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ENTREVISTA

Carme Elías: “Hay que tener el derecho a poder despedirse conscientemente de los seres queridos”

Carme Elías, fotografiada en una terraza del barrio de Gràcia.

Neus Tomàs

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Hay pocas sonrisas como las de Carme Elías. Es una actriz con conciencia, dentro y fuera del escenario, una mujer que explica que hace tiempo aprendió a gestionar tanto su fortaleza como su fragilidad, a saber combinarlas, y ese equilibrio es el que le ayuda a afrontar el alzhéimer que le diagnosticaron hace más de tres años. 

Cuando habla de la enfermedad mezcla la desazón con la ironía. Viajamos en el tiempo, desde la mercería en la que ayudaba a su madre a la formación en el Institut del Teatre de la mano de nombres como Albert Boadella. De ‘Anillos de Oro’, cuando entró por primera vez en los hogares de miles de españoles, a ‘Camino’, el personaje que le valió el Goya a mejor actriz protagonista en 2009. Cuatro décadas de cine, teatro, televisión o doblaje y cuyo último trabajo es el documental que está rodando con su amiga y directora Claudia Pinto. Un trabajo en el que podrá verse cómo es la vida de la actriz desde que supo que todos esos lapsus que sufría y a los que los médicos no encontraban explicación no eran culpa de la tensión o los nervios. “Fue cuando llegó la palabra”, resume para referirse a la enfermedad.

Tiene 71 años y ese día a día es aún muy activo porque ha decidido que mientras pueda quiere dar visibilidad a esta desgracia, como ella la define, y pide que cuando ya no sea ella la dejen irse con dignidad.

El cuerpo le pide recluirse en casa pero está aquí. Así que lo primero es gracias y lo segundo es preguntarle en qué momento decidió que explicaría que tenía alzhéimer.

La verdad es que tardé bastante. Esto va muy despacito y cuesta un poco. Primero hay que asumirlo, tanto yo como la familia. Supongo que lo divulgué porque todavía estoy a tiempo. Sé que llegará un momento en que mi cabeza no funcionará. Me dije a mi misma 'eres actriz y hay que hacer un trabajo para que esto se conozca'. Desde diversas asociaciones me estaban proponiendo dar un poco de luz y visibilidad a la enfermedad porque esto es algo que se queda muy escondido en las casas. 

¿No se difunde lo suficiente?

Exactamente. El caso es que a partir del contacto con la fundación Pasqual Maragall todo fue sobre ruedas. Decidimos dar la cara y sobre todo divulgar y hacer cercano a la gente cómo es este proceso.

¿Ser actriz ayuda a transmitirlo mejor?

Por supuesto. No me pongo a interpretar el personaje de actriz que tiene esta enfermedad, pero estoy acostumbrada a estar delante de un micrófono. Está muy bien dar voz, imagen y palabra a una enfermedad que se ha quedado encerrada dentro de casa. Todos sabemos que existe, pero no sabemos de qué va. Ya que tenemos las armas para poderle dar visibilidad, vamos a hacerlo. 

¿A quién se lo comunicó primero? 

A mi familia, que me acompañaba a los médicos que decían que no tenía nada. Visitaba a los médicos y me recetaban pastillas tranquilizantes porque me daban como ataques de ansiedad. Pensaba que sería cosa de la edad, que me estaba volviendo más insegura. La profesión de actriz fue la que hizo que la cosa tuviera de repente un nombre. Los médicos decían que era estrés pero nada grave. Fue un recorrido largo pero supongo que menos largo que alguien que no tiene que exponerse delante del público y no tiene este peligro a la hora de ejercer su profesión.

Notó que le fallaba la memoria en el rodaje de ‘Las consecuencias’ aunque ya en una película anterior, ‘Quién te cantará’ se sentía incómoda. Es cuando empieza el periplo por consultas para saber qué le pasa. Aunque puede parecer contradictorio, cuando se lo dijeron pensó que al menos ya sabía qué le pasaba.

Sí, aunque parezca raro. De pronto todas estas angustias y situaciones raras en el trabajo, que fue donde se destapó la enfermedad, tenían un nombre. Si hubiera sido una ama de casa a lo mejor no habría ido tan rápido. No me detectaron el asunto hasta que, por fin, después de tantas visitas médicas de un lado a otro, psicólogos, psiquiatras y yo sintiéndome como me sentía, llegó la gran palabra. Llegó la palabra y dije 'claro, es esto'.

Ni una ama de casa ni una actriz están preparadas para este diagnóstico.

