Las urgencias cada uno las entiende de una manera. Hay quien, pese a estar en alerta roja, pasea con el móvil en la mochila, sin tener en cuenta que hay momentos en la vida en los que la exigencia máxima es 24/7. No es obligatorio aceptar la dedicación plena, especialmente cuando se tiene un puesto en otro sitio para subsistir. Tener cargos públicos de máxima responsabilidad es agotador, pero la esclavitud del servicio público va en el sueldo y, sobre todo, se asume el día que uno elige acceder a él y los compañeros de partido, los socios y, en definitiva, los ciudadanos aceptan la propuesta. En contra de esta evidencia aplastante, nos quedan por oír versiones y horarios, incluso de fallecimientos y su conocimiento. No porque llevemos pocas, sino porque parece que la sucesión y los matices son inagotables. Pero, pese a la enorme importancia de lo ocurrido el 29 de octubre del año pasado, lo que hizo y dejó por hacer, lo que ha contado y mantiene en secreto Carlos Mazón, se acerca el momento de abrir el foco.
Juanfran Pérez Llorca está cada vez más cerca de ser President de la Generalitat y de empezar a jugarse seguir siéndolo. A falta de concretar los plazos exactos y de cuadrar las agendas de populares, voxistas y hasta de la Casa Real, es solo cuestión de tiempo que sea investido y que su amigo Carlos Mazón abandone el despacho del Palau. No saldrá del foco porque lo ocurrido es muy grave y, especialmente, porque la jueza va estrechando el cerco. Sus últimas comparecencias parlamentarias y las de los testigos que van explicando aquellas horas marcan un camino inequívoco. Lento y tortuoso, incluso con probable final absolutorio, pero directo a tener que responder ante un tribunal. Él elegirá el que cree que le será más favorable. Seguiremos contando lo de entonces y lo de ahora. Continuaremos respondiendo a las mentiras que nos quedan por oír y seguirá la lucha de quienes piden prisión para el ex President pero, con su abandono definitivo del cargo, entraremos en una nueva fase.
Pérez Llorca gestionará el partido y el Consell. Deberá decidir si continúa la línea que le costó la carrera política a su amigo o abre una auténtica nueva etapa. Se verá desde el primer día cuando comprobemos si sigue rodeado de sectarios o si, por ejemplo, intenta escuchar a las víctimas. En las primeras semanas sabremos también cuán provisional se siente al frente de un gobierno que no es el suyo y cómo maneja moverse entre la herencia y la connivencia con Vox, que le puede hacer perder a él y a Feijóo la batalla por la derecha. La claridad con la que explique su pacto de investidura será otra de las pruebas para conocer a Pérez Llorca ya con los máximos galones. Después, pasados los primeros días, llegará ese momento en el que cerrará la puerta del despacho y, como todos los que lo han ocupado, también los que llevaban la etiqueta de temporales, empezará a pensar que le sienta bien el traje y que no tiene por qué cedérselo a nadie. Aunque sobre eso ya tendremos tiempo de escribir.
La nueva etapa sin la percha del “Mazón, dimissió” exige también mucho a la oposición. No importa cómo funcione el Consell, cualquier día Vox puede forzar una convocatoria electoral desde Madrid. PSPV y Compromís deberían ponerse en guardia como si los comicios fueran dentro de dos meses, porque puede pasar. Después de Extremadura puede haber nervios. Tras Castilla-León algunos pueden ver la oportunidad. Y cuando sepamos qué ha pasado en Andalucía, el panorama será completo. Esas referencias, junto al devenir de Pedro Sánchez, podrían ser determinantes, aunque aquí pesará más la voluntad del socio externo del PP, que ya está apretando con asuntos que van más allá de los toros y las declaraciones grandilocuentes. Su negacionismo climático, por ejemplo, llega al bolsillo, como en el caso de València con su negativa a aprobar la zona de bajas emisiones, que tendrá un efecto inmediato sobre algo tan mundano como el precio del transporte público. El impulso retrógrado se puede extender y hay que hacer algo más que criticarlo.
Los socialistas tienen ante sí un arduo trabajo de construcción de una alternativa que vaya más allá de la exigencia de responsabilidades a Mazón. Necesitan llegar a la gente con propuestas que superen la fase de la crítica. En Compromís, algo más centrados en los últimos meses en lo propositivo, se les hace tarde para volver a unir a la coalición. Urge subsanar la división interna, que ha llegado hasta el punto de separar a sus diputados en el Congreso. Es importante tener claro que hay heridas que serán difíciles de restañar, como las de Mónica Oltra, pero que no intentarlo será servir en bandeja otro gobierno de derechas. Quizás de Pérez Llorca refrendado en las urnas.