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Sufre la amputación de su pie derecho tras cinco operaciones fallidas: “Me han quitado años de vida”

Mario Castillo.

Alba Morales

Las Palmas de Gran Canaria —

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“A raíz de un esguince, que es algo muy tonto, me he quedado sin pie”. Así resume Mario Castillo, residente en Gran Canaria pero de origen venezolano, su historia personal. Las operaciones a las que comenzó a someterse en 2016 por una lesión en la extremidad han derivado en complicaciones médicas cuyo desenlace se produjo el 3 de agosto con la amputación de su pie derecho.

Antiguo nadador de competición en Venezuela y ex jugador de la selección de waterpolo en su país de origen, Mario ha pasado por seis intervenciones en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín desde que en 2015 sufriera un traumatismo en el tobillo derecho. Los tiempos de espera durante los últimos años y las complicaciones son dos de los factores que destaca el afectado. “Hay un tobillo con un esguince muy fuerte, el cual ya no me dejaba caminar, y no había prioridad de operación. Me dejaron esperar como ocho meses” hasta la intervención en el quirófano. Estas demoras por parte de la Seguridad Social, según reconoce, “han influido en que las cosas no vayan lo mejor que se puede” al tiempo que “me han quitado años de vida, porque en realidad son cuatro años y medio. Cuatro años y medio sin poder caminar son años perdidos”. Años a los que se añaden complicaciones médicas, como una infección bacteriana en el hueso o la colocación en la segunda operación de “unas prótesis de titanio que no eran adecuadas a mi peso y a mi estatura. Y se rompieron”.

La operación del pasado mes abre así un nuevo camino de esperanza para Mario, aunque empañado en sus inicios. “Es un golpe muy duro. Es un golpe que tuve que asimilar. Yo no hablé con nadie durante tres días. Me comí mi problema y ya eso pasó”. Un proceso liberador, en sus propias palabras, que lo ayudará a volver a caminar en tres meses. Esta expectativa se opone a la primera consideración que hicieron los médicos del Hospital Negrín y que consistía en reconstruir el pie. “Pero ya me va a quedar seis, siete centímetros más corto porque deben cortar hueso. El hueso está muy lastimado y hay riesgo de que siempre se pueda volver a romper”. Esta opción, no escogida por Mario, lo habría llevado a dar sus primeros pasos en un año y medio.

La alternativa de amputarle el pie derecho tampoco fue fácil para los sanitarios. “Era una noticia que a ellos les costaba mucho darme”, razón por la cual el médico que lo atendió consultó a un profesional de Madrid. Este doctor “le dijo a mi médico que él lo único que se plantearía es una amputación. Entonces mi médico me dice eso”. Mario reconoce que le dieron las dos opciones pero que fue él quien optó por la amputación. “A nadie le gusta decirte” esta noticia “y más después de un proceso de cuatro años en el que ha habido” complicaciones, señala.

Durante este proceso, Mario contó con el apoyo de tres personas amputadas que le dieron su testimonio “para saber lo que me esperaba”, aunque las experiencias de cada uno son muy particulares. Aún así, tanto en la charla con una persona contactada por su médico y que se desplazó al Hospital como en las conversaciones con dos pacientes de su hermana, psicóloga en Venezuela, los acercamientos fueron muy positivos. “Son personas echadas para adelante y me apoyaron”, recuerda. Todos estos contactos lo ayudaron a superar su estancia en el Hospital hasta que le dieron el alta el 27 de agosto, día hasta el que se quedó porque “había mucho dolor y querían controlar bien después de todo lo que había pasado”.

La recuperación de su extremidad inferior comienza ahora, pero ha entrado una nueva variable médica en juego. La consulta a la que acudió el primer día de septiembre reveló que debía someterse a otra intervención, esta vez en su mano derecha donde padecía de una lesión ya tratada en una operación anterior. “Ahora resulta también” que debe volver a pasar por quirófano “porque un hueso quedó afilado y cortó los tendones. Tengo unos dedos paralizados y me tienen que volver a operar la mano” en dos semanas.

A pesar de esta circunstancia, Mario sigue hacia adelante. Una de las ayudas con las que contará en este camino es una prótesis básica proporcionada por la Seguridad Social y que debería llegar a sus manos “en un mes o mes y medio”. Hasta entonces debe acudir al gimnasio, paso necesario como señala, “para ejercitar los músculos y prepararte para recibir la prótesis”. Y más teniendo en cuenta que ha pasado cuatro años en silla de ruedas, consumiéndole “todos los músculos. Todos. Tengo que comenzar de cero a fortalecer no solo los cuádriceps de los músculos de la pierna derecha sino el cuerpo entero”.

Acudir al gimnasio del Hospital Negrín, gimnasio al que Mario debe trasladarse y donde durante meses realizará la rehabilitación por la Seguridad Social, está actualmente en jaque por la crisis sociosanitaria provocada a raíz del coronavirus. “Tengo cita con el rehabilitador. Me dicen que hay lista de espera en el gimnasio del Negrín y ahora ya no sé cómo se va a poner eso”.

Todas estas circunstancias sanitarias han influido en su día a día. Debido a su incapacidad para moverse, cuenta con “una ayuda del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que es una hora al día. Pero eso es para, más que nada, ayudarme en el aseo y hacer una comida”. La trabajadora social que acude a su casa a través de esta ayuda municipal se encarga de atender a Mario y cuyas visitas serán más amplias debido a la amputación. “Me está gestionando el aumentar las horas, pero todo es burocracia. Eso tarda dos semanas, tres semanas,...”.

