Algo parece estar cambiando de verdad en la UD Las Palmas. Deben ser los propósitos del nuevo año, porque de otro modo es difícil explicarse cómo es posible que se den fenómenos paranormales como cepillarse a Torres por las bravas. Y encima sin consultar a Angulo, por lo que sabemos. Y si le consultaron y opinó en contra, peor todavía; y si opinó a favor, ¿qué fue de aquellos apoyos inquebrantables?, ¿qué fue de aquellos cantos públicos de lealtad a esa única figura política por parte del despedido? La reacción de Angulo ni había llegado ni se la esperaba este martes en Pío XII, y ni siquiera sirven especulaciones acerca de por qué abandonaron antes del final la mesa del consejo dos de los consejeros más cercanos a él (Blanca Rodríguez y Pepe Cabrera): tenían otros compromisos personales adquiridos con anterioridad y ya era hora de marcharse. Nadie suelta prenda, nadie del consejo quiere que se visualicen fisuras, sino, muy al contrario, que empiece a reinar la normalidad. Animamos fervientemente a Manolo Campos, vicepresidente, a subirse a ella y navegar a favor del viento.