Toda esa meteórica carrera terminó cuando Ángel Luis Tadeo, actual presidente de la Cámara de Comercio, lo descabalgó de todos sus cargos y le retiró las prerrogativas que tenía para sus negocios con África a través de la corte arbitral y sus cada vez más menguantes apoyos empresariales. Al finalizar su mandato en la Cámara de Comercio, Suárez Gil sólo tenía a su alrededor una escuálida tropa formada por aquellos que se creyeron Rockefeller por haber piado moqueta y por ese cerebro de la estrategia empresarial que es Jaime Cortezo, el único que pretendió apoyarlo cuando ya era un apestado en el movimiento empresarial. Un poco antes de que todas esas desgracias le cayeran encima, el Zorro contrajo matrimonio con la reputada letrada Josefina Navarrete, que decidía casi al instante dejar el rentable despacho profesional que defendió durante tantos años. La tercera esposa de Suárez Gil le hizo una advertencia muy grave: “No quiero volver a verte envuelto en polémicas en los periódicos”. Y lo convenció para un retiro dorado en Miami, ciudad a la que iban y venían en función de los acontecimientos. La penúltima vez que se supo de él fue cuando intentó sin éxito un nuevo asalto a la Cámara de Comercio. Perdió estrepitosamente y volvió a ser polémico en los periódicos. Ahora, con todas sus propiedades a nombre de su esposa para eludir embargos y deudas, el Zorro ha vuelto a las portadas, pero no enfrascado en sus guerras empresariales sino con una pistola en la mano, al más puro estilo de los villanos baratos de las películas de serie B.