¿Qué nos deprime? Hacia una ética transcultural en materia de salud mental

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Las formas de comprender la enfermedad y la salud varían en cada cultura. En el caso de la salud mental, actualmente los diagnósticos se realizan a partir de síntomas y estadísticas, un hecho que resulta sorprendente desde otras cosmovisiones, pues existen fenómenos que no se pueden reducir una sola etiqueta. Las consecuencias de esta manera de comprender la realidad es que muchas experiencias pueden ser ignoradas o reducidas a trastornos patológicos.

Por ejemplo, los estudios decoloniales sobre salud mental han profundizado en señalar cómo las teorías del trauma clásicas siguen un modelo eurocéntrico que margina las experiencias colectivas de culturas minoritarias o no occidentales. Esto se debe a que las formas consensuadas de trauma no tienen en cuenta que el racismo es una violencia cuyos efectos siguen actuando de forma cotidiana en el presente y no son solo un evento circunstancial del pasado. En este sentido, una de las prioridades que tenemos en València Acull es ayudar a comprender cómo el malestar psicológico tiene relación directa con las formas de opresión más cotidianas y facilitar otras experiencias de convivencia y relación no racistas.

En el ámbito de la psicología, el racismo se manifiesta, por ejemplo, al considerar como enfermedades experiencias que en otras culturas no tienen esta consideración. Una crítica recurrente es que el modelo actual es individualista ya que no sitúa adecuadamente los síntomas ni tiene en cuenta los distintos niveles de interacción con el entorno: social, político o espiritual. Para comprender el sufrimiento, es imprescindible contextualizar los síntomas no solo a partir de la historia personal sino también de la colectiva y de las experiencias de contacto directo con el mundo. De este modo, al centrarse las relaciones entre lo individual y lo colectivo, se abren vías para que el malestar encuentre su camino político.

Por otro lado, durante las intervenciones y los tratamientos, tampoco se tienen en cuenta las formas de curación y los enfoques de sanación holística que han sido efectivos desde siempre como, por ejemplo, el apoyo comunitario, la mediación artística, las prácticas espirituales o psicosomáticas y los rituales colectivos propios de cada cultura. Desde una perspectiva intercultural de atención a la salud mental es muy importante que las comunidades puedan empezar a decidir sobre qué considerar sufrimiento o cómo quieren sanar. Si queremos tomar conciencia de qué nos deprime, que nos duele, ahora, más que nunca, necesitamos tiempo y un espacio para encontrarnos y reconectar con nuestro entorno.