Parramón: ''Lo que más me cabrea es que me llamen juez estrella''

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Ni juez valiente ni juez estrella. A Miguel Ángel Parramón (Barcelona, 1960) lo que más le cabrea es éso, que le llamen “juez estrella” aunque, a diferencia de otros muchos compañeros, no tiene reparos en hablar con los periodistas, opinar sobre los asuntos más delicados, del grado de compromiso de su gremio o confesarse abiertamente progresista. Junto a las arrugas, dice, “mis ideas progresistas son lo que me queda de mis veleidades comunistas” de juventud, cuando corría delante de la Policía. “Ahora corremos juntos”, afirma en su despacho de Granadera Canaria a pocos días de que se le imponga de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, concedida a iniciativa de los operadores jurídicos.

Es, sin duda, el juez más conocido en Canarias. Los camareros, los taxistas, los transeúntes lo reconocen por la calle y le preguntan ¿usted es el juez, verdad? Y él responde con un sí que denota algo de timidez pero un fondo de satisfacción. Es el titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Las Palmas de Gran Canaria, ciudad a la que llegó en 1993 después de ejercer de secretario judicial en San Feliú de Llobregat y, tras opositar a la carrera judicial en 1989, como juez en San Boi de Llobregat, en el cinturón obrero de Barcelona.

Desde el primer momento de la entrevista cuenta que es hijo de carniceros, que sus padres eran de un pueblo del Pirineo catalán, La Vansa (127 habitantes), a de La Seu de Urgell o a 40 de Andorra, según se mire. Compatibilizó sus estudios de Derecho con el trabajo en la carnicería y fue después de COU cuando se planteó qué es lo que quería hacer con su vida. “No le veía especial salida a las carreras de letras, que eran las que me gustaban, así que me decidí a estudiar Derecho sin especial énfasis”.

Entonces, ¿no es usted juez por vocación?

No, y la verdad es que creo poco en las vocaciones.

¿Cómo le dio entonces por la Judicatura?

Después de acabar la carrera me planteé abandonar la carnicería porque era un trabajo que no me satisfacía especialmente, y entonces pues me planteé lo de ser juez, pero vamos, que no fue una cosa vocacional. La vocación vino después.

En algún momento habrá pensado en cambiar las cosas?

Las ganas de cambiar las cosas sí, pero éso de que desde la Judicatura se podían cambiar las cosas lo pensé después.

Ha hablado en pasado, “se podían cambiar las cosas”?

Bueno, porque estábamos hablando en pasado. Yo creo que se podían cambiar las cosas, se pueden cambiar las cosas y se podrán cambiar las cosas, aunque también es cierto que el paso inexorable del tiempo nos reduce un poco las ilusiones.

¿Tenía plan B por si se le decepcionaba la carrera de Derecho?

Pues sí, me hubiera encantado dedicarme al mundo de la publicidad, y en la actualidad, si no hubiera sido juez, probablemente me encantaría montar un restaurante, dedicarme a la gastronomía y montar un hotel rural en compañía de una señora, porque para una cosa así hace falta una buena compañía.

En el Pirineo, supongo.

Sí, claro.

Este sábado recibirá una de las variantes de la Orden de San Raimundo de Peñafort, y ya acumula unas cuantas distinciones de la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía y hasta de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria. Pero, ¿usted nunca corrió delante de la Policía?

Sí, sí, por supuesto, en mis años jóvenes corrí delante de ellos, pero bueno, estas son las paradojas de la vida y una de las cosas que más me hacen ilusión, o sea, se corre delante de ellos y hoy en día no corremos delante de ellos, corremos con ellos. Yo creo que esto es bonito.

¿Y qué le llevaba a correr delante de ellos?

Eran los tiempos de la dictadura y yo en mi juventud tuve mis veleidades con las Juventudes Comunistas. De ese pasado, del que por supuesto no me arrepiento porque no tengo ningún motivo para ello, ya sólo nos quedan las arrugas y las ideas más o menos progresistas que uno tiene ante las cosas de la vida.

¿Hizo algo entonces por lo que hoy ordenaría detener a alguien?

No, yo estuve siempre dentro del Código Penal.

¿Qué porción le queda hoy en día de esas ganas de lucha?

