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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Pandemia de ricos

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Los diez hombres más ricos del planeta han duplicado su patrimonio en la pandemia mientras se han deteriorado los ingresos del 99% de la población mundial, según el informe anual de Intermón Oxfam. No hay crisis que no sirva para enriquecer a los que más tienen y empobrecer al resto. Como ya señaló el 15M, por qué lo llaman crisis cuando quieren decir estafa. A las cosas, por su nombre. Cuando un desastre global se convierte siempre en beneficio para el 1% y en pérdida para los demás, cuando 7.000 milmillonarios multiplican su riqueza a costa del empobrecimiento de 7.000 millones de personas, hablamos de explotación y robo. Hay una pandemia de ricos que enferma y mata.

No es un decir. Luchar contra las desigualdades evitaría que murieran 21.000 personas al día por la falta de acceso a la salud, la violencia de género, el hambre y la crisis climática. Por supuesto que los más ricos tienen responsabilidad en el aumento de la pobreza y la desigualdad. Los millones que los gobiernos y bancos centrales gastan para salvar la economía acaban en los bolsillos de los más adinerados gracias a la ingeniería financiera y la evasión fiscal, el auge de las Bolsas y las privatizaciones, el poder de los oligopolios y el empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores. Mal de muchos, ganancia de pescadores.  

El neoliberalismo, lo he escrito otras veces, es socialismo para empresas, un sistema en el que el Estado interviene para desgravar al grande y gravar al chico, para proteger al poderoso frente al desprotegido, para socializar las pérdidas pero privatizar los beneficios. Nuevamente una estafa llamada crisis, ahora por una pandemia, ha servido para dejarnos en manos de multinacionales que hacen negocio con inversión pública sin dar nada a cambio y sin que los gobiernos se lo exijan. Los estados descuidan los servicios públicos mientras se endeudan salvando vidas y permiten que los obscenamente ricos paguen obscenamente poco y sigan haciéndose obscenamente millonarios jugando en el casino financiero. La banca siempre gana porque la ruleta está trucada y las cartas marcadas.   

Según el informe Oxfam, la riqueza acumulada es tal que si se aplicara un impuesto excepcional del 99% sobre las ganancias durante la pandemia de los 10 más ricos, se podría financiar la vacuna para todo el mundo y servicios de salud y protección social y recursos contra el cambio climático y contra la violencia de género en 80 países. Las cifras son mareantes. La fortuna del club de los 2.775 milmillonarios ha crecido en estos dos años más que en los 14 años anteriores, mientras más de 160 millones de personas han caído en la pobreza. Un sistema que permite que 3.000 personas acumulen más riqueza que los 3.000 millones más pobres del mundo juntos, es un sistema inmoral, fallido, miserable. 

La falacia del mérito de los ricos, también muy extendida en la calle, se derrumba con la nave que mató a 6 trabajadores Amazon, la empresa de Jeff Bezos (segundo más rico del mundo), que les obligó a seguir trabajando durante un tornado. La falacia se viene abajo cuando vemos los impuestos ridículamente bajos que ha pagado durante años, Elon Musk (el más rico). La falacia se viene abajo con la explotación de los países y personas vulnerables, la uberización de la vida, la precarización del trabajo, el esclavismo en el primer, segundo y tercer mundos. Un liberal clásico jamás defendería esta aberración. Sí un neoliberal. La lucha de clases existe y la van ganando ellos. 

Un mercado ultraliberalizado, gobiernos neoliberalizados, multinacionales hipervitaminadas y ciudadanos hipotensos producen esta distopía normalizada. Mientras pedimos a Amazon hasta la barra del pan, hay quien no tiene ni un mendrugo que llevarse a la boca. Disfrutad en casa de la última serie de éxito en Netflix: La pandemia, una nueva temporada de Los juegos del hambre o El juego del calamar, una guerra entre pobres por la supervivencia, una competición a muerte por salir de la pobreza. Pero no es un juego ni un reality. Es la realidad. 

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