La Iglesia Cubana, el movimiento canario que satirizó los dogmas de la religión en plena dictadura

Emilio Díaz Miranda.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

Ni bailes, ni asambleas, ni grupos de hombres y mujeres en la calle. En este ambiente marcado por los dogmas de la religión católica y de opresión surgió en los años 50 en Canarias un movimiento con el que un grupo de jóvenes se burlaba de todos los preceptos impuestos y que adoptó el nombre de La Iglesia Cubana. Los muchachos se reunían en la que actualmente es la Plaza de las Ranas, en Las Palmas de Gran Canaria, y allí discutían, reflexionaban y sobre todo ponían humor a aquellos años de pocas libertades y derechos.

Emilio Díaz Miranda, uno de los precursores del movimiento y que en 1970 fue preso político, explica que el obispo de esa época en Canarias, Antonio Pildain y Zapiain, no permitía los bailes ni fiestas populares e incluso cerró las puertas de la iglesia en una visita que hizo a la isla Francisco Franco ya que se oponía a que se celebrara un baile de recepción.

En ese contexto, las “gamberradas” de estos jóvenes consistían en reírse de este “puritanismo”. Cuenta que él y sus compañeros llegaron a “poner sostenes a las estatuas de unas diosas que había en el Puente de Piedra” que comunicaba los barrios de Triana y Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria, y que los viernes, como no se podía comer carne, era justo lo que pedían en los bares. “Era una manera de provocar y de manifestarnos en contra de las normas que imponían, porque había leyes escritas y otras no escritas”, subraya.

El nombre de Iglesia Cubana viene de “cuba de vino” y también por la dictadura de Batista, en Cuba, “que era muy corrupta, y nosotros también éramos una iglesia corrupta, en el sentido religioso, claro”. Frente al “clericalfascismo imperante” se reúnen, discuten, leen y combaten la mojigatería sexual impuesta por el obispo.

Díaz Miranda, que además destacó por ser un reconocido nadador olímpico de la época, recuerda que escribió unos evangelios apócrifos (los no reconocidos como verdaderos) y que este movimiento también llegó a celebrar el festival de la canción atea. “La idea era desenmascarar las mentiras” y todo lo hacían “en plan cachondeo”, pero en un contexto histórico y político en el que quien no comulgara con las ideas del régimen era perseguido.

De la Iglesia Cubana, anterior a Canarias Libre (movimiento que se forjó en torno al abogado Fernando Sagaseta) salieron nombres como el compositor Luis Hernández Crespo (profesos de Filosofía y padre de la Iglesia Cubana) Falcón Sanabria, Matías Díaz (conservador del Museo del Prado), Manuel Bello, Luis Also, Arturo Cantero o Augusto Hidalgo…

Para un joven como él, educado en colegios católicos y de familia religiosa, hasta donde él sabía hasta ese momento (muchos años después descubrió que su bisabuelo había sido jefe de la masonería), llegar hasta el punto de no creer en la Iglesia fue gracias a los libros. “Una vez le pregunté al cura por la Inquisición y me dijo que eran mentiras de los rojos y los masones, entonces como mi padre era socio del Club Náutico decidí ir a la biblioteca y consultar la enciclopedia Espasa, donde descubrí lo que de verdad significó”.

La influencia de la religión era tal que, para conseguir su título de maestro, Díaz Miranda cuenta que necesitaba un certificado de buena conducta, certificados penales que probaran que no había estado en la cárcel, otro de adhesión al movimiento y otro de buena conducta moral religiosa. Sostiene que el hecho de ser nadador olímpico y que sus entrenadores lo apreciaran tanto, unido a que el cura le firmó un escrito en el que admitió “buena conducta moral” sin añadir el matiz de religiosa, ya que nunca iba a la iglesia, le permitieron obtener la titulación. “Gracias a que fue en 1969 porque un año después ya estaba preso”, explica.

Empezó estudiando Ingeniería Industrial, pero lo dejó porque no era lo suyo. No obstante, de aquellos tiempos en esa facultad recuerda que los estudiantes publicaban un periódico. Ahí comenzaron sus problemas con la policía. Uno de los artículos que escribió versaba sobre el movimiento nazi y otro, no lo firmó al considerar que no era tan polémico y lo dedicó a Unamuno, cuyas obras se encontraban entre las prohibidas por la Iglesia. El joven desconocía en ese momento que el obispo odiaba a este escritor y que llegó a dedicarle un artículo en el que lo catalogaba de “maestro de herejes” mientras que él, en el periódico universitario, lo calificó de “maestro de la juventud española”, sin saber de la existencia de este artículo de Pildain y Zapiain. Este hecho supuso la queja de la Iglesia y que todos los escritores del periódico fueran interrogados para dar con el autor, aunque siempre mantuvieron que fue anónimo.

