Un estudio revela que desde muy temprana edad la infancia está expuesta a contenidos violentos y pornografía en la red

Estibaliz Linares, profesora e investigadora de la Universidad de Deusto; Ana Lidia Fernández, investigadora de la Universidad de Deusto y directora de Opciónate en Gran Canaria; y  Betsaida González, concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

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Cyber-Resistance, una investigación pionera impulsada por la Universidad de Deusto y la asociación Opciónate de Gran Canaria, expone conclusiones muy preocupantes acerca de la temprana e incorrecta exposición de los menores de entre seis y doce años al entorno digital y los dispositivos. El proyecto se enmarca en la convocatoria estatal RETOS 2022 y cuenta con la financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España.

El estudio, titulado Ante la tercera brecha digital de género y ciberviolencias en la infancia: coeducación, oportunidades y resistencias, presentado este jueves en el Museo Elder de Las Palmas de Gran Canaria, pone el foco en cómo la digitalización temprana ha expuesto a niñas y niños a contenidos sexistas, acoso virtual, estereotipos y dinámicas de poder que perpetúan la desigualdad. La investigación, que se ha realizado en centros de educación primaria de Gran Canaria y Euskadi, ha recogido las voces de 460 participantes, incluyendo alumnado, familias y profesorado con el objetivo de comprender cómo la infancia experimenta la tercera brecha digital de género y las ciberviolencias, cada vez más presentes desde edades tempranas.

Para Ana Lidia Fernández -Layos, directora de Opciónate e investigadora de la Universidad de Deusto, las primeras conclusiones tienen “a toda la comunidad educativa preocupadísima y con muchas ganas, por parte de las personas que han participado, de llegar a un consenso y de poder crear un sentido común para mejorar en la educación digital”.

Y es que según los testimonios de los menores participantes en el estudio, acceden a los dispositivos digitales desde edades muy tempranas, principalmente entre los 5 y los 7 años. Las fuentes indican que la pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión que aceleró este acceso, ya que para los estudiantes de 6º de primaria en el momento del estudio, la pandemia ocurrió cuando tenían 5 o 6 años y el confinamiento obligó a introducir dispositivos para uso diario. Para los estudiantes de 3º a 5º de primaria, que estaban en educación infantil durante la pandemia, no necesitaron conectarse por motivos educativos, pero algunos empezaron a usar una tablet para entretenerse. Según los datos arrojados, el primer dispositivo propio más común es la tablet individual. Los menores también acceden “ocasionalmente al móvil de sus padres o abuelas”.

Para Ana Lidia Fernández - Layos, “tanto niños como niñas se enfrentan a riesgos que tienen que ver con lo físico, con lo psicosocial, con el acceso a contenidos violentos, pornográficos, que les enseñan roles estereotipados que son perjudiciales tanto para chicos como para chicas”, explica. “Pero sí es verdad que existe una extrema cosificación y sexualización de las niñas a muy temprana edad, y como los contenidos que están viendo les promueven que su autoestima esté vinculada con su imagen sobre todo, hace que los efectos sean mayores”. La directora de Opciónate también recalca que “en todas las violencias, las ciberviolencias también, hay un mayor número de niñas, chicas y de mujeres afectadas que varones, y esto lo reconocen desde los muy pequeños y muy pequeñas”.

Otra de las conclusiones destacadas es el modo en que estos niños se acercan a los dispositivos. Se observa cómo en los hogares donde el uso de los dispositivos se realiza mayoritariamente en el salón en familias con mayores restricciones, y en las habitaciones de los menores en familias menos restrictivas. “Ya no solo consiguen el móvil o el acceso a Internet en casa, sino también en el cole, y aunque existe una normativa del Gobierno de Canarias que impide el uso de los dispositivos en los centros escolares, en algunos casos son las familias las que quieren que los niños o niñas tengan esos dispositivos dentro del centro educativo”, explica Ana Lidia Ferández - Layos.

El profesorado también advierte que el abuso de las tecnologías tras la pandemia ha deteriorado la atención, el comportamiento y la salud emocional del alumnado. La escuela ha integrado dispositivos sin formación adecuada ni modelo pedagógico claro, generando conflictos incluso dentro del horario escolar.

“Los propios docentes”, continúa Fernández - Layos, notan clarísimamente cada lunes qué niños y niñas han estado más horas expuestos a dispositivos porque llegan cansados“.

Más contenido violento que pornografía

Un apunte importante para Estíbaliz Linares, profesora de la universidad de Deusto e investigadora principal del proyecto, es que sobre los datos obtenidos tanto en Canarias como en Euskadi se está poniendo mucho el foco en la pornografía, “que sí, que les llega, pero tienen controles parentales y pautas”, explica. “Sin embargo, lo que particularmente nos ha llamado bastante la atención en ambas comunidades es el contenido violento”.

Advierte de que este contenido es “extremadamente violento” y “físicamente muy agresivo” y que les “llega por todas partes”, siendo muchas las niñas y niños que por la noche “incluso tienen pesadillas con el contenido que han visto”.

Para Linares también es muy representativo “que el 90% de las personas que han participado en las familias son mujeres, son madres. Eso ya nos dice mucho, que quién se está ocupando y quién se está encargando de todo esto. Cuando les hablas, cuando les preguntas cómo ven el diálogo, hay bastantes veces que se contradicen entre madres y padres en las familias tradicionales y heteronormativas”.

Otra de las cuestiones que preocupa a la investigadora “es a lo que juegan con sus padres; nos están diciendo que juegan a videojuegos extremadamente violentos, machistas, con altos sesgos de género y están jugando con ellos”, advierte.

Con lo cual, recalca, la importancia de revisar “por lo menos cómo nos estamos sumergiendo nosotras y nosotros, como madres, padres, madre-madre, padre-padre, en cuanto a las tecnologías y cómo las estamos utilizando”. Preguntada por las pautas que se dan a los niños y niñas para acceder a la tecnología, Linares cita resumidamente el control parental, la privacidad de las cuentas, la protección del anonimato o filtrar el contenido al que los menores tienen acceso.

El estudio destaca que los niños y niñas saben identificar y diferenciar qué es machismo, qué es sexismo, qué es racismo, pero para los que no existe alternativas. “Y es ahí”, concluye Linares, “donde nos está marcando la investigación puertas. Y una de ellas es ver que igual tenemos que hacer más empuje en seguir visibilizando otro tipo de alternativas, otro tipo de contenidos”.

Cyber-Resistance seguirá desarrollándose hasta 2026. Su meta es transformar la alarma en acción, proponiendo estrategias que protejan a la infancia y promuevan un entorno digital más justo, seguro y equitativo desde la escuela y el hogar.

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