Escuchando la noche de este martes a Soria en RTI se comprende fácilmente que haya vendido la Central Lechera y que le salgan tan rematadamente mal los chistes de cabras y machos cabríos. El presidente confesó que el único alimento que no toma, “ni aunque me paguen”, es la mantequilla. El jueves mostró cierta aversión a lo lácteo porque se columpió con el chiste del macho de Mauricio (insistimos, de verdad, que no va con segundas, pregunten en La Isleta). Total que, siempre según el cuento, el tal Mauricio, en tiempos de Matías Vega Guerra, fue requerido por el Cabildo para que macho tan poderoso y bravío fuera cedido a la Granja Experimental con el mismo fin procreador. Y fue entonces cuando el animal dejó de cubrir. Se aburría, se pasaba el día echado y ninguna cabra lozana le hacía tilín. Cuando se dirigieron a Mauricio a preguntarle que a qué se debía esa desgana, la respuesta fue contundente: “claro, lo hicieron fijo”. Lo malo es que Soria empleó la palabra funcionario en lugar de “fijo”, es decir, que colgó a los trabajadores de su Cabildo el sanbenito de la pereza, la gandulería y la falta de estímulo ante el macho cabrío. Él sabrá por qué.