De Canarias Libre a los sucesos de Sardina del Norte

Díaz Miranda recuerda que la noche en la que cayó la gente de Canarias Libre (movimiento que él no define como nacionalista sino de izquierdas y que buscaba que las Islas dejaran de ser tratadas como una colonia, aunque no abogaba por la independencia) se encontraba arrestado en los calabozos. El motivo es que él tenía la función de enseñar a nadar a los militares, pero a veces se escapaba del cuartel y se iba a echar la siesta o a comer a su casa.

Recuerda que la mayor parte del activismo político vino después con el Partido Comunista en Canarias. Su entrada en la formación vino de la mano de su compañero Polo, “al principio éramos tres pelagatos y nos reuníamos en un taller”, pero con mucho cuidado ya que las reuniones estaban prohibidas. “Si nos pillaban te entraban de palos y te condenaban”. De hecho, sostiene que en las Islas no hubo una guerra civil como tal ya que “a los rojos se los cargaron desde el primer momento y lo que hubo fue un silencio total”.

A partir de esos contactos, fue detenido varias veces. La primera, recuerda que fue después de dejar su trabajo en Iberia y empezar a trabajar en el Banco Hispano, algo que compatibilizaba con las reuniones nocturnas del partido y el activismo. Entonces, se produjo una huelga en una conservera y se inició una protesta a la que llegó tarde, pero no lo suficiente como para que los guardias civiles se lo llevaran detenido al no apartarse de un coche de la policía, que casi lo atropella. Una vez en comisaría, le registraron la cartera, lo desnudaron y encontraron un papel en el que había anotado en clave una reunión del partido. Según aclara, en un despiste del policía, se metió en la boca ese papel y se lo comió, lo que generó la ira de los policías que empezaron a pegarle. “Me dejaron negro ese día”.

Después de pasar por enfermería, lo llevaron a la antigua cárcel de Barranco Seco (donde paradójicamente hoy se encuentra el Centro de Internamiento para Extranjeros de Gran Canaria). Pasó tres meses en esa prisión y supone que el hecho de ser nadador olímpico, haber hecho el servicio militar voluntario y que alegó que no iba a la manifestación sino a ver su tío, que era una persona respetada y que tenía una importante agencia de aduanas, contribuyó a que finalmente no le abrieran juicio militar y pudiera regresar a casa.

Los sucesos de Sardina del Norte, uno de los hitos más llamativos de la época franquista, marcaron su historia. Corría el año 1968 y una empresa de construcciones del norte de la isla no estaba pagando a sus trabajadores desde hacía meses, hombres que además los fines de semana trabajaban como aparceros. El partido decidió celebrar muy cerca de la playa de Sardina del Norte un sancocho un domingo y el lunes llevar a cabo una serie de protestas.

La Guardia Civil acudió, y a pesar de que los manifestantes hicieron una cadena pacífica, hubo tiros. Algunos huyeron del lugar y otros fueron apresados. Díaz Miranda cuenta cómo gracias a sus dotes de nadador pudo escapar de esa hazaña. Tras alejarse a nado de la zona, tuvo que escalar un peligroso acantilado, luego echar a correr. Al verlo exhausto, una pareja que caminaba por los platanales le ofreció agua y siguió su camino escondiéndose de la policía. Gracias a que un hombre que pasaba en una furgoneta accedió a llevarlo hasta la zona de las guaguas logró finalmente llegar a Las Palmas de Gran Canaria.

Tras este suceso, el partido quedó muy tocado. No obstante, señala que Agustín Millares Cantero organizó una serie de manifestaciones para que la gente no creyera que todos habían muerto o habían sido apresados. Después de ello, el partido vivió varios momentos peligrosos, como la infiltración de un policía en las juventudes comunistas, que Carlos Suárez El Látigo Negro pasara a la clandestinidad o que más tarde José Carlos Mauricio se hiciera con la dirección del partido. 

Una noche, explica que fue a lanzar octavillas con otros dos compañeros y que a la salida de un bar, un hombre empezó a gritar creyendo que se trababa de un ladrón y lo persiguió. Díaz Miranda le dice que es comunista y no ladrón y a pesar de que esa noche vuelve a escapar, la suerte pronto empieza a cambiarle. 

