Empiezan a pitar ensordecedoramente las alarmas que avisan a José Manuel Soria de la fecha de caducidad de sus machangadas. La penúltima, sus acusaciones falsas sobre la autoría de la denuncia del salmón, disparó los pitidos a principios de esta semana, seguramente porque, tras su visita a Madrid de este lunes, ya le dijeron que tonterías las justas y que su queja ante el Poder Judicial estuvo muy linda para salir en los papeles pero que no va a ninguna parte. Por eso se plantó este martes ante sus compañeros y siervos (hay de todo, como en botica) del Comité Ejecutivo Regional del PP y, tras hablarles durante 25 minutos del programa electoral, arremetió contra la composición del órgano de gobierno de los jueces. Con el estilo ratonero que le caracteriza y tras zamparse el queso en medio de los flashes, Soria se delató: no quiere que ahora se le dispare la trampa en la que él solito se metió y le termine trincando el rabo. De ahí que insinuara que su queja ante el CGPJ va a ser archivada porque ese es un órgano politizado formado por jueces que no son elegidos por la carrera judicial sino por el Parlamento. No acertó casi ninguna, como les vamos a explicar, o como le tenían que haber explicado los mismos que le permitieron esta chafalmejada.