El virus desde Abu Dabi, Dakar y Edimburgo: “No tienes la sensación de estar viviendo una pandemia”

Emilia llegó a Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, en marzo, justo una semana antes de que se cerraran las fronteras. Se siente afortunada pues se desplazó de Tenerife a Madrid, donde pasó una noche, y voló hasta su país de residencia sin esperarse que solo unos días después se decretaría el estado de alarma, resultando la capital de España una de las áreas más afectadas por la pandemia de la COVID-19. Aprovechando los rayos de sol que entran por su ventana, Alba relata que la ciudad escocesa de Edimburgo no parece que esté viviendo una pandemia mundial, sensación que solo percibe cuando va al supermercado o ve las noticias. En Dakar, la capital de Senegal, se encuentra Elena, el país también está en estado de alarma, pero la población tiene que continuar haciendo vida en la calle para tratar de conseguir ingresos que le permita subsistir.
Cuando Emilia llegó a Abu Dabi la vida seguía como siempre, solo se habían detectado seis casos positivos por coronavirus. El país está compuesto por siete emiratos y cada uno tiene sus propias leyes por lo que se vive la crisis sanitaria de forma diferente. La política común es que no se puede estar en la calle desde las 22.00 hasta las 06.00 horas. En su ciudad no se ha llegado a decretar el confinamiento, sí se cerraron los establecimientos a excepción de supermercados, farmacias, algunas peluquerías y servicios de lavandería. Las cafeterías y restaurantes siguen abiertos pero hacen servicio a domicilio. Se permite a la población salir a la calle a pasear, hacer deporte o a comprar, independientemente de que se vaya de forma individual o acompañado. Si bien, hay que respetar la distancia social y no reunirse en grupos ni celebrar eventos familiares.
Considera que en los emiratos en general es “fácil” estar en casa ya que “prácticamente todo es online”. Debido a las altas temperaturas del país, antes de la llegada de la pandemia ya era normal que la gente pidiera la compra a casa, que las farmacias lleven los medicamentos, las tiendas de ropa, de juguetes… Además, cree que se tomaron las medidas a tiempo desde que se alcanzaron los 10 casos pero mantener las fronteras abiertas “jugó un papel muy importante” en la llegada del virus, que ya ha contagiado a miles de personas.

Natural de Tenerife, lleva unos años viviendo en Abu Dabi. Hace unos meses regresó a su isla natal para dar a luz a su bebé, con quien emprendió el viaje de vuelta. Explica que en los Emiratos Árabes un 89% de la población es expatriada, por lo que hay mucha gente que está teniendo problemas para pagar el alquiler o facturas ya que no reciben ayudas gubernamentales. Por ello, muchas personas están volviendo a su país de origen en vuelos de repatriación. “Pero aún es pronto para ver el impacto, llevamos un mes nada más así y ya se está abriendo todo poco a poco, duró mucho menos que en España”. Uno de las grandes preocupaciones ante la llegada del virus era la respuesta sanitaria pero afirma que el Gobierno está dando tratamiento a todo el mundo. “No hay espacio en hospitales, ni tanto personal, los contagiados son aislados en hoteles, se va al hospital cuando es estrictamente necesario”.
Cree que la situación por la que ha pasado España le hará mucho daño al país de cara al turismo, sobre todo a ese turismo que se desplazaba para hacerse tratamientos médicos, pero no puede ocultar sus ganas de volver a visitar a su familia cuando todo vuelva a la normalidad.
Desde Dakar, Elena cuenta que desde el pasado 23 de marzo se declaró el estado de alarma y, aunque tendría que haber acabado el pasado 4 de mayo, lo prolongaron hasta el próximo 2 de junio. Antes de este anuncio se había recomendado la restricción de actividades que supusieran la reunión de muchas personas, celebraciones religiosas o eventos familiares tipo bodas, bautizos… A partir de la declaración quedaron prohibidos los desplazamientos entre regiones y cerraron las fronteras aéreas y terrestres. Reconoce que es “muy complicado” confinar a la población debido a que hay mucha gente que “vive al día” de la economía informal. Por ello las autoridades han optado por poner un toque de queda, desde las ocho de la tarde hasta las seis de la mañana no puede haber nadie en la calle.

