Ni medias naranjas ni destinos cruzados: cómo evitar relaciones tóxicas

Manifestación en Madrid con motivo del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo / Gaelx

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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En las relaciones de pareja, la media naranja, la atracción de los polos opuestos o los caminos predestinados son solo mitos. Educar en el amor romántico, que ha edificado tradicionalmente su discurso sobre las parejas heterosexuales, conduce a reproducir roles y tradiciones de género que pueden desembocar, a su vez, en relaciones tóxicas y a violencia machista. Tal y como explica la directora de la Unidad de Igualdad de Género de la Universidad de La Laguna (ULL), Laura Aguilera, en el caso de las mujeres, la idealización del amor la obliga a adoptar actitudes sumisas y de aceptación de los comportamientos del hombre para “no estar sola, ya que el concepto de soledad en el caso de las mujeres se ha entendido como sinónimo de fracaso”. La alternativa: educar en la cultura del buen trato desde todas las áreas que constituyen la sociedad.

Un informe elaborado por la Fundación Mujeres agrupa estas construcciones sociales en tres grupos. El primero incluye todas aquellas falacias vinculadas a la creencia de que “el amor todo lo puede”. Cambiar por amor, normalizar el conflicto o creer que el “amor verdadero” lo perdona y aguanta todo son algunos ejemplos. El segundo grupo engloba los mitos sobre las personas “predestinadas”: la media naranja, la complementariedad o creer que solo hay un amor verdadero en la vida. “Nos hacen creer que el desarrollo personal está fuera de nosotras y nosotros mismos, en otra persona que nos completa. Si nos consideramos la mitad de algo, ponemos nuestro bienestar en manos de la otra persona”, señala el documento.

El tercero está relacionado con la dependencia y la despersonalización, convirtiendo a la pareja “en el centro de la existencia” y creyendo que “si se ama, no se pueden guardar secretos y se debe renunciar a la intimidad”. El último aúna comportamientos como la posesión, la exclusividad, el mito sexista de la fidelidad, el mito del matrimonio y el de los celos. Según Aguilera, en el caso de los jóvenes esta idealización de las relaciones es más latente ante la constante recepción de mitos románticos mediante las series, las películas, internet y otros medios de comunicación. María Ferraz, profesora de Trabajo Social en la ULL, reivindica que el amor “no puede tener apellidos”. “Los miedos, los celos, la posesión, la baja autoestima son otra cosa. Incluso el concepto de tóxico disimula y empaña la realidad y encubre la violencia. Son relaciones desiguales”, apunta.

La directora de la Unidad de Igualdad de Género explica que “con las redes sociales, ejercer el control sobre la pareja se vuelve más sencillo”. Vigilar cuánto tiempo tarda la otra persona en contestar a un mensaje, observar si lo ha leído o no y pensar que si no responde es porque está con otra persona conforman una actitud tóxica que puede derivar en violencias psicológicas y físicas. “Los que diseñan estas plataformas, en su mayoría hombres, se justifican diciendo que el problema no es la herramienta, sino el uso que se hace de ella. Sin embargo, fomentar los me gusta, el control del tiempo que las personas usan sus redes y las notificaciones para avisar que alguien ha publicado algo alimentan estas conductas negativas”, opina Aguilera.

La experta es en la actualidad es profesora en el grado de Trabajo Social. “Muchas alumnas me han contado que antes de salir tienen que mandarle una foto a sus novios para que les den su aprobación sobre cómo van vestidas”, revela. “Hay que preguntarse si cuando hablas o te pones en contacto con tu pareja lo haces porque quieres o porque te sientes presionada. Si cuando le dices dónde estás lo haces porque te apetece o por miedo a que se enfade y haya represalias”, aconseja.

El neologismo friendzone también es un mito sexista que nace de la conservadora idea de que “un hombre y una mujer no pueden ser amigos”, sino que ellas deben corresponder sentimentalmente a un hombre que las trate bien, obviando su capacidad de decisión. Sin embargo, cuando no hay interés por parte de la mujer, la insistencia de ellos las empuja a colocarlos en este “espacio de la amistad”.

Educación coordinada

La estrategia para combatir estas creencias impuestas es la educación. Sin embargo, para Aguilera y Ferraz debe ser una formación coordinada y “desde diferentes frentes”. “Es un trabajo que no puede limitarse al sistema educativo, ni tampoco a la familia porque muchas veces no está preparada para esto”, apunta. “Debe haber unidad entre los distintos agentes que forman la sociedad”, insiste Aguilera, ya que “tanto periodistas, como docentes o comerciantes son agentes de cambio”. Para conseguirlo es importante que también las personas que defienden la igualdad y educan con perspectiva de género se informen sobre cómo hacerlo. “No basta con un curso de dos horas por internet”, apunta.

Si bien la solución es la formación, el fallo está en normalizar las conductas violentas, tanto físicas como verbales que, de acuerdo con la docente, están presentes en la actualidad con más fuerza incluso en la política. “Es contradictorio que en el instituto te enseñen que el mito de la media naranja no existe y luego veas una violación en un programa televisivo”, concluye la directora. María Ferraz coincide en la ausencia de referentes mediáticos en el ámbito de los vínculos basados en el buen trato. “Entre los jóvenes se ha detectado un despunte de las situaciones de violencia de género.

Influyen los modelos que se transmiten en televisión y la educación sexual basada en el porno, donde se reproducen visiones misóginas de dominación del hombre sobre la mujer“. La docente aboga por educar en vínculos seguros, respetuosos e iguales desde la infancia. ”Se debe encontrar el equilibrio entre el espacio personal y el que compartes con la otra persona, evitando que este último colonice al anterior“, añade.

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