Cómo curar las quemaduras solares

Foto: Kelly Sue DeConnick

En 2014, una revisión de estudios realizados con personas que regresaban de sitios donde habían recibido grandes cantidades de radiación solar, tales como la playa o la nieve, reveló que a pesar de que habían incrementado notablemente sus niveles de vitamina D en sangre, el riesgo de daños en el ADN de las células de su piel se disparaba respecto a otras que no se habían expuesto. Es decir, que está demostrado científicamente que los rayos solares tienen efectos contraproducentes para nuestra salud.

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Realmente la mayoría de nosotros no necesitábamos el estudio para constatarlo, pues hemos sufrido en alguna ocasión quemaduras, y a pesar de las mismas, insistimos en exponernos a los rayos ultravioleta (UVA y UVB), por gusto y para ponernos morenos. También está demostrado que los rayos UVA provocan una reacción inflamatoria en la piel que estimula la migración y concentración de melanina, sustancia protectora que nos oscurece, y que los UVB provocan la rotura de una molécula de colesterol dando lugar a la vitamina D.

Cómo se produce una quemadura solar

Ahora bien, la exposición solar debe ser en realidad mucho más limitada de lo que tenemos por costumbre en verano para tener efectos positivos; en caso contrario deriva a largo plazo en un envejecimiento celular prematuro, y a corto puede generar quemaduras de diversa consideración, ya que las radiaciones ultravioleta aportan gran cantidad de energía a las células dérmicas, acumulando calor, dañando su estructura y provocando procesos inflamatorios defensivos por parte de nuestro sistema inmune, que busca así que el daño no se extienda.

Estos procesos, que pueden activarse incluso varios días más tarde tras la exposición solar, son los responsables del enrojecimiento y el dolor que nos provocan las quemaduras. En el caso de que el daño celular sea mayor y el calor acumulado en la zona quemada sea alto, la respuesta inflamatoria puede llegar a producir deshidrataciones locales por debajo de la piel muerta, que tendrán como resultado ampollas, que pueden llegar a infectarse.

En la gravedad de las quemaduras intervienen diversos factores. Uno de los más importantes es sin duda el fototipo de la persona, que es como se evalúa la sensibilidad de su piel a los rayos solares. Las personas de fototipo alto no se queman con facilidad, por ejemplo los africanos, los mediterráneos, tamiles, etc.

Las personas con fototipo bajo, en cambio, como los escandinavos, se queman con apenas un cuarto de hora de exposición; de ahí que deban usar cremas solares con factor de protección elevado. Pero el abuso de exposición o el hacerlo en las horas centrales del día también aumenta el riesgo de quemaduras, así como el llevar tatuajes, tal como te explicamos en Los cuidados de los tatuajes en verano, una mala época para lucirlos.

Cómo curar las quemaduras solares

Vamos al grano; el rollo de antes, de todos modos, nos sirve para entender el porqué de los siguientes remedios. Si notamos el enrojecimiento y el dolor de una quemadura solar, digamos de consideración, que no se pasa con un chorro de aftersun o una simple crema hidratante, deberemos optar primero por bajar la inflamación. Por lo tanto, podemos recurrir a un medicamento antiinflamatorio tipo ibuprofeno o Voltaren en crema (diclofenaco) que nos aplicaremos localmente o podemos ingerir vía oral.

Por otro lado, con el fin de reducir el calor en la zona y evitar mayores deshidrataciones, podemos aplicarnos periódicamente un paño limpio mojado en agua fría. Esta medida la combinaremos con la aplicación frecuente de crema hidratante con algún tipo de calmante tópico (los clásicos aftersun pero también la crema de aloe vera) para evitar que la capa epidérmica superficial forme una película impermeable y de este modo termine por desprenderse en escamas, lo que llamamos “pelarse”.

No obstante, si vemos que ya se nos ha formado una ampolla con líquido en su interior, lo que sería índice de una quemadura de mayor grado, esperaremos a que se deshinche procurando no romperla. Si se rompiese, la lavaríamos con agua y jabón y aplicaríamos después algún tipo de crema con antibiótico y corticoides para rebajar la inflamación y evitar la infección.

Además, procuraremos proteger la quemadura del roce de las prendas si nos resulta doloroso o vemos que crea llaga en la zona. Lo haremos con una gasa. También es fundamental mantener la zona de la quemadura a parapeto de los rayos solares hasta que esté completamente sanada. Finalmente tenemos que acordarnos de beber agua con frecuencia, pues de nuestro nivel de hidratación dependerá la rapidez en la recuperación.

Qué no hacer nunca

Hay una serie de mitos sobre remedios caseros a los que no debemos recurrir nunca, pues o bien resultan una pérdida de tiempo o pueden ser contraproducentes por crear infecciones o agravar las quemaduras. Entre ellos destacan:

  • Aplicar hielo: el hielo sobre la quemadura es una pésima idea, pues aunque quita el calor de la zona, puede secarla todavía más, aumentando el daño dérmico. Es cierto que tiene la ventaja de ser un vasoconstrictor, con lo que impide la inflamación, pero si lo aplicamos, en todo caso nunca lo haremos directamente sino con un paño grueso de por medio.
  • Mojar la zona con leche: se aduce que la leche aporta vitaminas a la piel que la ayudan a regenerarse, así como grasa que la protege. Son zarandajas de curandero; al contrario, la leche es un organismo vivo lleno de gérmenes que nos pueden infectar la zona en caso de quemadura grave.
  • Aplicar rodajas de pepino: otro remedio peligroso por los gérmenes que pueda haber en la superficie de la rodaja. Es más eficiente aplicarnos crema hidratante con calmante.
  • Aplicar té frío: tiene el mismo efecto que el agua fría del grifo; el té no aporta ninguna ventaja extra salvo que puede tener gérmenes.

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