En el fondo de la cuestión está el deseo de la actual mayoría de gobierno por volver a los tiempos de Soria, cuando la cultura pasó a ser un lujo de difícil digestión municipal. Y el primer objetivo es el festival Womad, que empezó en 1993 en la playa de Las Canteras y que Soria sacó de allí y eliminó por completo de los presupuestos hasta que el Gobierno, de la mano de Olarte, lo retomó en 1996, eso sí, en la Playa del Inglés. Luego regresó a la capital grancanaria, pero sin apenas apoyo económico del Ayuntamiento, que se limitaba a prestar los servicios municipales. Cuando Soria tomó al asalto la Consejería de Turismo, de donde provenían los fondos para el festival, ordenó a Rita Martín que redujera la partida a la mínima expresión, de ahí que el Ayuntamiento fuera quien asumiera desde entonces, 2007, el coste principal del festival. Cardona dice que eso no puede ser y culpa a su antecesor de esa fuerte carga económica. Se equivoca el alcalde cuando equipara el Womad a un concierto con “costes de un promotor”, porque ese festival, perteneciente a la Fundación Womad, de Peter Gabriel, es una marca internacional que las ciudades interesadas contratan en el formato que visita Adelaida, Sicilia, Abu Dabi o Nueva Zelanda. Las instituciones corren con sus costes, adaptados a lo que se exige y se pacta en cada lugar. No es la Fundación Womad la que en esas ciudades busca a los patrocinadores, y salvo excepciones muy concretas, es de entrada libre. Por lo tanto, el Womad se quiere o no se quiere. Y ésa es la decisión que tiene que proclamar Cardona.