40 años de una comunidad que se muere de vieja: uno de cada diez habitantes de Castilla y León tiene más de 80 años
Han pasado cuarenta años desde que las Cortes Generales aprobaron definitivamente el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, pese a las reticencias de León, Segovia e incluso el País Vasco. Cuarenta años de idas y venidas, de bienvenidas y despedidas, de triunfos y fracasos. Pero sobre todo, han pasado cuarenta años en los que Castilla y León no ha conseguido frenar la despoblación que le asola desde hace más años de los que nadie puede recordar. La gente joven se marcha a las capitales y fuera de Castilla y León, que no encuentra un reemplazo generacional. Cada vez hay menos personas en Castilla y León, y las que quedan, son más viejas. En el plano demográfico, hay poco que celebrar cuarenta años después de que se constituyera la comunidad autónoma más extensa del país.
“Es un problema que viene de hace mucho, mucho tiempo, desde el desarrollismo de los años 1950 y la quiebra del modelo de agricultura tradicional”, explica Juan Ignacio Plaza, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Salamanca, quien defiende que la despoblación no se va a revertir y reprocha a la clase política que pretenda “engañar” a la gente con este tema.
“Eso no quiere decir que no se puedan hacer cosas o que no haya que dar servicios en las zonas rurales, porque es de justicia y deber ético. Hay que apoyar a quien quiera instalarse y crear una empresa en un pueblo, pero esta curva de descenso de la población no se va a revertir”, explica en declaraciones a elDiario.es.
La profesora titular de Geografía de la USAL María Isabel Martín explica las distintas fases de la pérdida de población que ha vivido Castilla y León: desde 1971 hasta aproximadamente 1980 se produjo un fuerte éxodo rural que parece “agotado” en 1983 hasta la década de los noventa, cuando hay “emigración rural y de las ciudades medias”. Entre 2000 y 2008 se atenúan las pérdidas por una menor emigración y las dificultades para encontrar trabajo, y entre 2011 y 2022 se produce una “fuerte caída” provocada por la emigración, el saldo vegetativo negativo y los pocos extranjeros que absorbe la comunidad.
Los pueblos son cada vez más pequeños con el paso de los años, y las cabeceras de comarca están cada vez menos pobladas. Las capitales de provincia pierden población en favor de la zona metropolitana, que ofrece viviendas nuevas y a menor precio. Las grandes excepciones son Ávila, Burgos y Soria, cuyas capitales ganan población respecto a 1983 porque no hay grandes municipios a su alrededor, según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Martín recuerda que faltan mujeres en edad fértil en el medio rural, por lo que, aunque se alargue la esperanza de vida, los pueblos pierden población “irremediablemente”. “A corto plazo es imposible revertir la despoblación salvo que tengamos una llegada de inmigrantes masiva que no es factible porque la economía no los absorbería”, agrega.
Castilla y León contabiliza 600.000 personas que tienen más de 65 años. Uno de cada diez habitantes tiene más de 80. La edad media de un castellano y leonés es de 48,43 años, nueve años mayor que hace cuarenta años. Cada nacimiento es un triunfo a contracorriente: en 2022 se registraron 13.196, un poquito más que en 2021, pero solo por el efecto de la pandemia. En 1983, se registraban el doble de nacimientos que actualmente.
La mayoría de la gente quiere dos hijos, pero a veces cuando tienen el primero ya no es planteable un segundo
Los cheques bebé no impulsan la natalidad
Martín asegura que todavía no hay suficiente perspectiva para analizar el efecto que puedan tener este tipo de medidas sobre la natalidad (como el bono familia o una bonificación al IRPF), pero lo ve “muy complicado”. “Nadie tiene un hijo porque le vayan a dar 3.000 euros para su nacimiento. No influye en la decisión”, apunta.