Nadie está preparado para esto. Lo que pasa es que los recursos de actriz son los que me ayudan a difundir la enfermedad y estar hablando aquí contigo. Si no tuviera estos recursos por mi profesión no creo que pudiera estar aquí. Ahora dedico todas mis fuerzas a esto. Es mi misión, y sin el acompañamiento familiar no sería posible.

Nadie está preparado para esto. Lo que pasa es que los recursos de actriz son los que me ayudan a difundir la enfermedad y estar hablando aquí contigo

¿Pensó que no explicarlo sería fallar al público?

No exactamente. Lo más cómodo, y quizás sensato, habría sido callarse. Empieza muy despacito, como el ratoncito que roe un quesito. Pero después de tantos médicos y ver cómo estaba el asunto, cuánta gente está sufriendo y no se diagnostica... No es fácil dar la cara, es una enfermedad que normalmente queda encerrada en la familia.

Ha dicho más de una vez que no quiere despertar compasión. ¿Se le acerca más gente desde hace una semana?

Lo que yo detecto es un sentimiento de agradecimiento. La gente me dice 'gracias por hablar de esto'. Ha valido la pena, muchas familias en mi misma situación se sienten visibilizadas. Mi objetivo se está consiguiendo, en cierto modo.

¿Es tras saber que tiene la enfermedad cuando ha decidido que su vida es el ahora o el aquí o es una filosofía que ya aplicaba antes?

He tenido la suerte de que por mi profesión como actriz, y al mismo tiempo como ser humano, he realizado un trabajo personal importante. Conocí a Claudio Naranjo de la terapia Gestalt y me ha ayudado siempre mucho. Tengo una fortaleza enorme pero también una enorme fragilidad que no sabía cómo gestionar y que como actriz es fantástico porque lo vuelco en los personajes. He hecho un recorrido con la ambición de aprender más para dar más contenido a los personajes, además de ser una ayuda para mí y para la vida. En la vida no tienes que mirar adelante o atrás, el momento que sirve es ahora y aquí. 

Su personaje en ‘Camino’ fue especialmente emotivo, al menos para los espectadores. ¿Es en este tipo de personajes en los que más le ayudó la terapia?

En todos los personajes. Cuando estudias un personaje te concentras completamente en él. Evidentemente visitas a psicólogos, especialistas, a mi maestro Juan Carlos Coraza, un gran maestro de actores y gran amigo. Siempre que he podido he preparado mis personajes con él porque tiene un gran conocimiento del corazón, el cuerpo y la mente.

Tras recibir el Gaudí de Honor defendió que los actores y actrices deben volcar sus experiencias vitales en los personajes. ¿Tiene alguno preferido?

Pues lo tendría que pensar mucho. Algunos personajes son importantes por lo que te aportan pero a lo mejor luego no tienen ningún éxito. Otros no te aportan mucho pero tienen un 'boom' extraordinario. Hablando de cine, el de 'Camino' fue un gran personaje por el resultado de la película pero también por Javier Fesser, una persona dotada para acompañar a una actriz en esa situación. Recuerdo que se acercaba a mi lado y era como si tuviera un ángel de la guarda. Yo le decía 'háblame', porque con ese personaje tenía que estar siempre al borde del peligro. Y él me decía 'acuérdate de tu hija', yo le contestaba que ya estaba lista y entonces era cuando Javier gritaba 'acción'.

En esa ceremonia citó al actor José María Rodero cuando aconsejaba que ‘hay que persistir’. ¿Cómo se persiste en situaciones tan adversas como las que conlleva esta enfermedad?

Intentando estar viva hasta el último segundo. Lo que me aterra es lo de después, cuando yo ya no esté y mi yo ya no sea yo. Una pone en marcha mecanismos que no sabe ni cómo lo hace, pero va saliendo al paso. Estamos rodando un documental con Claudia Pinto, gran amiga, con todo el proceso desde el inicio hasta el final. Lo estamos haciendo en etapas distintas pero como tengo mucha confianza en ella no tengo ningún pudor y sé que hará un buen trabajo recolectando lo que es bueno y lo que no lo es. Hará un buen trabajo y creo que el material puede ser muy útil para las personas que puedan vivir esta situación y los familiares que les acompañan. Me muestro como soy, con lo que hay en cada momento.

¿Además de un material artístico puede tener también un interés médico para ver la evolución de la enfermedad?

Sí, también. Siempre pienso que a quien más puede interesar es a las familias que están sufriendo esta desgracia. No sé llamarlo de otra manera.   

