Lo que en realidad busca Bravo de Laguna es la confrontación con el enemigo exterior, en este caso el Gobierno de Canarias, al que nada sutilmente sitúa exclusivamente en la isla de Tenerife para, de este modo fortalecer la plaza pepera grancanaria y hacer pasar por traidores a los que no se sumen a la iniciativa o estén en los alrededores del Ejecutivo. Sabe Bravo que bajo ese manto se podrán ocultar todo tipo de tropelías políticas, desde un pacto con un tránsfuga a concursos de todo tipo y condición que, por la vía de urgencia y sin publicidad, tengan como fin el engrandecimiento, el reverdecimiento y la preponderancia de Gran Canaria sobre las demás islas. La palanca es el turismo, sector económicamente pujante en el que poder apoyarse para que la operación tenga éxito. A ver qué empresario en su sano juicio se puede oponer a un plan tan rimbombante que encierra un teórico compromiso de las administraciones locales que cuentan nada menos que con un ministerio también teóricamente a favor; un plan que quiere convertir a toda la isla en “un gran parque temático”, con la promesa de añadir al consorcio de rehabilitación del Sur, hasta ahora exclusivo de San Bartolomé, al municipio de Mogán; que promete agilizar los trámites burocráticos, innovar, interactuar con el turista... Imposible sustraerse a tanto atractivo.