En estos momentos se están tomando otras medidas como regular los horarios de los mercados que se puede convertir en un foco importante. Además, se está empezando a controlar la apertura de los comercios que no son de alimentos, aunque no había una “prohibición formal” de seguir con la actividad muchos locales cerraron. Otros pasaron a la modalidad de recogida o envío de comida a domicilio. “Ahora regularon que los comercios que no vendan productos alimenticios solo van a poder abrir martes y jueves y, los mercados, lunes, miércoles y viernes”, cuenta Elena. Además, la mayoría de los supermercados cerrarán un día por semana para hacer la desinfección de las instalaciones. La mayoría de la gente sigue haciendo su vida normal. Es muy complicado respetar la distancia social según en qué calles aunque es cierto que es época de Ramadán y la ciudadanía “sale menos y se va antes a casa”. “Se ve menos movimiento en general”, señala. El uso de la mascarilla ha pasado a ser obligatorio en los lugares públicos y existe una especie de campaña para que los costureros pasen a coser mascarillas con tejidos africanos. “Ellos siguen teniendo ritmo de trabajo y se garantiza que todo el mundo pueda tener acceso a ellas”, indica. Además, desde las ONG se están haciendo campañas de sensibilización para que la gente se conciencie.
Desde el Gobierno senegalés se lanzaron varios paquetes de medidas de ayuda a las empresas y hubo una campaña para repartir alimentos a las familias. Además, el estado se está haciendo cargo de las facturas de electricidad de los hogares más vulnerables. Considera que se están tomando medidas para que la gente lo pueda llevar mejor pero hay mucha población que está dejando de tener ingresos y es “muy complicado”. “Hay algunas medidas que pueden aliviar pero la gente según en qué zonas no lo está pasando bien”, asegura.
Trabaja en Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP), una ONG que tiene diferentes proyectos en el ámbito de la seguridad alimentaria, construcción de paz y gobernanza en Senegal, de agua y saneamiento, prevención de VIH y salud materno infantil en Guinea Bissau. A principios de junio regresaba a su tierra, Galicia, para incorporarse en la delegación de ACPP en Santiago de Compostela, un proyecto que ahora mismo está “en el aire”. Desde la ciudad senegalesa está al tanto de la situación de España y de su comunidad en particular: “Está más tranquilo y estoy super contenta de que esté mejorando aunque no esté del todo controlado y no haya que bajar la guardia. Al final todo el esfuerzo que la gente está haciendo está valiendo para algo”, manifiesta. Elena asegura que “nunca” se planteó volver ya que la situación de España era más “complicada”. “No tenía sentido hacer un viaje enorme teniendo que pasar por Madrid para no saber ni siquiera si estaba contagiada o no, me parecía crearme un estrés y perjudicar al sistema de transportes, de salud y a mi familia”.

Por amor a la ciudad se marchó Alba a Edimburgo. Estudió Periodismo en la Universidad de La Laguna (ULL) y trabajó como becaria en un departamento de comunicación corporativa en su Isla, Tenerife, cuando decidió marcharse a la capital de Escocia. Quería vivir la experiencia y ayudar a su hermano con la comunicación de la marca de un proyecto de turismo activo en la ciudad escocesa. Además trabaja a media jornada en una tienda de ropa que le ayuda a costearse sus gastos y mejorar el idioma. En estos momentos el proyecto está “completamente parado”, si bien tienen la esperanza de que se pueda reactivar cuando las circunstancias lo permitan. Su suerte, considera, es que ella, su hermano y su cuñada trabajaban en otras empresas por lo que están recibiendo el 100% de su salario.
Cuenta que el ambiente allí es de tranquilidad, cuando sale a la calle no tiene la sensación de que se esté viviendo una pandemia mundial. Las autoridades permiten a la población hacer una hora de deporte al día pero no hay presencia policial y hay “muchísima” gente en la calle, se sale en grupo, los niños juegan fuera… No obstante, cree que se debe al buen tiempo que se está viviendo en la ciudad. “Si sale el sol parecen días de fiesta y el confinamiento está coincidiendo con días de sol y de calor, la gente está sentada en los parques aprovechando estos días que son pocos al año”, afirma. Sin embargo, todos los comercios que no sean de alimentación están cerrados y se ve menos gente en la parte céntrica de la ciudad debido a la posibilidad de hacer teletrabajo, pero “ni de lejos se percibe tanta tensión como la de España”. En su opinión la gestión es “deficiente”.

Cuando mira hacia España siente una “doble agonía”, sobre todo los primeros días sentía la tensión de su país y lo que le contaban sus familiares y amigos pero salía a las calles de su ciudad de residencia y ese nerviosismo se rebajaba. En relación a la gestión, opina que “se han hecho cosas bien y mal”, pero no cree que sea el momento de “señalar con el dedo”, ya que es una situación que ha pillado desprevenida a todo el conjunto de la población. “Me encantaría que esa unión a golpe de palmas de cada tarde se extrapolara a todos los ámbitos, porque realmente es lo que necesitamos”, dice, haciendo referencia a los aplausos que cada tarde brinda la ciudadanía a los sanitarios en todo el país. Le preocupa su futuro, sobre todo el hecho de no saber cuándo podrá volver, reconoce que le encantaría desarrollar su vida profesional en España pero de hacerlo sería con unas condiciones “decentes”.
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