Para quienes formamos parte de la juventud trabajadora en la Comunidad Valenciana, hay una urgencia que ya no podemos seguir ignorando: necesitamos recuperar algo que hemos ido perdiendo entre contratos temporales, sueldos insuficientes y jornadas interminables. Necesitamos recuperar la conciencia de clase.
Nos han vendido la precariedad como un rito de paso, como si fuera normal aceptar trabajos que no permiten vivir con dignidad. Nos dicen que así es “empezar”, como si no llevara años siendo la única opción. La llamada “pobreza laboral” ha dejado de ser una excepción para convertirse en una constante. Pero no es inevitable. Hay alternativa, y empieza por recordar que lo colectivo siempre ha sido más fuerte que lo individual.
Hace unos meses, cuando la DANA golpeó nuestra tierra, vimos una lección: cuando nos organizamos, cuando nos cuidamos entre nosotros, somos capaces de todo. En medio del desastre, resurgió una conciencia de comunidad que hoy tenemos que reactivar. No solo para reconstruir casas, sino para reconstruir derechos, condiciones laborales, dignidad.
No es normal trabajar ocho o más horas al día y seguir sin poder independizarnos. No es normal sentir miedo por pedir una baja, una reducción por cuidado o incluso por desconectar. Y no es normal que la conciliación siga siendo un privilegio de unos pocos y una carga más —casi siempre— para las mujeres jóvenes. Queremos vivir, no solo sobrevivir.
Es el momento de hablar claro: no podemos aceptar un mercado laboral que se aprovecha de nuestra juventud para explotarnos con más facilidad. Hay que volver a poner sobre la mesa la conversación sobre derechos, estabilidad, tiempo para cuidar y cuidarnos, y futuro. Y, sobre todo, hay que dejar de sentirnos solos en esta lucha. Porque no lo estamos.
Recuperar la conciencia de clase no es nostalgia, es supervivencia. Es entender que lo que nos pasa no es una suma de dramas individuales, sino la consecuencia de un sistema que hay que enfrentar juntas y juntos. Como lo hicimos frente a la DANA, ahora toca hacerlo contra la precariedad.
No estamos aquí para aguantar. Estamos aquí para cambiar las cosas. Porque un trabajo no puede ser una trampa. Porque merecemos una vida digna. Porque somos clase trabajadora, y es hora de actuar como tal.