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En un mundo que debería ser un refugio de aprendizaje y crecimiento, la violencia escolar se alza como una sombra devastadora que roba la inocencia y el futuro de miles de niños, niñas y adolescentes. Este 6 de noviembre de 2025, primer jueves del mes, los estados miembros de la UNESCO nos convocan a conmemorar el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el ciberacoso. Esta fecha no es solo un recordatorio: es un llamado urgente al compromiso de toda la sociedad.
Como defensora incansable de la no violencia y de los derechos humanos, he dedicado innumerables esfuerzos a visibilizar esta lacra social. Hoy, ponemos el dedo en la llaga de una violencia que sigue creciendo, explorando sus raíces profundas y las vías para erradicarla, con un enfoque especial en su vínculo letal con los suicidios y las enfermedades mentales. No podemos quedarnos de brazos cruzados; es hora de reclamar justicia, empatía y compromiso social para proteger a las generaciones venideras.
Actualmente, padecemos una epidemia silenciosa que no deja de expandirse. En España, el acoso escolar no es un problema aislado, sino una crisis que afecta a uno de cada diez niños y niñas, según datos alarmantes de organizaciones como Aldeas Infantiles SOS.
Durante el curso 2024-2025, el 12,3% del alumnado ha sufrido acoso escolar o ciberacoso, un porcentaje que revela la magnitud del sufrimiento en las aulas, según el último informe de la Fundación ANAR.
Este fenómeno se está intensificado: los casos de acoso presencial combinado con ciberacoso se han duplicado, pasando del 1,8% en 2023-2024 al 3,6% en el actual ciclo escolar, según el VII Informe de Acoso Escolar de la Fundación Mutua. A ello se suma que la Fiscalía General del Estado registró 1.196 casos de bullying en 2024, una cifra que, aunque oficial, apenas refleja la realidad, pues el miedo, la vergüenza y las dificultades para denunciar mantienen muchos casos ocultos.
En nuestra región, Castilla-La Mancha, la situación es igualmente desgarradora. Los expertos alertan que más del 25% de los incidentes permanecen ocultos, sumergidos en el silencio y el temor. En la provincia de Albacete, durante el curso 2024-2025, los protocolos por acoso han aumentado un 14,3%. En términos globales, el 4% de los menores de la región sufre bullying, una cifra que, aunque inferior a la media nacional, supone miles de vidas marcadas por el dolor en ciudades como Toledo, Ciudad Real o Albacete.
Lamentablemente, estos números no son frías estadísticas: son rostros, lágrimas y futuros truncados. Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Cuánto más vamos a tolerar esta injusticia?
En España, factores como la diversidad cultural, la orientación sexual o las diferencias físicas agravan el problema
Es preciso insistir que las causas más significativas hay que centrarlas en la desigualdad y la falta de empatía. El acoso escolar no surge de la nada; es el fruto podrido de un suelo fertilizado por desigualdades sociales, prejuicios y entornos tóxicos. Según los expertos, sus principales raíces están en los desequilibrios de poder -donde el acosador busca dominar para compensar sus propias inseguridades-, en la disfuncionalidad de ciertos entornos familiares y en la violencia banalizada por los medios y las redes sociales.
De esta forma, en España, factores como la diversidad cultural, la orientación sexual o las diferencias físicas agravan el problema. El 32% de los adolescentes de minorías sexuales reportan pensamientos suicidas relacionados con el bullying, en comparación con el 13% de sus pares heterosexuales. Además, el ciberacoso, potenciado por el anonimato digital, extiende el tormento más allá de las aulas, invadiendo hogares y noches enteras.
Ante este panorama, es preciso recordar el importante papel de la sociedad. La falta de tolerancia y respeto permite que estas conductas se repitan. Consideramos fundamental que las escuelas sean santuarios de inclusión, no arenas de gladiadores donde los más vulnerables pagan el precio de nuestra indiferencia colectiva.
El acoso escolar deja cicatrices invisibles que conducen, en demasiados casos, a la desesperación. En España, las menores víctimas de 'bullying' tienen 2,23 veces más riesgo de ideación suicida y 2,55 veces más de intentos de suicidio, según Save the Children. La Fundación ANAR confirma que el 70% de los estudiantes con ideación suicida ha sufrido maltrato escolar.
Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid añade que el 20,4% de las víctimas y el 16,8% de los acosadores presentan ideación suicida, lo que demuestra que esta violencia es un veneno bidireccional que destruye tanto a quien la sufre como a quien la ejerce.
En cuanto a la salud mental, el 70% de los problemas -como depresión, ansiedad e ideación suicida- se originan en la infancia y la adolescencia, exacerbados por el 'bullying'. Los datos de ANAR indican que el 21,4% de los casos de conducta suicida están asociados al acoso escolar o al ciberacoso. En Castilla-La Mancha, aunque no existen aún estadísticas regionales detalladas, la tendencia nacional se replica: cada caso de acoso es una bomba de relojería emocional.
¡Basta ya! No podemos permitir que el silencio mate a nuestra niñez. Consecuentemente, reivindicamos el derecho a una infancia libre de terror, donde la salud mental sea una prioridad innegociable. Erradicar esta plaga requiere acción inmediata y multidisciplinar. Se necesitan campañas educativas basadas en la tolerancia y el respeto, integradas en el currículo escolar, para fomentar la empatía desde la más temprana edad. Para el ciberacoso, urge regular las redes sociales y educar en un uso responsable.
En Castilla-La Mancha, abogamos por más recursos: aumento de psicopedagogos en los centros educativos, formación obligatoria para docentes y familias, y líneas de ayuda como el 024 para la prevención de suicidios y el Teléfono ANAR para la infancia y la adolescencia.
Valoramos que la clave es la prevención: detectar señales tempranas, como cambios en el comportamiento, y actuar con rapidez. Pero esto no es solo tarea de instituciones; es un compromiso social de todos y todas.
Involucrémonos en asociaciones, denunciemos, eduquemos. Solo con corazón -esa empatía que nos une- y -esa voz que no calla ante la injusticia- transformaremos el dolor en esperanza. Reivindicamos un compromiso Inquebrantable: Trabajar juntos contra la violencia y las discriminaciones.