¿Cómo surgió la idea de filmar el documental? 

Era verano, fuimos a pasar un rato con ella y su familia y ella me comentó: '¿Y si rodamos todo esto?' Y yo le dije: '¡Venga!'. Así empezó todo, en un jardín fuera de Barcelona. Como yo escribo o escribía mis reflexiones, una especie de cápsulas, las incorporaremos también al documental.

Cocina, mira películas y escribe. ¿En esas cápsulas queda plasmado su día a día?

Es algo entre irreal y poético aunque a la vez es muy real. No sabría definirlo. Por ejemplo, a partir de una anécdota del día me voy a algo más abstracto. Digo que escribo pero tampoco es así, ahora no es verdad, porque llevo un tiempo sin hacerlo. No me doy cuenta del paso del tiempo. Alguien me dijo el otro día que llevaba tres años con esto y flipaba porque me parecía que llevaba un año. Los tiempos se mueven a mi alrededor.

La relación con el tiempo se modifica.

Yo sé perfectamente si es de día o es de noche, tengo un calendario y sé qué día es pero a veces tengo que mirarlo durante el día para saber qué día es. Estoy muy activa pero también paso muchos ratos en casa. Cuido de mi hijo y de mis cosas. Leo poesía y veo mucho la televisión e intento no atontarme aunque a veces lo hago incluso diciendo 'voy a atontarme' un rato. Y tomo apuntes para el documental. A ver si hay suerte y alguien nos lo compra.

Pero si desde que anunció que padecía alzheimer su nombre ha sido de los más citados y ha comprobado que es un referente para el mundo de la cultura.

Sí, es verdad que esta semana ha sido muy gratificante. No me esperaba esta respuesta. Además esto me obliga a prepararme y a ejercitar la mente y el cuerpo.   

Yo ya no llegaré a tiempo pero quizá alguien en un futuro dirá que esto también fue un granito de arena

¿Lo que le da más miedo es llegar a esa fase en que usted ya no sea usted?

Sí, me da terror. Es más, yo pido una muerte digna. Una muerte digna quiere decir que en el momento en que se detecte que yo me voy pueda despedirme de mi familia. Que les pueda dar las gracias, decirles adiós. En definitiva darle las gracias a la vida que me ha permitido ejercer la profesión de actriz, algo que de donde salía yo era impensable. He luchado por ella pero me ha regalado muchas cosas, una vida espléndida a nivel intelectual, personal o familiar. Me ha enriquecido mucho. Hay que tener el derecho a poder despedirse conscientemente de los seres queridos.

Utilizando su misma expresión, ¿Carme Elías de dónde salía?

Del barrio de Sant Josep de Calassanç, en Barcelona. De una estirpe de panaderos, todavía existe allí el 'Forn Elías'. Hace poco fui a ver a mi prima y tiene más éxito que nosotros cuando en una obra de teatro nos va muy bien. Mi padre era asmático, no se podía hacer cargo del horno, y montó una pequeña mercería que poco a poco con mi madre se fue haciendo grande. Yo despachaba también y es donde empezó mi contacto con el público.

¿Ahí descubrió que quería ser actriz?  

Desde jovencita iba a un teatro en el barrio. El director de escena se llamaba Balcells y me enseñó muchas cosas. Ensayábamos por las noches y como teníamos 14 años los padres y madres se turnaban para venirnos a recoger. Recuerdo que me encerré un día en el baño de casa para buscar algún sitió donde hiciesen teatro. Encontré el Institut del Teatre y allí que me fui. Me cogieron y tuve la suerte de que en esa etapa entró [Hermann] Bonín como director y las nuevas generaciones con gente como Fabià Puigserver o Albert Boadella estaban allí de maestros. 

¿Todavía va al teatro?

Sí, no mucho pero aún voy. Tengo unas grandes amigas, un grupo que llamamos el trío, Silvia Marsó, Carme Sansa y yo, y siempre que nos juntamos en Barcelona nos vamos al teatro. Ahora tengo que hacer más esfuerzo pero ellas me tiran para ir. 

¿Quiere aprovechar esta conversación para añadir algo más? 

Dar las gracias a todos los que contribuyen a divulgar esta enfermedad para conseguir que esto no sea algo que se quede escondido en las familias. Que salgamos todos a contarlo, que se visualice, que se busque una solución y se encuentre. Yo ya no llegaré a tiempo pero quizá alguien en un futuro dirá que esto también fue un granito de arena.

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