Lo que ha quedado de la operación Eolo es exactamente lo que dijimos desde un principio, el charco de los lebranchos. No ha habido manera procesal de saltar al estanque de los tiburones, donde verdaderamente se ha cocido una gran operación tendente a obtener para los amigotes de José Manuel Soria unos colosales beneficios económicos. Celso Perdomo y los demás imputados son perra chica, con perdón, salvo a partir de los folios del auto de Procedimiento Abreviado en los que se empieza a hablar de cosas serias. Y las cosas serias giran en torno a Promotora de Recursos Eólicos, la empresa de los hermanos Esquível, la que trabó relaciones con José Manuel Arnáiz en la Autoridad Portuaria, la que se iba a beneficiar del achique de la empresa pública Megaturbinas de Arinaga. En el Parlamento ya lo sabe hasta Belén Allende, de CC, a la que desde aquí felicitamos por el hallazgo con la esperanza de que no se preste a chalaneo alguno con el PP. Ha dicho que es jurista y que sabe lo que se trae entre manos. Nos alegramos.