Esto no es una puerta
Atravieso esta puerta mientras mi perra defeca, dejándola atrás, atada a su correa, que me llevo conmigo.
Hay una capa de vacío absoluto en el que floto, sin saber por qué, como si estuviera caminando en la profundidad del océano… completamente seco.
Si no ando atento corro el riesgo de dejar atrás una mitad de mi cuerpo mientras la otra atraviesa, ya sin espalda, esa frontera.
Al otro lado puedo ver una máquina de escribir de la que salen notas musicales tendidas en un pentagrama de ocho líneas. Esa música, mezclada con el sonido de las teclas que se pulsan solas, suena todo el tiempo. Un arco en tensión dispara aviones de papel que van a dar al centro de un reloj de pared, cuyas agujas son, también, aviones de papel. Avanzo pisando cactus hacia una luz amarilla, bajo la que hay un señor con bombín sentado de espaldas. Está fumando una pipa de la que sale humo con forma de manzanas.
Me pide que al salir cierre la puerta.
Me doy la vuelta y quedo a oscuras, tapado por la sombra de un cíclope gigante, vestido de torero y con guantes de boxeo, que me tienta hacia su capote hecho de retales de noches sin luna.
Lo ignoro y vuelvo, atravesando niebla espesa, al punto de partida, desandando el camino guiado por la correa atada a mi muñeca. Ya afuera, al otro lado, sigue estando mi perra, también ahora gigante, que me lleva, sobre sus dos patas traseras mientras yo avanzo tras ella andando sobre mis manos y mis pies.
La mentira es sólo un juego y es importante saber perder…Pero que nadie me diga a mí que esto no es una puerta.
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