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En los pueblos de Castilla-La Mancha, muchas mujeres con manos marcadas por el trabajo y miradas cargadas de historias sueñan con vivir con dignidad, no con aislamiento. Pero el edadismo, esa discriminación que tacha a los mayores de 'cargas', sigue silenciándolas.
El 1 de octubre de 2025, Día Internacional de las Personas Mayores, proclamado por la ONU en 1990, no es solo una celebración de la longevidad, sino un grito de guerra por la dignidad, la autonomía y la plena inclusión de todas las personas.
Las personas mayores no son un 'problema demográfico', sino el corazón palpitante de nuestras comunidades, tejiendo sabiduría, cultura y resiliencia en la sociedad. En Castilla-La Mancha y en todo el mundo, sus aportaciones —económicas, familiares y sociales— son innegables. Debemos actuar ya para construir un futuro donde las generaciones se unan en solidaridad, no en división.
El mundo envejece a pasos agigantados, y las cifras lo confirman. En 2024, la esperanza de vida global alcanzó los 73,3 años, un aumento de 8,4 años desde 1995. Hoy, el 10,3% de la población mundial tiene más de 65 años, una cifra que se duplicará al 20,7% para 2074. En España, con 49,3 millones de habitantes en 2025, el 20,91% supera los 65 años. En Castilla-La Mancha, el 21,28% de nuestros vecinos está en este grupo de edad, con un índice de envejecimiento de 131,3 (131 mayores por cada 100 menores de 16). En nuestras zonas rurales, la dispersión agrava los desafíos: el acceso limitado a la salud, la falta de vivienda adaptada y la soledad no deseada exigen soluciones urgentes. A nivel nacional, el saldo vegetativo negativo (118.411 defunciones más que nacimientos en 2025) acelera este cambio demográfico.
El Decenio de la ONU para el Envejecimiento Saludable (2021-2030) advierte que, sin acción inmediata, el envejecimiento generará tensiones económicas y sociales, pero también abre oportunidades si actuamos con decisión. Las personas mayores no piden compasión; exigen empoderamiento. Su mensaje es claro: ¡basta de edadismo! Esta discriminación, sutil pero devastadora, tacha a los mayores de 'inútiles' o 'cargas'. El edadismo no son solo prejuicios crueles, sino exclusiones sistémicas: desde ensayos clínicos que los ignoran hasta oportunidades laborales negadas. Las mujeres mayores, las minorías y las personas con discapacidad sufren aún más esta injusticia. Esto es un fracaso moral que no podemos tolerar.
La Convención Interamericana sobre los Derechos de las Personas Mayores prohíbe la discriminación por edad y garantiza trabajo digno, independencia y seguridad. Sin embargo, en España, estos derechos siguen siendo promesas vacías para muchos. Las personas mayores reclaman decidir sobre su vida, su hogar y sus cuidados sin restricciones arbitrarias. Exigen pensiones que les permitan vivir y no solo sobrevivir, acceso universal a la salud y viviendas adaptadas. En Castilla-La Mancha, donde el aislamiento rural golpea con fuerza, necesitamos con urgencia inversión en centros de día, teleasistencia y programas comunitarios para combatir la soledad y la exclusión.
En nuestra región ya hay destellos de esperanza. En Toledo y Cuenca, los talleres intergeneracionales despiertan alegría y conexión. En Albacete y Ciudad Real, programas de apoyo rural muestran el camino. Pero estos esfuerzos son insuficientes. Políticos, escuchen: financien estas iniciativas, prioricen la salud rural, construyan una Castilla-La Mancha donde ningún mayor se sienta olvidado. Asociaciones como CEOMA y UDP luchan por un envejecimiento digno, pero no pueden hacerlo solas. El ODS 16 de la Agenda 2030 (Paz, justicia e instituciones sólidas) lo señala: los mayores deben ser agentes activos, no receptores pasivos.
La pandemia de COVID-19 desnudó las fisuras del Estado de Bienestar español, mostrando cómo unos servicios desfinanciados fallaron a nuestros mayores. No podemos repetir esta traición. António Guterres, secretario general de la ONU, lo dice claro: las personas mayores son “fuentes invaluables de conocimiento para la paz y el progreso. Ignorarlas no solo es injusto, es una pérdida para todos”.
Este 1 de octubre de 2025, Castilla-La Mancha se alzará. Desde Albacete hasta Ciudad Real, leeremos manifiestos, organizaremos eventos comunitarios y exigiremos el fin del edadismo. Políticos, este es su mandato: aprueben leyes que conviertan los compromisos internacionales en realidades. Erradiquen el edadismo, financien cuidados integrados y servicios rurales, aseguren que cada persona mayor viva con dignidad. Sociedad, este es nuestro llamado: honremos a todas las mujeres y hombres mayores de nuestras comunidades, cuyas vidas iluminan el camino hacia un futuro justo e inclusivo.
Las personas mayores guardan valores eternos: fortaleza, dignidad y amor inquebrantable. Sus relatos nos enseñan que el tiempo no mengua el valor, sino que lo enriquece. Esta es una llamada a la acción: abraza a tus abuelos, escucha a los mayores, lleva sus historias a tu corazón. Que su experiencia derribe muros de indiferencia y construya puentes entre generaciones. Como dijo Facundo Cabral: “Nos envejece más la cobardía que el tiempo. Los años solo arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma”. Seamos valientes. En Castilla-La Mancha y en el mundo, hagamos del envejecimiento un triunfo de derechos, solidaridad y esperanza. ¡Por nuestros mayores, por nosotros, por el mañana, actuemos ya!