El President Pérez Llorca dice que quiere saber qué pasó el día de la dana y los siguientes como “un valenciano más”. Pero no lo es. Y lo tienen muy presente sus compañeros de partido. Esos que cada vez que oyen una crítica, por leve que sea, al pasado capitaneado por Mazón, se revuelven y amenazan con motines que en realidad no tienen valor para encabezar. Hay que haber viajado a destinos reales e imaginarios, como Camps, para pensar que se puede discrepar o plantear una alternativa a la designación en el PP. Falta saber si el ex President ha regresado. Pero, sea como sea, nadie va a cambiar nada ni en la elección de la nueva directiva ni en los carteles electorales. Estos días, que se prepara el relevo en la ejecutiva del PP valenciano, todos son muy enérgicos y valientes en privado y corderitos en público. Nadie quiere quedar fuera y todos saben que en cualquier momento, quizás en año y medio, pero puede que antes, toca hacer listas electorales.
El valenciano que preside la Generalitat era estrecho colaborador del ahora diputado ausente. Y es responsable de lo primero y de lo segundo. Llorca sabía mucho desde el primer día y lo ha amparado. Además, ha ido conociendo datos y mentiras en ritmo y cantidad difíciles de digerir hasta para él. Pero lo ha expresado más en privado que en público. Como ahora hacen algunos de sus compañeros con él. Incluso, con la desfachatez de citar a Rita Barberá para que sus comentarios cobardes e interesados tengan fuerza cuando se transcriban, desde el anonimato, claro.
Cuando no se habla ni se actúa para acabar con el negligente, uno se convierte en, como mínimo, cooperador necesario. El despacho que ahora estrena ocupante no debía haber sido el de Mazón tanto tiempo. A los populares les faltó decisión, mando y voz. Está bien pasar página y avanzar, pero no, Pérez Llorca no lleva quince días mandando, porque él ya estaba. Y para aclarar dudas, entre lo primero de sus decisiones está cambiar el reglamento de les Corts por lectura única. Regalo doble. Para su predecesor, que ha pensado que ese debate no requería de su presencia (a ver si cuando llegue el pago que posibilita el cambio tampoco acude a cobrar). Y para su socio, por mucho que se jacte de no tener documento escrito que explicite su acuerdo con Vox. Es justo lo contrario. Ha llegado tan rápido al pacto como lo hizo Mazón. Y es tan poco claro como el firmante primigenio. El primer presidente de la alianza llegó con un documento inconcreto. El segundo ocupa el cargo sin papel al que acudir para pedir cuentas. Pero con acciones. Mientras el discurso antiinmigración llegaba en la reunión con Pedro Sánchez en la carpeta del President de la Generalitat, en les Corts se recortaban los derechos de igualdad. Los peajes están interiorizados.
Dos semanas después de llegar al Palau, Pérez Llorca ha entrado también en Moncloa. Aunque sonrojados por la tardanza, hay que felicitarse por haber logrado algo tan elemental: una reunión. Ahora, tendrá que llegar la comisión mixta para la reconstrucción, a la que se ha resistido en exceso Pedro Sánchez y que ha dificultado Carlos Mazón. El Gobierno debería haber actuado antes. Por ello, y por todo lo que hay en juego, como hemos comprobado esta semana de lluvias y alertas, ahora debe ser rápido y diligente. El Consell tiene también la oportunidad de demostrar hasta qué punto casi las mismas personas son capaces de trabajar de otra manera cuando se les imprime actitud y ritmo distintos desde la presidencia.
Habrá que esperar para comprobar qué ha cambiado en la relación entre administraciones. En enero sabremos si se constituye la comisión mixta y si sirve para algo. Y, sobre todo, si el Gobierno cumple por fin su compromiso de presentar una propuesta de reforma del sistema de financiación autonómica. A principios de año, si cumplen su palabra, sabremos cuánto marca la presión catalana, que podría ser buena para la Comunitat Valenciana, y, sobre todo, cuánto peso tendrá la postura de la ministra y candidata María Jesús Montero. Tanto en el planteamiento como en la respuesta veremos si priman más los intereses de partido o los de los ciudadanos. De momento, en la quita de la deuda también ha cambiado ligeramente el discurso. El injusto reparto decidido por el ejecutivo central es criticado por la Generalitat, pero, al menos desde la Moncloa, Pérez Llorca no afirma claramente que no cogerá el dinero si la medida se aprueba en el Congreso. En muchas ocasiones, se dice más con lo que se calla que con lo que se grita. Ahora toca elevar la voz, pero, si llega el momento, habrá que seguir reivindicando con una mano y aceptar lo que envíen. Tienen la oportunidad de hacer algo por quienes les eligieron. No son ni nuevos, ni uno más, pero pueden actuar mejor de lo que lo han hecho hasta ahora. Lo tienen fácil a juzgar por los precedentes.