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El culto no existe

Una de las parabólicas de Blancas, de 2014, y la serie 'Islas', de 2016

Kumar Kishinchand López

Santa Cruz de Tenerife —

- Fiest(o)le, del artista plástico Julio Blancas

- Galería Artizar, en San Cristóbal de La Laguna

- Hasta el 27 de mayo

- Obras a precios entre 750 y 7.000 euros

Que Julio Blancas es uno de los artistas contemporáneos de las islas de mayor envergadura está a estas alturas fuera de toda duda. La trayectoria del creador tinerfeño consigue aunar varias cuestiones que pueden parecer a priori inverosímiles en su conjunto, pero que en su obra toman forma de una realidad posible.

En este sentido, la mención a la tierra -el eterno debate de la identidad canaria frente al mundo- queda resuelta de un modo admirable en la nueva serie Sedimentos, donde Blancas ejecuta un pantone de ocres y marrones. En un primer momento, en la mayor de las claridades, la pincelada no se encuentra presente. Conforme la serie se va oscureciendo, el carbón característico de su obra emana en forma de pequeños acentos que terminan por invadir toda la superficie pictórica. La composición se hace tierra y la tierra sube al cielo ya que las últimas piezas de la serie comienzan a liberarse: la tierra se diluye y configura un paisaje cósmico.

Otra cuestión tratada en la obra de Blancas es la vieja concepción de trabajo artístico. En ella se suprime la sospecha de que el arte contemporáneo no conlleva esfuerzo. Por mucho que esta noción deba haber quedado olvidada hace varias décadas, aún pervive una cierta necesidad de contemplar tiempo de trabajo. En este sentido, el tratamiento soberbio de la figuración en Viento del oeste, las diversas visiones de la tierra y el mar o las célebres parabólicas suponen una oda, no solo al trabajo, sino a un material clásico como el grafito, que posiblemente no haya sido concebido como un elemento de actualidad artística por otro creador como por Blancas.

Este último postulado citado conecta con la noción de calidad. Su producción no decae. Incluso en los ejercicios más sencillos, como en las recientes Costillar, Manos de Ela o Cráneo, que consisten en tomar la esencia de la forma para plasmarla como una postal magnificada de las pequeñas cosas, se percibe potencia y sensibilidad. Una fijación disciplinada y constante en las entrañas de la creación.

Así, la labor de Blancas, influida por la obra del grancanario Carlos Nicanor recientemente y viceversa, tiene un hálito de inclasificable y solitaria. Una obsesión por el grafito que solo conduce a las grandes obras de la historia del arte y al deseo insaciable del estudiante de aprehenderlas para sí en su bloc de trabajo. Este espíritu perdura y sirve como garantía de una preocupación extrema por su propio quehacer. Su figura supone uno de los referentes ineludibles de la creación artística actual y como tal debe ser concebida.

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