Vivir en la clandestinidad

Una mañana la policía registra su casa y encuentra propaganda comunista. Su madre hace señas al abogado Augusto Hidalgo, que pasaba por allí, y acude a buscarlo desesperadamente a la playa de Las Canteras. “Lo primero que pensé es que había caído el despacho de abogados, no pensé en mí”, subraya. Sin embargo, a partir de ese momento empieza a vivir en la absoluta clandestinidad. La primera noche la pasó en casa de José Carlos Mauricio, después en casa de otro compañero luchador, Salvador Sánchez, Borito, donde incluso escribió un libro de poesía.

Recuerda que vivir en la clandestinidad era muy duro, “era casi como estar en la cárcel, solo hablaba con cuando me traía la comida, el resto tenía que estar muy callado”. El partido le consiguió DNI falsos y con el nombre de Ricardo Ortiz se embarcó hacia Cádiz, un viaje que también califica de aventura ya que en el barco iban varios guardias civiles por el traslado de varios presos a la Península.

Una vez en Andalucía, siguió en guagua hasta Madrid, donde se quedó primero en casa de su tía a quién le aseguró que tenía un trabajo prometido en la capital. A través de un abogado amigo del partido empezó a tener contacto de nuevo.

En 1970, gracias al denominado indulto Matesa (o insulto como él lo llama) consiguió que el juez le rebajara la pena. Este indulto consistió en una estafa al Estado por parte de esta empresa. Explica que se montaban unos telares en España, los enviaban a Francia, donde los desmantelaban, cobraban una subvención que el gobierno daba a las exportaciones y volvían a repetir la operación. “Era un círculo y estaban robando al Estado”.

Emilio Díaz Miranda recuerda que aquella etapa en la cárcel no fue tan dura como la que se vivió al inicio del Franquismo. “Ya en aquella época se sabía que el Régimen no iba a durar toda la vida”. En este período le sacaron una foto que clandestinamente pasó al partido, que lo filtra a la prensa extranjera. Su imagen recorrió el mundo sin él saberlo hasta tiempo después.

En la cárcel de Carabanchel también mantuvo contactos con Marcelino Camacho, que sería fundador y primer secretario general de CCOO. Además, la etapa estuvo marcada por las huelgas de hambre que hacían los miembros de ETA, en una de ellas le nombraron delegado para negociar con el director de la cárcel.

Después de la muerte de Franco, volvió a Canarias para seguir al frente de la prensa del partido. Luego llegó la legalización del Partido Comunista y “José Carlos Mauricio parecía una estrella independiente, ya que votábamos una cosa y en prensa aparecía otra”, ello unido a que “el tercer congreso se decidió suprimir el leninismo, lo que es como si al catolicismo le quitan el Ave María”. Señala que mucha gente que no era prosoviética se pasó al lado soviético y se fragmentó el partido. Además, le dejaron a él y a otras personalidades que habían trabajado mucho en la clandestinidad al margen y esto lo consideró “deslealtad”.

Después de las elecciones generales, el resultado fue “catastrófico”, pensaron que iban a sacar más diputados pero la gente seguía teniendo miedo de votar al Partido Comunista, una palabra que considera que hoy día sigue causando miedo. Después de este batacazo y que el partido ya no estaba tan unido como en la clandestinidad decidió irse a Alemania, junto a la que hoy sigue siendo su compañera de vida. Allí, actualmente es presidente de la Asociación de Freie Humanisten de Hamburgo.

Cuando a Díaz Miranda le preguntan si actualmente en España hay presos políticos se sonríe, ya que considera que no tiene nada que ver con lo que se vivió en el Franquismo. “Nosotros luchábamos por los derechos humanos, la libertad y la democracia”, destaca.“ Claro que es política pero no se puede comparar porque ninguno de ellos ha hecho algo por Cataluña y por España en tiempos de Franco”, subraya en referencia al nacionalismo catalán.

Con el panorama político actual en España, afirma que uno de los temas que se vuelve a poner en el candelero es la de Ley electoral ya que “gracias a esa trampa Puigdemont y su partido tienen mayoría y tienen más diputados en el Parlamento Español que Izquierda Unida por ejemplo”. No obstante, sobre leyes injustas subraya la de Canarias, “que es ya es la repera”. Emilio Díaz Miranda, que tanto luchó junto a otros por la Democracia, lamenta que mientras no se cambie la Ley electoral “seguirán gobernando los mismos y el problema es que el PSOE no ha hecho lo que tenía que hacer, porque ellos tenían la clave”.

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