,5 millones de las antiguas pesetas a becas para niños sin recursos.

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