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La carta

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José Miguel González Hernández

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Estimado futuro:

Te escribo la presente sabiendo que, en breve, aunque no nos conocemos, pronto nos veremos y dejarás de ser lo que ahora eres para convertirte en algo mío. Permíteme tutearte y comentarte que centre estas breves letras en hablarte de la construcción del conocimiento (tema que sabes que me apasiona), de forma que ya sabíamos que la formación no debe verse como un requisito previo al empleo. La formación es un hecho consustancial a nuestra vida diaria.

Y no solo desde la perspectiva de la especialización o actualización de nuestra sabiduría, sino del fomento de nuestra propia adaptabilidad a las condiciones que nos rodean, las cuales están en continua mutación. Te comento esta tesitura porque, pese a que estás por venir, de nuestro amigo común, el pasado, hay que tomar todos los aprendizajes posibles.

Sabes que todas las generaciones nos vemos afectadas por cambios permanentes de nuestros entornos. Incluso algunas asisten a cambios de eras, a cambios revolucionarios. Depende de su propia la intensidad, así como de la dirección que tome la capacidad de afección que tenga sobre nuestras vidas. Pero he de decirte que he aprendido que no importa las veces que cambiemos, sino la fortaleza a la hora de readaptarnos. Y dicha fortaleza, la da el conocimiento, algo que espero que compartas conmigo.

Bajo esta perspectiva, debemos tener la oportunidad de corregir las asimetrías que se declaren en nuestro entorno. No solo cumpliendo o promoviendo el cumplimiento de las reglas, sino sabiendo interpretar la oportunidad con la que hay que aplicarlas en cada uno de los momentos. Apretar un botón es fácil. Decidir cuándo hacerlo, no tanto. Porque con la formación se puede conocer cuál es la estructura de los diferentes procedimientos. Pero siendo necesario, no es suficiente.

Del mismo modo hay que dotarse de la sabiduría necesaria para poder activar dichos procedimientos. Y es ahí donde aparece el papel imprescindible de la interpretación y de la mediación, debiendo tener la palabra consenso como eje prioritario. Con ella, se limitan los juegos denominados de suma cero, donde solo una de las partes gana, mientras que el resto pierde.

No me gustaría despedirme sin decirte que el principal reto es alcanzar oportunidades en las que todas las partes se vean representadas, ofreciendo no solo justicia, sino también equidad para procurar la adecuada satisfacción de los intereses generales. Por último, solo pedirte que no me envíes tentaciones dignas de hacerme doblegar mi voluntad, aunque en el caso de ser inevitable, ya me encargaré de no empequeñecerme ante las adversidades. Del mismo modo, que sepas no aspiro a tener suerte, porque esta se merece. Lo que deseo es trabajo. Mucho trabajo.

Recibe un cordial saludo.

*Economista

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