Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Desquiciados
Hace tiempo que anunciamos que el capitalismo desbocado nos iba a desquiciar. No sé por qué se extrañan ahora de situaciones como las ocurridas en el Estadio de Gran Canaria: un botón de muestra de lo que está ocurriendo en medio de un malestar generalizado con un futuro impredecible que nos lleva a actuar, a veces, de manera irracional. Lo ocurrido en el Estadio de Gran Canaria es solo un indicador de la desesperación de algunos, lo cual no los exime de bandidaje, agresión, analfabetismo profundo, chulería y cosas similares, ni tampoco de la aplicación de la justicia. Porque siendo el sistema el culpable, algo tendrán que decir las personas. Aun así, creo que el problema es más profundo de lo que a simple vista parece.
Estamos recogiendo lo que se ha sembrado. La desprotección y marginalidad a la que el capitalismo somete a los pueblos no solo es económica, sino que incide profundamente en un desarraigo cultural de cualquier tipo de referencias que construyan las comunidades al margen de los grandes emporios. Lo sucedido podía haber pasado en un concierto de música, en una boda o en la cola del paro, porque la gente está harta de no ser nadie, de votar y de contribuir a instituciones que les dan la espalda. Harta de ver a sus padres y madres en paro, o discutiendo porque el final de mes es el día 15. Harta de ser convidados de piedra en una sociedad donde unos se lucran y se dan un festín con los recursos públicos, y otros, a cambio, solo reciben todo tipo de violencia física y simbólica. Y así se va tirando hasta que el cuerpo aguante. Por eso, lo ocurrido en el estadio no es sino una celebración del orgullo de los nadie, un motivo más para celebrar el proceso autodestructivo en el que estamos inmersos. La celebración del ocaso de cualquier institución.
Por lo demás, no me creo que el desconcierto fuera solo para la UD Las Palmas. Los del Córdoba tenían más razones para estar descompuestos y fuera de lugar; en cambio se concentraron en el área sin ningún amarillo que marcara el lateral derecho. En fin, un golejo que nos mantiene en la desquiciada metáfora de la Segunda División.
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