El catedrático en Sociología de la USAL Alberto del Rey asegura que nadie tiene hijos “por dinero” y descarta que este tipo de medidas tengan un impacto directo en la natalidad. “Eso no va a hacer que tengas un hijo”, apunta. Él contextualiza el momento en el que se produce la maternidad en España: la secularización y los nuevos valores de la sociedad, la importancia que se le da a la estabilidad económica antes de tener hijos y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. “Antes parecía que cuantos más hijos tenías más feliz ibas a ser. Hemos asumido que cada hijo tiene que tener una habitación, es algo que nos hemos autoimpuesto”, agrega.
Además, ahora la carrera profesional de la mujer es igual de importante que la del hombre y esto afecta a la natalidad. Por eso considera tan importante que haya un apoyo a la conciliación similar al de Francia, que es “más generoso” que el español, aunque es una medida cuyos efectos se notarían a más largo plazo.
Además, las transiciones son más tardías en España que en otras partes de España: la incorporación al mercado de trabajo, la emancipación y la estabilidad económica se producen más tarde y eso pospone la maternidad. “La mayoría de la gente quiere dos hijos, pero a veces cuando tienen el primero ya no es planteable un segundo”, apunta.
La alta esperanza de vida de Castilla y León es un “éxito”
Rafael Grande, profesor de Sociología y Demografía de la Universidad de Málaga, ve como un “éxito” la alta esperanza de vida que tienen los castellanos y leoneses, especialmente por la mejora de la calidad de la misma. “Es un gran éxito, pero hay que ponerlo en valor a través de buenos servicios públicos sanitarios y de atención”, añade antes de preguntarse qué pueden aportar las personas de 65-75 años a otras generaciones mayores y menores que ellos. “Es un éxito que haya tantos centenarios en Castilla y León, era algo impensable hace cuarenta años”, reflexiona. Uno de cada diez centenarios españoles vive en Castilla y León, una comunidad con casi dos mil centenarios.
Esto deja una pirámide poblacional que complica el futuro de Castilla y León —una comunidad con el doble de mayores de 75 años que niños de hasta diez— especialmente porque el flujo migratorio es insuficiente. Esta es la comunidad con mayor tasa de dependencia y la tercera con mayor índice de envejecimiento del país. Grande recuerda que Castilla y León “expulsa mucha población joven” que no encuentra “ni salida económica ni laboral”, por lo que se marchan a otras regiones o fuera del país. “Tenemos un buen sistema educativo con grandes resultados, pero por el hecho de estudiar un grado y un máster tienes más probabilidades de trabajar fuera. Ese es el drama”, afirma.
La provincia que se enfrenta a un futuro más desolador es Zamora: en estos años ha perdido a una cuarta parte de su población, especialmente en el medio rural. No han nacido ni 700 niños en 2022, un 70% menos que en 1983. ¿La edad media más alta de España? También en Zamora: 51,33 años. Uno de cada tres zamoranos tiene más de 65 años.
Castilla y León es ahora exportadora de talento. Hay más universitarios que nunca, aunque luego muchos de ellos no pueden trabajar en sus ciudades de origen porque no tienen capacidad de absorción suficiente. Castilla y León casi roza los 70.000 estudiantes universitarios entre todos sus campus y universidades públicas y privadas. Desde que se estructuró como comunidad se han fundado la Universidad de Burgos y otras cuatro privadas, además de la expansión de títulos y campus, que justifican este incremento respecto a los años ochenta, cuando había unos 41.000 estudiantes matriculados.
El tejido universitario se ha ensanchado de una manera “muy importante ”en número de titulaciones, lo que ha valido críticas por una “hipertrofia” teniendo en cuenta de la pérdida de población que sufre Castilla y León, explica el profesor titular de Educación de la USAL Juan Carlos Hernández Beltrán, que considera que en estas cuatro décadas los rectores universitarios han apostado —“no siempre con éxito”— por establecer planes estratégicos para dar “valor añadido” a los campus y mejorar sus índices de internacionalización.
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