Yo creo que el muro de Berlín cayó para todos. Lo que queda todavía es la ilusión por cambiar las cosas y, dentro del pequeño espacio que uno puede tener, intentar hacer un mundo mejor. Eso por supuesto no sólo no está reñido con el ejercicio de la carrera judicial, sino que creo que los jueces podemos poner nuestro empeño en cambiar las cosas a mejor.

No es frecuente que un juez hable de su ideología, ¿nunca temió que se le marcara públicamente por ello?

Con el paso de los años el quedar marcado o no a uno le es verdaderamente inverosímil (sonríe). Yo, ante todo, no como juez sino sobre todo como persona, lo que valoro es la libertad, con lo cual yo creo que soy una persona que pretende ser un ser libre. Lo era a los 16 años y lo continúo siendo ahora, o por lo menos me gustaría seguir pensando que soy un espíritu libre.

A menudo ser libre reporta tener que pagar una serie de peajes ante una sociedad que no parece apreciar ese bien sagrado. ¿Qué es lo que más le ha cabreado de todo lo que le ha pasado en el ejercicio de esa libertad?

Pues mire, probablemente lo que más me cabrea es que se me considere o se me llame juez estrella. Ni sé lo que son las estrellas cuando se refieren a la Judicatura, ni creo que yo haya hecho merecimiento alguno para ser considerado una estrella. Yo soy y quiero ser un tipo normal que se dedica a hacer su trabajo lo mejor que sabe. Si por el hecho de haber dado la cara en representación de un colectivo se me considera estrella, creo que eso es ser estrecho de miras. Dicho sea sin acritud.

Desde su ingreso en la carrera judicial, en 1990, es miembro de la asociación Jueces para la Democracia, minoritaria en la carrera judicial y en la que ha ocupado puestos de responsabilidad en el pasado. ¿Qué hace usted en una asociación como esa?

Creo que el compromiso con Jueces para la Democracia es el estar en una asociación profesional que tiene una serie de valores con los que yo tengo empatía, y mi compromiso es el propio de todas las actividades humanas que uno desarrolla. Yo soy una persona en general creo que comprometida: comprometida con JD, comprometida con mi trabajo, comprometida con mis amigos y comprometida con mis amores. En general, comprometido hasta con mi perro.

Hablando de compromiso, ¿cómo anda de extendida esa cualidad entre la Judicatura? Me refiero al grado de compromiso de los jueces con la causa.

El compromiso de los integrantes del poder judicial con la Justicia es muy, muy grande. Bueno, digamos que es un nivel de compromiso satisfactorio.

Pero, ¿es realmente influyente una asociación progresista en una carrera abrumadoramente conservadora?

Yo creo que, paradójicamente, JD es más influyente en la política judicial que dentro de la propia carrera judicial. ¿El por qué? Verdaderamente requeriría no una sino varias entrevistas y varios análisis sociológicos. Pero yo creo que esta es nuestra paradoja: nuestra grandeza es que en política judicial sí que nuestras ideas son muy claras y somos un referente, y en cuanto a la política judicial dentro de la carrera judicial, hemos tenido a veces más dificultad para que llegue nuestro mensaje. Tendremos que sentarnos y meditar seriamente, porque sin autocrítica no se puede mejorar.

¿Es verdaderamente democrática la carrera judicial?

Yo creo que sí es democrática, pero podríamos progresar en el único cargo electo dentro del poder judicial es el de decano [puesto que Parramón ocupó durante ocho años en Las Palmas de Gran Canaria], porque al presidente de o el del Tribunal Superior de Justicia lo eligen directamente el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno con funcionamiento democrático y elegido democráticamente, pero si entendemos democracia por participación dentro del poder judicial, que los jueces elijan a sus propios representantes, es verdad que el único órgano de representación es el de los jueces decanos.

¿Qué opina del bloqueo que ejerce el PP para la renovación del Consejo General del Poder Judicial?

Creo que es la culminación del despropósito de una politización del Consejo que ha llegado prácticamente a la paralización del mismo en un hecho sin parangón en el funcionamiento democrático. Están desvirtuando el papel del órgano de gobierno del poder judicial y, por tanto, de uno de los pilares del Estado. Me parece lamentable.

¿Qué opina de las reformas legales pospuestas por el Gobierno socialista? ¿Es partidario de abrir un debate sobre la ampliación de la Ley del Aborto?