La iglesia cristiana de la que es miembro también se ha involucrado en su recuperación. “Se han portado súper bien. Me han dado mucho apoyo. Muchas veces me van a buscar, me traen, porque tengo tres, cuatro citas por semana en el hospital”, reconoce Mario. Ahí han estado igualmente sus amigos. “Cuando pueden y tienen tiempo” lo llevan adonde necesite, pero “llega un momento en el que tú no puedes cansar a la gente. Tengo que tomar taxis, llegar al hospital, esperar a los celadores”. Su familia lo apoya desde la distancia. Ellos están “en Venezuela. Apoyarme moralmente, de palabra, pero de resto no pueden”.

A las dificultades para desplazarse se une la cuestión económica. Mario fue autónomo y defiende que siempre pagó la cuota mínima por haber sido mal aconsejado. Actualmente cuenta con una pensión de 650€, “básica, tirando para lo mínimo”, que le ha impedido salir del piso donde reside con gente joven y quienes solo le han aportado, destaca el afectado, malas experiencias. Aún así sigue buscando una habitación de alquiler a la que no deba destinar el 33% de sus ganancias porque “entonces se te hace totalmente inaccesible”. Esta prioridad se complica aún más por sus necesidades físicas. “Las viviendas adaptadas son muy pocas” y con “un filtro muy grande porque no puede tener obstáculos, no debe tener barreras arquitectónicas,...”.

Otra consecuencia de la situación de Mario son las secuelas físicas y psíquicas. En régimen de medicación, ha “tenido mucho dolor en el muñón y en el miembro fantasma”. Aún siente el pie como antes y le duele más la extremidad que le falta “que el mismo muñón”. Las aflicciones de las que padece no le han hecho, no obstante, perder la esperanza por la prótesis que pretende adquirir y para la cual su expareja, Liliana Belisario, abrió el 26 de agosto una campaña en Gofundme bajo el nombre “Mario perdió una pierna. ¡Ayúdale a recuperarse!”. En este sentido, Mario señala que ya ve “un nuevo horizonte con la prótesis. Es más bien un renacer”. De momento se han recaudado poco más de 9.500€ de los 17.000 fijados.

Esta prótesis es uno de los componentes en sus planes de futuro, pero no el único. La asistencia que le proporcionará su ortopedia de confianza, “quien te lleva durante toda la vida”, y con la que aún no ha contactado para iniciar el proceso porque “todavía no ha llegado el momento”, ayudaría a Mario a conseguir su siguiente propósito: dedicarse a una categoría dentro de la Federación Canaria de Deportes para Personas con Discapacidad. “Mi intención es ver los deportes que hay y dedicarme a uno en cuerpo y alma. A entrenar todos los días en algún deporte”, afirma. Para ello, su prótesis debe cumplir con todos los requisitos, incluidos los acoples, y que la ortopedia se encargará de revisar.

Su búsqueda de vivienda también aparece en su mente de cara a los próximos años. Con el deseo de disfrutar de una vivienda social, Mario presentó a finales de 2019 los documentos para obtener el Grado de Minusvalía “y hasta que eso no salga, tengo las cosas complicadas”. Con este mismo sentir, y tras las complicaciones sufridas se está planteando tomar acciones legales. “Me lo dicen los mismos médicos que me han hecho las últimas operaciones sobre lo que se hizo al principio, lo que ha hecho la Seguridad Social,... No está bien. Los tiempos de espera y todo esto es en relación con la urgencia del caso”. Mario se replantea así una decisión que comenzó con una visita al abogado de oficio y que podría acabar con el “asesoramiento de algún abogado experto en el área que me oriente sobre” el caso. Deja las puertas abiertas para que contacten con él.

Apoyándole en todo este proceso de recuperación, se encuentra Liliana Belisario, ex pareja de Mario. Residente en Barcelona junto a la hija de ambos, es una de las organizadoras del crowdfunding para sufragar la prótesis. “Yo hice la campaña porque él no tiene recursos. Lleva años sin trabajar”. Liliana defiende así la iniciativa que lo ayudaría a viajar para ver a su hija, “a moverse, a hacer deporte, a trabajar o a lo que pueda hacer. A recuperarse”. Con este fin, en Gofundme se han fijado un objetivo de 17.000€, pero de no llegar destinarán el dinero recaudado a una prótesis más sencilla de la que se planteaban al inicio.

Un ejemplo de las dificultades que encuentra Mario para moverse, y que podrían desaparecer con esta campaña, es la utilidad que le da a su silla de escritorio, con la que su ex mujer afirma que “se mueve mejor que con la de ruedas” y que necesita tras haberse roto.

El apoyo dado por su familia durante estos años es notable. Liliana recuerda que “cuando lo operaron la penúltima vez, mi cuñado estuvo” en Gran Canaria “porque no sabían si le tenían que” amputar o no. “Siempre la familia lo tratamos de apoyar” reconociendo que el apoyo es más moral que físico porque “no estamos allí”, sino en Barcelona o en Venezuela, su país natal.

Estos condicionantes no han reducido, no obstante, la ilusión de Mario “por volver a caminar y estar operativo”, especialmente para su hija a quien no ha visto en tres años por la distancia que separa la isla de la capital condal. Liliana confirma que “conseguir este dinero a él lo tiene ilusionado porque está viendo como la luz al final del túnel”.

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