En primer lugar le diré que debatir siempre es bueno, con lo cual, a mi me sorprende cuando alguien no quiere abrir un debate sobre algo. El debate por definición es imprescindible para el progreso de lo tanto, abriría el debate seguro. En segundo lugar, me parece interesante abrir un debate sobre el tema en particular porque yo creo que lo que hay que hacer es que el poder legislativo tiene que decidir si el aborto es delito, no es delito y en qué condiciones; y los jueces, aplicar que no se puede es actuar de manera hipócrita dejando un tema de tanta sensibilidad social como este al arbitrio de las actuaciones judiciales.

¿No cree que el juez de Madrid que anda pidiendo historiales clínicos a un centro especializado en abortos está actuando de manera desmesurada?

Encuentro injustas las críticas a actuaciones judiciales que, en principio, todo hace indicar que están amparadas en la Ley de Enjuiciamiento y el Código Penal. Lo que hay que plantearse es que si no hay que perseguir determinadas conductas, lo que hay que hacer es sacarlas del Código Penal. Por eso he hablado de hipocresía, con independencia de si la investigación está o no ajustada a Derecho.

¿Qué le parecen los ataques que está recibiendo la ley de matrimonios entre personas del mismo sexo?

Como ciudadano yo siento simpatía por aprobada por el poder legislativo y lo que hay que hacer es cumplirla. No se me plantea que un juez pueda tener una especie de objeción de conciencia al respecto porque ni la tenemos ni procede. Los jueces están para aplicar la ley.

Imagínese por un momento que es usted legislador, ¿propondría una despenalización del consumo de drogas blandas?blandas

Pues, eh? Si le digo le miento. Por un lado simpatizo con la libertad, por tanto, en principio no simpatizo con las prohibiciones, sean sobre drogas o sean sobre nada. Ahora, también le digo que en este sentido habría que hacer un ejercicio de responsabilidad dado que las consecuencias pueden ser altamente problemáticas. En definitiva, a mi pesar, yo creo que no promovería una reforma.

Alma de payés

No siempre ha contestado de igual modo cuando se le ha preguntado por la valentía que ha de presidir algunos actos que ejecuta un juez de instrucción. Él, que entre otras resoluciones envió al TSJC una pieza señalando al ex presidente de de Las Palmas como parte de una presunta trama de tratos de favor a un narcotraficante, dice que no presume de valiente. “Me dan miedo los valientes”.

“¿Sabe qué pasa?: mi familia es de antecedentes payeses, entonces en mi pueblo lo de la valentía no se lleva, se es o no se es; las cosas se hacen con miedo o sin miedo, pero si hay que hacerlas se hacen y punto”.

“Otra cosa”, afirma “es el sentido del deber y tener que hacer las cosas cuando tocan. Estando en un juzgado de instrucción o en la jurisdicción penal en general, por definición vas a tener asuntos en los que hay que tomar decisiones que puedan ser complejas, pero yo creo que va dentro del sueldo, y si uno no es capaz de tomar esas decisiones abstrayéndose de lo problemáticas que puedan ser, se tendrá que dedicar a otra cosa”.

Prensa y Judicatura, el debate pendiente

“Los jueces y los periodistas estamos condenados a entendernos. Somos de carreras de letras y esto da una impronta. Por tanto, yo creo que a los periodistas les interesa el mundo judicial y a los jueces, el mundo periodístico”, afirma Miguel Ángel Parramón cuando se le pregunta si coinciden valoración periodística con importancia de los asuntos que se cuecen en los juzgados.

“Lo que pasa es que los jueces somos mucho más tímidos y lo verbalizamos mucho menos. Pero yo creo que el interés es mutuo y quizás haya que encontrar y establecer ese punto de unión entre poder judicial y medios de comunicación, hacia dónde va encaminado, porque no siempre tenemos los mismos intereses. Los del poder judicial son investigar, que la investigación sea exitosa y preservar los derechos de los ciudadanos, y el interés de los medios normalmente es otro, el de informar”.

“Ahí sí que puede haber una colisión, pero yo creo que basados en el mutuo interés, se pueden buscar soluciones de compromiso que satisfagan a todos”, enfatiza.

No recuerda haber tenido problemas de interferencia o de entorpecimiento en una investigación por el afán informativo de los medios, pero sí cree que “en determinados momentos, si se publica una información sobre hechos que están protegidos por secreto, éso puede entorpecer una investigación. Yo creo que ésto hay que regularlo de algún modo”.

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